Madrid, una de las ciudades más vibrantes de Europa, tiene mucho que ofrecer. Entre su rica historia, arquitectura icónica y una vida nocturna bulliciosa, a menudo olvidamos el tesoro natural que se encuentra a solo unos pasos del ajetreo urbano. Hablamos de la Casa de Campo, un enorme pulmón verde que no solo se convierte en un refugio para quienes buscan un respiro del caos citadino, sino que también se transforma en un espacio donde se tejen lazos sociales y se fomenta la actividad física. En este artículo, exploraremos este mágico lugar y las diversas actividades que alberga, así como las historias inspiradoras de quienes lo hacen su hogar deportivo.

La magia de la Casa de Campo

Cuando el invierno se despide y las temperaturas comienzan a subir, la Casa de Campo se llena de vida. Familias, grupos de amigos, atletas y hasta individuos con ganas de desconectar, se reúnen en sus más de 15.000 hectáreas de césped, senderos y lago. Para ponerlo en perspectiva, ¡es cinco veces más grande que el famoso Central Park de Nueva York! En cierta ocasión, tras un largo día de trabajo, decidí dar un paseo por el parque, y puedo asegurar que las suaves risas de los niños alimentando a los patos son el mejor remedio para el estrés (¡olvídate de las vacaciones en la playa!).

Un espacio para todas las edades y gustos

La Casa de Campo es un lugar donde cada visitante puede encontrar su propio espacio. Desde aquellos que buscan tranquilidad hasta quienes desean realizar algún deporte. ¿Y quién no ha sentido esa dulce sensación al romper la escarcha bajo los pies en una fresca mañana de primavera?

Una de las experiencias más destacadas en este entorno es #ciclismoPARATODAS, un club fundado por Silvia González que fomenta la inclusión de mujeres en el mundo del ciclismo. Aunque este proyecto echó a andar en 2019, la pandemia hizo tambalear sus cimientos. Sin embargo, la pasión por pedalear ha mantenido vivas a casi medio centenar de mujeres que entrenan en la Casa de Campo, disfrutando de la naturaleza y creando vínculos.

«Aquí caben todas, novatas y veteranas», dice Silvia con una sonrisa que refleja la calidez de su club.

Desde la ingeniera aeronáutica que comenzó a rodar con un grupo de desconocidas hasta mujeres que se entrenan para competiciones de mayor nivel, este club ha logrado crear un verdadero sentido de comunidad. Estos momentos compartidos en la naturaleza, lejos del ruido y la presión de la ciudad, proporcionan una “reconexión con la naturaleza”, como bien lo expresa una integrante del club.

Yoga al aire libre: un viaje interior

Si el ciclismo es la pasión para unas, el yoga se transforma en el refugio espiritual de otras. Iva Gigovski, osteópata y fisioterapeuta, decidió dedicar su vida al yoga y dirige el Templo Satya, un centro de yoga ubicado cerca del Manzanares. Con cada inhalación, los alumnos se sumergen en la calma del parque, donde el aire fresco les recuerda la importancia de estar en contacto con la naturaleza.

«Es bastante distinto a hacerlo bajo techo. El aire es más puro», dice Iva mientras guía a sus alumnos a través de ejercicios de respiración.

Recuerdo la primera vez que intenté practicar yoga al aire libre. Me parecía que la brisa suave me ayudaba a estirar los músculos, pero en un instante se desató una tormentita que arrastró mi esterilla… ¡No me sentí muy zen en ese momento! Sin embargo, la experiencia fue liberadora. La naturaleza tiene esa forma mágica de hacernos olvidar las trivialidades y reconectar con el aquí y el ahora.

Un símbolo de crecimiento personal y desestrés

Mis pensamientos vagan a Vanessa Sigotto, miembro del grupo que describe cómo el yoga le ayuda a escapar de la rutina. «La sensación de libertad aquí afuera ayuda mucho», afirma con la sinceridad que podría provocar la envidia a cualquier gurú del bienestar.

En la Casa de Campo, las actividades no se limitan a una práctica física, sino que también representan un viaje hacia la autocomprensión y el bienestar. Al final del día, todos buscamos eso, ¿verdad? Un momento de calma en medio del caos cotidiano.

Kayak polo: un deporte emocionante

A medida que avanzamos por el parque, llegamos a los campos de juego de kayak polo, un deporte apasionante que combina la emoción del polo con la técnica del kayak. Allí, un grupo de jóvenes como Rodrigo del Campo, que recientemente se coronó campeón del mundo sub-21, se prepara para un partido.

“Es el mejor sitio de Madrid para entrenar”, afirman con entusiasmo. Su energía es contagiosa, y me doy cuenta de que el deporte, en este caso, se convierte no solo en una pasión, sino en un estilo de vida que fomenta la disciplina y el esfuerzo.

(Si alguna vez buscas un lugar con vistas magníficas, mientras te sumerges en un deporte competitivo que involucra riesgos “controlados”… los campos de kayak polo en la Casa de Campo son el lugar ideal, aunque… no olvides el casco).

