En una época donde los sonidos de la música parecen saturarse con melodías electrónicas y letras que, somos honestos, a veces dejan mucho que desear, Carolina Durante ha resurgido como un auténtico soplo de aire fresco. Si todavía no has escuchado su música, es posible que estés viviendo en una cueva (no te culpo, la vida moderna es complicada). Pero, honestamente, ¿quién no ama perderse entre riffs de guitarra, baterías contundentes y letras que hablan como si fueran tus amigos conversando en un bar?
Un paseo por el Movistar Arena
El Movistar Arena, conocido anteriormente como Wizink Center, se llenó de una energía desbordante. Me encontraba entre el público, junto a mis amigos, observando a la multitud que, con una mezcla de entusiasmo y euforia, esperaba ansiosa el inicio del espectáculo. La primera impresión que me llevó a pensar que estábamos en una discoteca. ¿Dónde estaban las canas? ¿Y las hernias? Esta era una fiesta dedicada a la música, un santuario para los jóvenes y los que se sienten jóvenes de corazón.
El ambiente estaba bien condimentado con cervezas que volaban entre la multitud, y de repente, el momento llegó. Las luces se apagaron, el sonido de varios instrumentos se elevó, y Carolina Durante tomó el escenario con su pegajosa «Joderse la vida». Hablando de ese momento mágico, recuerdo que me hizo pensar en mi propia vida. ¿No deberíamos todos dejarnos llevar de vez en cuando?
El caótico pero hermoso sonido de Carolina Durante
La banda no es solo una colección de músicos; son un grupo heterogéneo de personalidades. Desde el carismático Diego Ibáñez, líder vocal que se mueve en el escenario como si estuviera liberado de toda expectativa, hasta los miembros que aportan su esencia única. Como anécdota, recuerdo una vez que traté de cantar a gritos una de sus canciones en un karaoke. Spoiler alert: no salió bien. Pero eso es lo que la música hace, nos permite expresar lo que a veces no podemos verbalizar.
Las primeras notas de «Aaaaaa#$!&» resonaron en mi pecho, moviendo mi cuerpo al ritmo. La energía era contagiosa, y de repente, sentí la necesidad de unirme al pogo que se estaba formando. En ese momento, me percaté de que estaba abrazando una inusitada libertad, como si toda preocupación se desvaneciera en la atmósfera.
No solo se trataba de una mera actuación. Era una celebración de la juventud y la rebeldía, una resistencia contra la monotonía del día a día.
Del punk al rock: una experiencia musical
Con cada canción, la banda logró tocar fibras profundas. «Cayetano», la pieza que catapultó a Carolina Durante al estrellato, fue recibida con un estruendo ensordecedor. Por un momento, todo lo que nos rodeaba —la política, la pandemia, las deudas— dejó de existir. Éramos solo nosotros y la música. Es increíble cómo la música puede excluir la realidad, ¿verdad?
Escuchar a Carolina Durante es recordar que el punk sigue vivo. Su sonido no es transgresor en el sentido habitual, pero la energía y actitud que transmiten son pura autenticidad. Es como si nos recordaran que está bien no tener un plan, que está bien dejarse llevar por el momento. “Esto somos, si no te gusta, ¡ahí está la puerta!”, parecían gritarnos con cada nota.
Entre lo sublime y lo absurdo
Uno de los momentos más emotivos llegó con «El parque de las balas», donde la melodía suave nos llevó a reflexionar. Recuerdo que, mientras escuchaba, un pequeño escalofrío recorrer mi cuerpo; al final de la canción, incluso me di cuenta de que debía visitar a mis amigos más a menudo. Anhelo, nostalgia y una profunda conexión con la vida llenaron el ambiente. ¿A qué estamos esperando? Vivir es una aventura que debemos compartir.
Y en medio de la noche, el enigmático Diego se dirigió a nosotros. Era como ver a un amigo raro que no sabe cómo manejarse en público, pero que brilla con una luz especial. Aunque lucía algo desaliñado y distante, su conexión con el público era palpable. Un momento que me hizo pensar en mis días de juventud, en los que una camiseta rota y unos jeans desgastados decidían mi estilo, y lo que realmente importaba era la pasión que imprimía en lo que hacía.
El épico final de la noche
Como colofón de la velada, el cierre con «Las canciones de Juanita» nos dejó un sabor agridulce. La energía de la banda, aunque intensa, se entrelazaba con la idea de que todo momento grande es efímero. Al final del concierto, levanté mis manos al aire y todo lo que pude pensar fue: los mejores momentos de la vida son aquellos que no se planean, aquellos en que nos permitimos fluir.
La música había creado un espacio donde el tiempo parecía detenerse. En ese instante, comprendí que la verdadera belleza radica en los momentos breves pero intensos —en la música, en las amistades, en la vida misma. Y aunque el espectáculo ya había terminado, los recuerdos del concierto se quedarían grabados en la memoria, ardiendo como el eco de un buen riff de guitarra.
La música, el refugio perfecto
Carolina Durante no son solo seis chicos con guitarras. Son un testamento de que todavía podemos dejar nuestras preocupaciones atrás y simplemente disfrutar del momento. Muchas veces, la vida puede volverse pesada y abrumadora. Pero estas pequeñas chispas de alegría, como un buen concierto, nos recuerdan que aún hay mucho que celebrar.
Y como un buen amigo mío siempre dice: «La vida no es un problema a resolver, sino un misterio a experimentar». Así que, la próxima vez que tengas la oportunidad, ve a un concierto, escucha las letras y deja que la música te envuelva. ¡No te arrepentirás!
Si no lo has hecho aún, ¿por qué no programas esa cita con la música que tanto necesitas? Recuerda: la vida es demasiado corta para dejar de disfrutar lo que nos apasiona. Al final del día, lo que realmente importa son las conexiones que hacemos y las memorias que creamos. Así que sigue bailando, sigue riendo. Porque, ¿quién sabe cuánto tiempo te queda?