El título puede sonar como el inicio de una novela de aventuras, pero esta vez es la vida real y nos toca a todos. La semana pasada, un bulldozer se convirtió en el villano de una historia que no deberían haber escrito. En un intento por ‘plantar árboles’, este titán de hierro arrasó el yacimiento arqueológico de Castellum A, un relevante vestigio de las Guerras Cántabras en España. Desde luego, esto nos lleva a preguntarnos: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nombre de una supuesta mejora ambiental?

¿Qué sucedió realmente?

Así comienza esta lamentable historia. Una excavadora, en una misión aparentemente benévola de reforestación bajo un programa europeo que prometía capturar CO2, terminó por convertirse en la estrella del desastre patrimonial. Según los informes, importantes restos, que datan de entre el 26 y 24 a.C. durante el régimen del emperador romano Augusto, fueron devastados. Imagine tener un pedazo de historia en su patio trasero y que, sin previo aviso, un vecino decidiera, con buenas intenciones, que se necesitaba más espacio para un jardín. ¿Verdad que es un escenario absurdo?

Ahora, el consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León, Gonzalo Santonja, se ha encontrado en un lío monumental. Él no se ha tomado el hecho a la ligera y, por eso, ha asegurado que las multas por esta catástrofe pueden alcanzar hasta los 600,000 euros. Al final de la jornada, no solo fue un capricho: fue la historia misma la que se llevó por delante esta intervención irresponsable.

Saqueadores y preocupaciones futuras: ¿pueden todavía empeorar las cosas?

La Guardia Civil ya ha comenzado a investigar a dos individuos de 48 y 54 años por su papel en el incidente. Aunque contaban con un permiso para realizar la plantación, pasar por alto el aviso a las autoridades pertinentes fue un gran error. Tan dramático como un episodio de Los Soprano, el hurto de nuestra historia parece posible. Con la tierra removida, expertos temen que aparezcan los saqueadores en busca de «tesoros» históricos. Es como un episodio de Indiana Jones, pero en lugar de héroes, nos enfrentamos a un dilema ético.

Mientras hablamos de ética, recordemos que este yacimiento no es cualquier lugar. Grabemos en nuestra memoria que Castellum A era una de las joyas arqueológicas donde se desvelaban los secretos de las batallas romanas. El sitio, con su imponente muralla, no solo era un campamento; era un auténtico fortín estratégico que contaba con una historia épica. En esas tierras se libraron batallas que determinaron el rumbo de España, y ahora, ¿qué queda?

Un tesoro perdido: la inestimable importancia del yacimiento

El arqueólogo Eduardo Peralta, director de las excavaciones, se encuentra devastado. En sus palabras se percibe la tristeza por la pérdida: “La pérdida es muy grave porque no estamos ante un yacimiento romano más”. Al mencionar la cantidad de hallazgos significativos como las 3,000 puntas de flecha, la impotencia es inevitable. ¿Cuántas historias podríamos haber conocido a través de estos vestigios?

La batalla que se libró hace más de dos mil años no fue solo un evento; fue el eco de un grito de resistencia de las tribus cántabras. El Castro de la Loma, donde se sitúa el yacimiento, era un testimonio de su cultura y fortaleza. Lo que este bulldozer derribó no fue solo tierra; fue una conexión viva con el pasado. Nos quedamos con solo una pequeña fracción de nuestros antepasados, pero el resto se ha perdido en el polvo que una máquina dejó a su paso.

Historias ocultas: ¿qué más pudimos haber aprendido?

La historia siempre tiene mil caras; detrás de cada fragmento de cerámica o punta de flecha hay una narrativa esperando ser contada. En este yacimiento, se encontraron no solo herramientas, sino también restos de proyectiles incendiarios y el famoso proyectil de catapulta, que se hizo famoso por ser “la pieza más antigua de este tipo que se conserva en el mundo”. ¿Te imaginas lo que representa perder la oportunidad de seguir sumando información a la historia de nuestras raíces?

¿Y si te dijera que esta no es la primera ni será la última vez que el patrimonio se ve amenazado por decisiones mal consideradas? La historia se repite, y casi parece que estamos condenados a aprender lecciones que niegan su propia existencia. Recuerdo cuando, hace unos años, escuché sobre un antiguo edificio que fue “modernizado” sin consideraciones históricas. La ironía de intentar mejorar a costa de lo que ya existe se convierte en un chiste desafortunado que todos compartimos.

La necesidad de concienciación y protección del patrimonio

Lo que sucedió en Castellum A es una dolorosa llamada de atención para todos. Cada pieza de la historia importa. Cada yacimiento es un relato que merece ser preservado. Ahora más que nunca, necesitamos unir fuerzas como sociedad, educar a las futuras generaciones y reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestros recursos y legado. ¿Estamos dispuestos a arriesgar nuestra historia por unos árboles que, aunque importantes, no pueden reemplazar lo que hemos perdido?

La cultura y la historia son partes vitales de nuestra identidad. Así que, como sociedad, ¿vamos a permitir que los conflictos de interés y la falta de sensibilidad destruyan lo que nos pertenece a todos? Puede ser que no hayamos tenido la oportunidad de escuchar a nuestros ancestros hablando, pero a través de estos sitios, ellos nos hablan. Y, sí, lo hacen con mucho más que palabras: lo hacen con objetos, artefactos y relatos de guerra.

¿Qué sigue? Un futuro incierto

Luego de esta devastadora tragedia, lo que queda por hacer es cuestionarnos: ¿qué pasa con los sitios que aún están en pie? Las instituciones deben ser más rigurosas en la protección y educación alrededor de nuestros legados. Todos nosotros, como ciudadanos, también debemos involucrarnos, no solo informándonos sobre lo que está en juego, sino también participando activamente en la defensa del patrimonio cultural.

En este sentido, la comunidad y las instituciones tienen que establecer un diálogo abierto y comprometido. Desde los funcionarios gubernamentales hasta los ciudadanos, cada uno de nosotros tiene un papel vital que desempeñar para evitar que estos horrendos errores se repitan. «No es sólo un campo de ruinas», dice Eduardo Peralta, refiriéndose a Castellum A. Mencionó: «Es un legado de generaciones».

Reflexiones finales

En un mundo donde la velocidad de la vida y los deseos de desarrollo a menudo superan nuestras convicciones sobre la conservación, ¿estamos dispuestos a comprometer nuestro pasado? La respuesta debería ser un contundente no. La historia es nuestra herencia, y no debería ser tratada con la ligereza con la que se puede manejar un jardinero que decide rediseñar su jardín.

La tragedia de Castellum A debería servir de ejemplo. El corazón palpitante de nuestra historia no debería ser un «colateral» en la búsqueda de una modernidad sin rumbo. Así que, sigamos cultivando árboles, pero también cuidemos nuestra historia. Porque, al final del día, ¿qué es más valioso: un árbol nuevo o la narrativa de una civilización que nos ha dado forma? La respuesta está en nuestros corazones y, esperemos, también en nuestras manos.