El pasado miércoles, la periodista Marta Fernández hizo una aparición memorable en La Ventana de la Cadena SER, donde compartió un testimonio que resonó con muchas mujeres y, porque no decirlo, con algunos hombres también. La conversación giró en torno a la presión que las mujeres enfrentan constantemente con respecto a su apariencia física. Pero antes de entrar en detalles, ¿sabías que en la actualidad, más de 70 millones de personas padecen trastornos alimentarios en el mundo? A veces pienso que sería más fácil llevar un cartel luminoso que dijera «¡soy más que mi cuerpo!», en lugar de arrastrar con esto a diario.
Introducción: Un entorno opresivo
La experiencia de Marta es un claro ejemplo de cómo la industria de los medios puede ser despiadada y superficial. En 2008, tras dejar de fumar, ella ganó diez kilos. Cuando el subdirector de su programa la convocó y le dijo que debía adelgazar si quería seguir presentando, era como si le dieran una patada en el estómago. La realidad es que, en ese momento, su trabajo no se veía afectado por su aumento de peso, ya que la cámara solo captaba desde el ombligo hasta los hombros. Su historia nos lleva a preguntarnos: ¿es realmente necesario encajar en un molde físico preestablecido para ser considerada competente?
Ahora imagínate si, como Marta, hubieras trabajado duro durante años solo para que alguien te sugiriera que tus méritos se desvanecen si no encajas en un estereotipo. Es como cuando elegí uno de esos horrendos sujetadores deportivos que prometen «moldear» todo, pero al final solo te dejan marcas y una sensación de incomodidad. Pero, ¿por qué nos sometemos a este tipo de presión?
¿Por qué importa la imagen física?
Al hablar de presión social sobre el cuerpo, es fácil caer en la trampa de pensar que se trata solo de un fenómeno moderno. Sin embargo, la presión sobre la imagen femenina tiene una larga historia. Desde el renacimiento, donde las mujeres con curvas eran celebradas, hasta hoy, donde la delgadez extrema se ha convertido en el estándar, la relación de la sociedad con la imagen corporal ha sido volátil. En este sentido, el testimonio de Millie Bobby Brown, la estrella de Stranger Things, es particularmente relevante.
Millie, quien comenzó su carrera a los 10 años, ha enfrentado la presión de ser una joven en el ojo público, lo que añade una capa de complejidad a su experiencia. Recientemente, publicó un mensaje en redes criticando los artículos sobre su físico y reclamando su derecho a no encajar en las expectativas ajenas. Es refrescante ver a figuras como ella levantarse y gritar «¡Basta ya!», porque, seamos honestos, ¿quién no ha deseado poder cerrar la boca del mundo de vez en cuando?
La influencia de las redes sociales
Las redes sociales han intensificado esta cultura de la imagen. Según Patricia Barba, psicóloga y psicoterapeuta especializada en autoestima, hemos llegado a un punto en el que “las redes han tenido un impacto muy significativo en la imagen y en los trastornos alimenticios”. Es un círculo vicioso: tras ver a otras personas que parecen tener un «cuerpo ideal», muchas se sienten insatisfechas con su propia apariencia, llevando a un descontento profundo y a problemas de salud mental.
Hemos estado hablando de esto durante años, pero sigue siendo relevante y crítico. ¿No sería maravilloso si, en lugar de enfocarnos en lo que nos falta, celebráramos lo que tenemos? Como la vez que me olvidé de hacer ejercicio durante un mes y decidí abrazar mi lado «serpiente en su cueva». Hablando de eso, si alguien quiere unirse a mí en una jornada de pizza y maratón de series, ¡estoy disponible! Pero volviendo a la seriedad, esto destaca la necesidad de romper este ciclo nocivo.
La historia de Marta Fernández y el impacto de los comentarios malintencionados
El relato de Marta sobre su experiencia en los medios ilustra un punto crucial: los hombres en su campo no enfrentan las mismas presiones que las mujeres. Esto no se trata solo de una fecha de ciertas mujeres en televisión, sino de un patrón más amplio que se repite en diversas industrias. ¿Por qué el valor de una mujer parece depender de su apariencia física, mientras que la competencia de un hombre a menudo se basa en su experiencia y habilidades?
Al reflexionar sobre esto, me viene a la mente una vez que me detuve en una tienda de ropa y un vendedor me dijo que una prenda no me quedaba bien. En lugar de llevarme la prenda que me hacía sentir increíble, terminé deseo comprarla solo por el ego herido. Es una experiencia que muchas mujeres pueden relacionar, y que ilustra la lucha constante con el cuerpo que enfrentamos.
La realidad de los trastornos alimentarios
A medida que nos adentramos en este tema, es vital abordar la seriedad de los trastornos alimentarios. Como bien señala la nutricionista Azahara Nieto, estos no son simplemente elecciones de estilo de vida; son enfermedades graves que implican sufrimiento. Es alarmante pensar que el 9% de la población mundial—aproximadamente 70 millones de personas—se enfrenta a estas luchas. Y sin embargo, a menudo se minimizan o se perciben como simplemente «asuntos de mujeres caprichosas».
Dando un paso atrás, recordar que las enfermedades mentales relacionadas con la comida son como un monstruo que se oculta bajo la cama. Bajas la mirada y allí está: el miedo, la ansiedad, el odio a la imagen que se asocia con la comida y el cuerpo. De hecho, una de las damas de la oficina discutió en tono de broma en una reunión de trabajo sobre comenzar una nueva dieta, soltando un comentario sobre lo «enfocada» que estaba para la próxima cita. Si tan solo supieran que esas conversaciones son pequeñas trampas.
La normalización de la conversación
Es fundamental que comencemos a normalizar la conversación sobre la salud mental y los trastornos relacionados con la imagen corporal. Lea las estadísticas, comparta su historia, o incluso sienta la libertad de hablar sobre cuándo sus pantalones podrían haber estado un poco más ajustados. Hablar es en sí mismo un acto de resistencia. Cuando abrazamos la vulnerabilidad, permitimos que otros se sientan cómodos compartiendo sus historias. Al final del día, no está mal no tener todo bajo control. Salgamos y comamos una rebanada de pizza juntos, ¿por qué no?
Reflexiones finales: un camino hacia la aceptación
La charla de Marta Fernández y los valientes mensajes de Millie Bobby Brown nos lanzan un recordatorio fundamental: está bien no tener el cuerpo perfecto ni cumplir con las expectativas sociales. La belleza viene en todas las formas y tamaños, y lo más importante es cómo nos sentimos con nosotros mismos. ¿No sería liberador si nos permitiéramos ser solo nosotros?
Como sociedad, debemos seguir presionando para que haya espacio para personas como Marta y Millie, así como para todos los que se sienten atrapados por las normas de la belleza imposibles. Uno de los mayores regalos que podemos darnos a nosotros mismos es la empatía. Así que la próxima vez que te encuentres comparándote con alguien en Instagram, recuerda que en realidad, todos estamos navegando en un mar de inseguridades.
La presión sobre el cuerpo femenino no se evaporará de la noche a la mañana, pero lo que podemos hacer es empezar a construir una comunidad de apoyo, donde cada voz cuente y donde podamos ser auténticos. Hablemos más sobre lo que realmente importa: la bondad, la salud mental, el amor propio y, por supuesto, la pizza. ¡Hasta la próxima!