La situación de atención a nuestros mayores no debería ser motivo de escándalo, pero, lamentablemente, nos encontramos inmersos en una crisis que nos sacude a todos. En Boada, un municipio donde la tradición y la comunidad se entrelazan, la Residencia de Mayores refleja un dilema que muchos estamos ignorando, según un reciente comunicado del Ayuntamiento. Aquí, la historia se vuelve personal; no podemos cerrar los ojos ante una realidad que nos atañe, especialmente a los que, como yo, en algún momento debemos enfrentar la realidad del cuidado de nuestros seres queridos mayores. Así que, abróchense los cinturones, que vamos a desmenuzar todo el lío que se ha gestado en este rincón de Castilla y León.
Un problema de dimensiones épicas
El alcalde Juan Matías y la teniente de alcalde Eva María Moro han tomado una drástica decisión: comenzar a cuidar, ellos mismos, a los ancianos en la residencia. De alguna manera, eso me hizo recordar una vez en la que intenté ayudar a un amigo que estaba en apuros con su perro. Al final, el perro terminó intentando comerse mi zapatilla, así que pueden imaginarse que mi “gestión” fue un poco desastrosa. Pero, en este caso, los políticos han decidido asumir el reto, porque, según Matías, «mi moral no me permite dejar a los internos solos y abandonados». Admiro esa determinación, pero, ¿es realmente responsabilidad de ellos?
La residencia de Boada, inaugurada en 2016 con la promesa de ofrecer empleo local y garantizar el bienestar de los mayores, ahora se encuentra sumida en un caos que parece sacado de una novela de misterio. La empresa gestora, Losada y Cacebone S.L., una vez cumplidora de lo pactado, se ha visto envuelta en incumplimientos post-pandemia que han dejado a la residencia sin recursos suficientes.
¿Qué ha pasado aquí?
Recapitulando, la residencia no solo se enfrenta a la falta de personal, sino también a graves problemas de higiene, falta de calefacción y hasta cortes de luz. La situación es tan precaria que el Ayuntamiento ha tenido que tomar acciones legales, un proceso que, aunque suene prometedor, ha resultado en más dolores de cabeza que soluciones.
Curiosamente, tras pasar dos años intentando demandar a la empresa, el Juzgado de Instrucción, como si se tratara de una trama de película de suspenso, determinó que el Ayuntamiento no tenía motivos suficientes para continuar. No dá el mismo gusto que un desayuno en la cama en un día lluvioso.
La soledad en la vejez: una responsabilidad colectiva
La soledad en la vejez es un tema bastante serio. ¿Quién no ha escuchado historias desgarradoras de ancianos que se sienten olvidados? La Residencia de Mayores de Boada no es solo un edificio; es un hogar para muchas personas que han dedicado su vida a construir un tejido social. La falta de atención en una crisis como la actual genera un impacto que puede llevar a la soledad y el abandono, algo que sencillamente no debería suceder.
Eva María Moro ha expresado su frustración, indicando que «hemos agotado todas las vías legales confiando en que el bienestar de los mayores estaría protegido, pero no ha sido así». Es un grito de desesperación que necesitamos escuchar. Me recuerda a cuando intenté hacer dieta y, después de unos días, mi nevera me miraba con esos ojos de «¿Qué estás haciendo?».
¿Qué opciones quedan para los ancianos de Boada?
En medio de todo esto, la intervención del Fiscal y el Juzgado de lo Contencioso ha ofrecido un par de alternativas: cerrar la residencia o adjudicar su gestión a otra empresa. ¿Por qué debería ser así? No deberíamos tener que elegir entre cerrar un hogar o encontrar algo nuevo que pueda funcionar. Es evidente que la opción de cerrar la residencia podría llevar a la reubicación de los internos. Pero, ¿estarán mejor en otros centros?
Mientras tanto, las trabajadoras actuales han planteado una exigencia que podría retrasar más las negociaciones con la nueva gestora: el reconocimiento de su antigüedad. Es como si estuviéramos en una maratón, y las trabajadoras decidieran pasar un tiempo tomando un café antes de seguir corriendo. A veces me pregunto, ¿es el momento adecuado para hacer valer nuestros derechos?
La racha de problemas se acumula
La situación ha llegado a un punto crítico, especialmente los días 28 de febrero y 1 de marzo, cuando una baja inesperada dejó sin cobertura el turno de noche. Imaginen eso: el turno de noche de la residencia dejó a los ancianos vulnerables. Afortunadamente, el buen corazón de Matías y Moro brilló al asumir la atención nocturna. Pero, ¿cuántas veces podemos pedir a los funcionarios que se conviertan en enfermeros y cuidadores?
A veces, lo que parece una broma se convierte en una crítica social seria. He visto en mi comunidad cómo los padres de familia hacen malabares para atender todo a la vez, y honestamente, no creo que esto sea diferente. La carga recae sobre aquellos que, a pesar de trabajar en el ámbito público, no pueden permitirse el lujo de elegir entre sus responsabilidades.
La esperanza de un cambio positivo
Lo que se necesita ahora es una intervención urgente de la Junta de Castilla y León y la Gerencia de Asuntos Sociales. No deberían cerrarse los ojos ante esta crisis. Es vital que escuchen el llamado del Ayuntamiento de Boada y ayuden a garantizar que nuestros mayores puedan vivir en un ambiente seguro y confortable. La comunidad está pidiendo un cambio, pero también empatía, acción y, sobre todo, un poco de sentido común.
Una vez, mientras trataba de organizar una fiesta sorpresa, llegué a la conclusión de que no se trata solo de las decoraciones, sino de la intención detrás de la acción. De la misma manera, nuestra sociedad debe comprender que cuidar a nuestros mayores no solo es un acto de bienestar sino también un reflejo de nuestros valores colectivos.
Reflexiones finales
Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿qué estamos haciendo para proteger a nuestros mayores? La situación en la residencia de Boada no es un caso aislado, sino un síntoma de un problema más amplio que necesita atención inmediata. Nos encontramos en una encrucijada en la que las decisiones que tomemos ahora marcarán el destino de nuestros mayores.
Al comprometernos a cuidar a nuestra población anciana, no solo garantizamos su bienestar, sino que también fortalecemos las raíces de nuestras comunidades. Así que, amigos, no olvidemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. La lucha por el bienestar de nuestros mayores es una lucha que todos debemos asumir. Y quizás, solo quizás, si todos levantamos la voz, alguien comenzará a escuchar.
Recuerden que cada pequeño gesto cuenta. Así que, la próxima vez que pasen junto a una residencia, no lo piensen dos veces. Hagan una visita, lleven una sonrisa y recuerden que, al final del día, todos merecemos ser escuchados y cuidados.