Un ambiente de camaradería

Rodrigo y sus compañeros nos dicen que, aunque algunos se ausentan por estudios o trabajo, el espíritu de equipo y la camaradería es lo que realmente destaca. Me recuerda a aquellos días de mi niñez donde solo nadábamos entre risas en la piscina del barrio, tomados de la mano en un intento de no ahogarnos en nuestras travesuras.

Los entrenamientos aquí son más que solo competencias; son encuentros entre amigos que se apoyan mutuamente, un recordatorio de que la vida es mucho más que simplemente ganar: también se trata de disfrutar cada instante y construir recuerdos.

Calistenia: el gimnasio natural

Cruzando el parque, me encuentro con Lucía Roa y Andrés Ruiz del Vizo, quienes han hecho de la calistenia su deporte preferido. Practican en un gimnasio al aire libre en la Casa de Campo, donde cada barra, cada plataforma se convierte en una oportunidad de superación.

«El entorno compensa cualquier limitación que tengamos”, dice Lucía, mientras demuestra su habilidad para dominar una barra. Los dos empiezan a compartir anécdotas de sus aventuras en el deporte, como la vez que intentaron pasar el mayor tiempo posible en una posición de plancha y terminaron desafiando a un grupo de chicos que estaban allí para una competencia.

Lo que más me impresiona de la calistenia es que no se necesita equipamiento costoso; solo su propio peso corporal. En una sociedad donde nos bombardean constantemente con anuncios de gimnasios y aparatos gigantes, es refrescante ver que se puede ser fit con la ayuda de unas simples barras.

“Lo mejor es que se puede hacer en cualquier lugar. ¡Incluso en la sala de estar, si tus vecinos lo permiten!” bromean.

La verdadera esencia de la calistenia radica en el compromiso personal y la voluntad de superarse, sin importar el nivel. “Utiliza lo que tienes”, mencionan, mientras los veo saltar y moverse con una fluidez que parece sacada de una película de acción.

Tenis, rivalidad y compañerismo

Y en este esplendor de la Casa de Campo, el tenis se siente como el rey de los deportes. Con 15 pistas al aire libre, es el lienzo perfecto para encuentros y competencias. Conocer a Eusebio Torres y Antonio Jiménez, quienes juegan juntos desde 1968, me hace reflexionar sobre la importancia de la continuidad y la amistad en la práctica de cualquier deporte.

“Venimos aquí incluso en los días más fríos”, dice Antonio mientras recuerda una vez que jugaron bajo la nieve. Eso es lo que yo llamo pasión. En este espacio no solo se forma el cuerpo, sino también se crean recuerdos intangibles que permanecerán con ellos para siempre.

Hasta Yolanda Garrido y Raimundo Prieto, quienes han encontrado en el tenis una forma de mantenerse activos, compiten con una chispa que solo los verdaderos apasionados pueden entender. “Aquí cada punto es reñido”, comenta Mundo, sonriendo mientras se prepara para un nuevo servicio.

La Casa de Campo no es solo un lugar para correr libremente, nadar en el lago o pasear en bicicleta; es un espacio donde se construyen amistades y se comparten historias. ¿Y qué mejor manera de desconectar de la rutina diaria que con una raqueta en la mano y un amigo a tu lado?

Running: más que una carrera, una comunidad

Y para quienes buscan liberar el estrés a través del running, el grupo The Ginger Club organiza salidas semanales que se convierten en auténticos eventos sociales. Con 15 corredoras que ríen mientras confrontan una colina, aquí el running se revela como una forma de arte que involucra tanto el aspecto físico como el emocional.

“Nos apoyamos, y no hay ambiente competitivo”, comenta Mayte Terol, encargada de marketing del club. La comunidad que han construido no solo se basa en la actividad deportiva, sino en forjar lazos de amistad que trascienden corriendo.

Y es que la Casa de Campo, con su amplitud de senderos, es un lugar ideal no solo para hacer deporte, sino también para establecer relaciones. En un mundo donde la competencia y el individualismo suelen primar, ver cómo estas mujeres se apoyan entre sí es refrescante y motivador.

Reflexiones finales

Cada rincón de la Casa de Campo es un refugio donde se entrelazan el deporte, la naturaleza y la comunidad. Desde chicas en bicicleta hasta las risas en las canchas de tenis, cada historia que se cuenta es un recordatorio de lo que significa ser parte de algo más grande.

Es curioso cómo un parque puede tener un impacto tan potente en nuestras vidas. Un espacio verde puede desencadenar amistades, fomentar el bienestar y ofrecer ese momento de paz que todos buscamos en nuestro vertiginoso día a día.

Así que, la próxima vez que te sientas abrumado o necesites un respiro, recuerda que en la Casa de Campo de Madrid hay un lugar para ti. Desde el ciclismo hasta el yoga, aquí puedes encontrar lo que realmente resuena contigo. ¡Y si no, siempre hay tiempo para reirnos juntos y recordar que, al final del día, todo se trata de disfrutar el camino!