En el mundo de la educación, muchas veces nos encontramos con decisiones que pueden parecer simples pero que encierran un hervidero de opiniones apasionadas y a menudo divididas. Esto es exactamente lo que está ocurriendo en la Comunitat Valenciana, donde la lengua en la que se enseña a los estudiantes ha cobrado protagonismo y ha desatado una serie de reacciones que varían desde la apoyo ferviente hasta la oposición frontal.

La jornada en el IES El Clot del Moro: un intento fallido de reivindicación

Todo comenzó el pasado 20 de febrero en el IES El Clot del Moro de Sagunt, donde los docentes decidieron organizar una jornada informativa para defender el valenciano como lengua base en la educación. La idea, que sonaba tan inofensiva como una tarde de karaoke entre amigos, buscaba promover unos minutos de literatura valenciana en las clases. ¡Nada más y nada menos! Sin embargo, la Inspección educativa, como un protagonista de película de terror, irrumpió de repente para ponerle freno.

Imagínate el escenario: un instituto bullicioso, niños riendo, profesores entusiasmados por leer poemas y cantar canciones en valenciano… y de repente, suena el teléfono. «¡Detengan todo! ¡Necesitamos que cancelen la jornada!» Es casi como una comedia de enredos, pero con un trasfondo muy serio. La Consejería de Educación argumentó que la jornada interfería con el horario escolar, aunque los profesores insistían en que no cancelaría clases. Esta confusión preliminar puso de manifiesto las tensiones existentes entre la administración educativa y los propios docentes. ¿Realmente hay espacio para un debate sobre el uso de lenguas en las aulas sin que un bando tenga que callar al otro?

Ley de Libertad Educativa: un estallido de división

La Ley de Libertad Educativa, impulsada por PP y Vox, estableció una consulta telemática a más de 570,000 familias acerca de la lengua base de la enseñanza: valenciano o castellano. Esta consulta ha creado un ambiente enrarecido que muchos en la comunidad educativa han calificado como una carga no deseada. «Parece que en lugar de concentrarse en las asignaturas, el coro de voces es sobre qué idioma deberían hablar sus hijos», bromeaba una profesora durante un receso. Y hay que darles la razón: en un mundo donde ya hay tantas presiones sobre los educadores, sumarle esta carga no es otra cosa que un ejército de gusto amargo.

Este debate se vuelve más profundo cuando organizaciones académicas, como el departamento de Didáctica de la Lengua y Literatura de la Universitat de València, salen a la luz para expresar su rechazo. La consulta, argumentan, no debería ser un medio para crear divisiones lingüísticas en lugar de celebrar nuestra diversidad cultural. Después de todo, ¿no deberían las lenguas ser puertas abiertas y no murallas que nos separan?

La respuesta política: Carlos Mazón y la cuestión de la «ideología»

El presidente valenciano, Carlos Mazón, no se quedó callado. Como típico aficionado a la conversación, sugirió que el valenciano no debería ser utilizado como una herramienta ideológica en las aulas. «¡Vamos, déjenme hablar!» parece que asomaba en el aire. Animó a los padres a ejercer su derecho al voto para que la oferta educativa se ajuste a sus demandas. Con su discurso, trató de presentar a su partido como el defensor de la neutralidad en la educación. Utilizar el todo o nada en el tema de las lenguas puede haber parecido una jugada astuta, pero también es un terreno peligroso, donde el equilibrio es fundamental.

Y es que esta no es solo una cuestión de política; es un tema que toca fibras sentimentales. A muchos padres les gustaría que sus hijos se sintieran cómodos hablando valenciano, mientras que otros piensan que la prioridad debería ser el castellano, como lengua predominante en su entorno. ¿Pero no sería posible una enseñanza bilingüe enriquecedora donde ambas lenguas florezcan en vez de luchar entre sí? Me hace recordar a mi propia experiencia en la escuela, donde el inglés se decía ser una puerta al mundo, pero el español siempre fue mi estructura y mi hogar. Empatía, esa es la clave que falta aquí.

El dilema educativo: ¿y qué pasa con las lenguas?

Así estamos: un panorama donde el valenciano, que en teoría debe ser un tesoro cultural, ve su valor erosionarse. Como mencionó la última encuesta sobre el uso social del valenciano, su uso ha disminuido en varios puntos en relación con años anteriores. Esto último es un verdadero golpe para la identidad cultural. Cuando notas que la lengua que uno considera casi un miembro de la familia se va desvaneciendo, genera una especie de angustia, ¿no creen?

Sin embargo, cabe destacar que los datos indican que más personas saben escribir y leer en valenciano, lo que se traduce en una especie de contradicción emotiva. Por un lado, la lengua podría estar en retroceso, pero por otro, hay un aumento en la competencia lingüística. Es como eso que dicen: «el matrimonio es un viaje, no un destino.” ¿Podríamos no ver el aprendizaje de una lengua como una lucha, sino como una travesía donde ambos idiomas se entrelazan?

¿Qué dice la comunidad educativa?

En medio de este torbellino, los sindicatos educativos han hecho eco de su oposición a la consulta. Con la frase “caos inminente” resonando, es fácil imaginar a los directores de las instituciones educativas pensando: «¿Pero qué es lo próximo? ¿Consulta sobre los colores de las mochilas de los niños?». La incertidumbre y la falta de respuestas claras están haciendo mella en la comunidad educativa.

En este sentido, muchos educadores sienten que se les está privando de lo más elemental de su profesión: enseñar. Pero considerando que los «dictados» del pasado parecen estar por desaparecer, esta situación se presenta como una oportunidad de diálogo que debieran tomar con seriedad. El mundo está evolutivamente diseñado para adaptarse y cambiar. ¡Hay que aprovechar ese viento!

Reflexión final: el valor de la diversidad cultural

Al final del día, aquí estamos: inmersos en un debate que parece ser más sobre política que de educación. Pero radicalmente, ¿no es justo eso también parte de la experiencia? Las lenguas son un reflejo de la diversidad cultural, y en un mundo tan interconectado, en lugar de dividirnos, deberíamos aprender a celebrar esas diferencias. Tal vez el verdadero desafío no sea cuál lengua elegir, sino cómo asegurarnos de que ambas convivan en armonía.

Entonces, ¿qué aprendemos aquí? Que al final del día, no se trata de ganar o perder; se trata de construir un futuro donde todos los niños tengan acceso a un sistema educativo que incluya y respete sus orígenes. Como dice el refrán, “donde hay vida, hay esperanza.” Y créanme, en el caso de las lenguas, esa esperanza no solo es una posibilidad, ¡es una realidad tangible!

Y tú, querido lector, ¿qué opinas de esta situación? ¿Es el valenciano un tesoro que hay que proteger o simple un dilema del que no podemos escapar? ¡Me encantaría conocer tu opinión! Y mientras seguimos en este viaje, recordemos siempre sonreír, porque a veces la vida necesita un poco de humor, incluso en debates serios.