La Inteligencia Artificial (IA) ha llegado a nuestras vidas como un tornado en una tienda de porcelana. Días atrás, en un segmento del programa de televisión El programa de Ana Rosa, se presentó una aplicación que afirma permitir a los feligreses comunicarse directamente con figuras religiosas como Dios, Jesús y la Virgen María. Aunque suena a algo sacado de una novela de ciencia ficción, no es más que un reflejo de los tiempos modernos. Pero, ¿de verdad queremos que una máquina mamotrete nuestras preguntas existenciales? Aquí hablaremos sobre esta herramienta, desglosaremos sus implicaciones y compartiremos anécdotas que nos harán reflexionar.
La IA en la vida cotidiana: el nuevo asesor espiritual
Primero, recordemos cómo la tecnología ha desplazado a algunos de nuestros consejeros tradicionales. Antes, íbamos a un amigo o a un profesional para obtener consejos. Ahora, es frecuente buscar respuestas en foros en línea o preguntar a Siri sobre cuestiones de vida. Pero, ¿cuándo fue la última vez que una Inteligencia Artificial te dio un consejo que realmente resonó?
La herramienta presentada en el programa no solo se limita a responder preguntas generales. Se promociona como un “chat” con lo divino, donde puedes expresar tus dudas sobre la fe y obtener respuestas a cambio de una suscripción mensual de 40 euros. Para ponerlo en perspectiva, eso es casi el precio de un café al día… pero en lugar de cafeína, vendría con una dosis de espiritualidad artificial.
Cuando escuché esto, no pude evitar recordar el día en que decidí probar los «consejos de vida» que surgieron de un libro de autoayuda. Me senté en mi sofá, con un té en mano, entusiasmado por la perspectiva de obtener respuestas de un «experto» en superación personal. Pero al final del día, lo único que había ganado eran más preguntas: ¿por qué el autor no estaba dando una respuesta clara a mi dilema? Resulta que a veces, ni siquiera un libro puede proporcionar la claridad que uno busca.
¿Es esta herramienta un verdadero pecado?
Jano Mecha, uno de los colaboradores del programa, comentó que la respuesta que recibió de esta IA nada personalizada fue algo así como un recetario genérico de autoayuda. Ana Rosa Quintana, al darse cuenta del costo de esta herramienta, estalló: «Alguien se está forrando aquí con las necesidades de los demás. Toda la vida de Dios, los católicos y los cristianos han hablado con Dios, pero sin esperar la respuesta. Me parece una falta de respeto». ¡Y cuánta razón tiene! Nos estamos adentrando en un territorio resbaladizo. ¿Es honesto ganar dinero prometiendo respuestas divinas?
La iglesia ya ha estado enfrentando desafíos en cuanto a la fidelidad de sus seguidores en un mundo digital lleno de distracciones. La idea de que una IA pueda sustituir a un consejo espiritual humano requiere un poco de reflexión. ¿No es este tipo de tecnología una extensión del problema? No seamos cínicos, pero ¿en vez de buscar respuestas en nuestra interioridad, preferimos preguntar a un número que, si lo pensamos bien, es solo un puñado de algoritmos?
IA como herramienta de fraude: ¿debe preocuparnos?
Pasamos por alto algo esencial: ¿qué pasa con el aspecto de la privacidad y la seguridad en estas aplicaciones? Este es, sin duda, uno de los puntos más preocupantes. Al compartir nuestras inquietudes más íntimas, podríamos estar abriendo la puerta a un potencial fraude. Aquí es donde debo confesar que tengo una historia propia. Un amigo mío, deseoso de encontrar un sentido de conexión, decidió utilizar un servicio de «consejos en línea», solo para descubrir que sus interacciones estaban siendo almacenadas y vendidas a terceros. ¡Le tuvo que cambiar la contraseña a su vida!
Por otro lado, hay una delgada línea entre el uso moral de la IA y la explotación de las vulnerabilidades humanas. La IA nos puede ofrecer comodidad, pero también puede aprovecharse de nuestros temores y ansiedades. ¿Es realmente necesario crear herramientas que deberían ayudarnos a ser más espirituales mediante un cobro mensual? Es un poco como comerciar con la esperanza.
Las oraciones más eternas: ¿Dónde está la espiritualidad?
Recordemos también que la espiritualidad es, ante todo, un viaje personal. Hay algo profundamente humano (y hermoso) en la búsqueda de lo divino. Pensar en la figura de Dios convenciéndonos a través de mensajes de texto resulta cómico en muchos sentidos. ¿Te imaginas a Jesús enviando emojis por WhatsApp para ilustrar sus enseñanzas? “Aquí estoy, en tu pantalla, ¿te gustaría pecar en esta ocasión?” 😇
A veces, me gusta pensar que en las oraciones de la noche y en los susurros de la naturaleza encontramos respuestas más genuinas que en cualquier aplicación de IA. Si lo miramos desde otro ángulo, simplemente el acto de abrir el corazón y hablar con lo divino es, en sí mismo, un ejercicio de conexión genuina. ¿Es eso algo que podemos ponerle precio? Un poco de introspección puede ser más enriquecedor que un «consejo» enlatado.
Alternativas al consejo divino artificial
A pesar de toda esta conversación, no voy a reducir el uso de la tecnología a mero charlatanismo. Existen aplicaciones muy útiles que actúan como guías o puntos de referencia. Herramientas que fomentan el crecimiento espiritual genuino, actividades de autoayuda y meditación. Pero la diferencia crucial es que estas aplicaciones promueven la reflexión personal y no tratan de actuar como intermediarios entre nosotros y lo divino.
El concepto de IVAs (Inteligencias Virtuales Asistenciales) puede ser atractivo para aquellos que buscan orientación rápida, sin embargo, el verdadero crecimiento espiritual proviene de un compromiso auténtico. Reflexionemos sobre ello: ¿es suficiente algo instantáneo, o hay valor en la búsqueda más amplia y profunda?
En conclusión: un viaje de fe más que un destino
Mi opinión sobre esta herramienta es clara: mientras que la tecnología puede servir como una ayuda en nuestro camino espiritual, nunca debe reemplazar la experiencia humana ni nuestra búsqueda interna. Ya sea en la vida real o a través de las pantallas de nuestros dispositivos, lo que realmente importa es la conexión que hacemos con nosotros mismos y con los demás.
Así que aquí está mi invitación a todos: en lugar de pagar por una suscripción mensual a una app que te «conecta» con lo divino, ¿por qué no inviertes ese tiempo y dinero en actividades que realmente alimenten tu alma? Un viaje a la naturaleza, una tarde de risas con amigos o simplemente un tiempo de reflexión y oración en soledad. A veces, el verdadero consejo puede venir de una conversación sincera con nosotros mismos. ¡Y eso es completamente gratis!
Recuerda que es fácil perderse en la búsqueda de respuestas rápidas, pero a menudo, las preguntas más difíciles son también las que más nos ayudan a crecer. Así que, ¿estás listo para explorar tu propia espiritualidad, sin filtros ni tarifas? ¡Te animo a intentarlo! ¿Quién sabe a qué nuevas dimensiones podrías acceder?