El regreso de Mariano Rajoy al Congreso de los Diputados es uno de esos eventos que parecen sacados de un guion de comedia, donde los personajes tienen una mezcla de ironía y desdén. Hace tiempo que el político español no pisaba la Cámara Baja, y su aparición en la comisión de investigación sobre la Operación Cataluña ha sido un buffet libre de anécdotas, risas y, por supuesto, serias acusaciones. Pero, ¿qué fue lo que realmente sucedió en su regreso y qué podemos aprender de esta situación?

La ironía de Rajoy: “Conozco a 100.000 policías, y tú, ¿a quién conoces?”

Esta declaración podría ser hilarante si no fuera porque es la misma persona que, al parecer, no tenía idea de lo que sucedía en su propio gobierno. Rajoy se defendió de las acusaciones sobre su desconocimiento de la Operación Cataluña—porque, claro, sería un verdadero escándalo que un expresidente sepa tan poco—con un humor ácido que solo quien tiene una larga trayectoria en la política podría manejar. En un momento de pura ironía, dijo: “Yo, por lo visto, tengo que conocer lo que hacen 100.000 policías, pero el actual presidente del Gobierno no tenía que conocer lo que hacía el ministro de Transportes”.

Al escuchar esto, es fácil recordar momentos similares en nuestra vida cotidiana, donde todos nos hemos visto en problemas por no estar al tanto de ciertas situaciones. Desde perder un tren porque te olvidaste de mirar el horario hasta no saber que tenías una reunión importante porque tu amigo se olvidó de decírtelo. Pero claro, Rajoy no está hablando de una mera reunión; está hablando de escándalos de espionaje político.

La confusión del pasado reciente

La comisión de investigación no solo se estaba llevando a cabo para abordar la actuación de la policía durante su mandato, sino que también se convirtió en un escenario donde se lanzaron reproches de un lado a otro. ¿No es irónico que un expresidente, en lugar de asumir su responsabilidad, recurra a la burla y el sarcasmo como si se tratara de un stand-up comedy en lugar de una sesión seria de la Cámara Baja?

A medida que avanzaba la sesión, la tensión y las risas se mezclaban como el café y la leche, algo que solo puede suceder en la política española. Entre las diatribas contra el PSOE y las defensas de su legado, era evidente que Rajoy estaba más enfocado en el espectáculo que en responder las preguntas de manera seria.

¿Realmente no sabía nada?

Rajoy se empeñó en repetir que no tenía conocimiento de la existencia de la Operación Cataluña ni de las supuestas irregularidades que se estaban investigando. Como si de un mantra se tratase, repitió su argumento, tratando de convencernos (y quizás a sí mismo) de que estaba totalmente ajeno a lo que ocurría bajo su gobierno.

Yo, como todos ustedes, me pregunto, ¿es posible que un líder político no sepa lo que ocurre en su propia administración? Uno podría pensar que, en algún momento, se le pasó por la mente preguntar: “¿Hey, ¿qué hacen esos chicos con los trajes de policía en la puerta del despacho?” O quizás, en su mundo, eso es solo un “ruido de fondo”.

Memorable intercambio con Ione Belarra

Uno de los momentos más memorables de la comparecencia fue, sin duda, su encuentro con Ione Belarra de Podemos. La diputada le preguntó si pensaba que su partido era «tonto». La respuesta de Rajoy fue digna de un meme: «No voy a responder a si creo que son ustedes tontos, porque tampoco se trata de generar un mal ambiente». Quien diría que un comentario de tal calibre podría surgir en el Congreso, ¿verdad?

La política de la desinformación y el espionaje

El tema de la policía patriótica y el espionaje constitucional se deslizó por entre las palabras de los diputados como un pez por el agua. Rajoy argumentó que su gobierno había sido extremadamente transparente, abriendo investigaciones a miembros del Partido Popular. Pero, por otro lado, la realidad es que muchos ciudadanos no pueden evitar sentir cierto escalofrío al escuchar conceptos como «espionaje» e “investigación paralela”.

La pregunta es, ¿hasta dónde llega el poder de un político en un estado democrático? ¿Es posible que, en el afán de ejercer control, se rompan las líneas que separan lo ético de lo legítimo? Rajoy, a su manera, intentó despejar dudas, pero sus palabras eran más humo que fuego.

Una trama más complicada: la guerra política

Lo más interesante de esta comparecencia fue el ambiente hostil en el que se desarrolló. Desde la fuerte oposición por parte de Manuel Arribas (PSOE) hasta las acusaciones de Rajoy hacia el actual gobierno, la sensación de que estábamos presenciando una guerra política era innegable. En un momento, incluso se permitió comparar su implicación en la Operación Cataluña con la del presidente Pedro Sánchez, porque, claro, en la política el ataque puede ser la mejor defensa.

¿No les resulta familiar? Es un poco como cuando te ves atrapado en una discusión con un amigo. En lugar de asumir que cometiste un error, comienzas a lanzar excusas y a desviar la atención hacia sus defectos. ¡Ah, lo que da de sí una buena charla sobre responsabilidades!

Reflexiones finales: política y el efecto del espectáculo

Rajoy ha dejado claro que, por más que se hable de su gobierno y las decisiones que tomó (o no tomó), él no es el responsable de los actos de su administración. La habilidad para esquivar a las preguntas y la mezcla de humor con descalificaciones ha sido, sin duda, un espectáculo digno de presenciar.

Pero más allá de la risa y las ironías, nos queda una reflexión profunda: la importancia de la responsabilidad política. En un mundo donde la información es más accesible que nunca, resulta esencial que los líderes sean transparentes y rindan cuentas. Tras toda la comedia y los momentos tensos, la duda permanece: ¿puede ser que la política española se haya convertido en un teatro donde todos los actores conocen su papel, pero nadie quiere asumir la responsabilidad del guion?

En resumen, el regreso de Rajoy al Congreso nos recuerda que, aunque el humor y la ironía pueden servir como defensas efectivas en medio de la adversidad política, la verdad y la responsabilidad son lo que realmente debe prevalecer para la salud democrática de un país. Si no aprendemos de nuestro pasado, estamos condenados a repetirlo… y no estoy seguro de que el público esté interesado en otra función de este tipo.