¿Alguna vez has sentido la adrenalina recorrer tu cuerpo mientras esquías por las laderas cubiertas de nieve? Si no lo has hecho, ¡te estás perdiendo de una de las experiencias más emocionantes que la vida tiene para ofrecer! Pero si además imaginas hacerlo saltando por acantilados y trazando líneas en la nieve virgen con una elegancia que desafía la gravedad, entonces probablemente estés familiarizado con el nombre de Abel Moga, un joven esquiador español que se ha abierto camino en el mundo del Freeride World Tour. Así que, abróchate el cinturón mientras exploramos la increíble vida de este atleta y la cultura del freeride.
De los valles de arán al freeride mundial
Abel Moga es un chico normal que nació y creció en el Valle de Arán, un lugar donde la nieve es más que un mero accidente geográfico: ¡es una forma de vida! Si alguna vez has estado allí, sabes que el paisaje es simplemente impresionante. Con un entorno como este, es casi inevitable que su destino estuviera ligado a los esquís desde pequeño. “Te imaginas, me pasaba el día deslizándome y saltando con mis amigos. Las competiciones tradicionales eran para otros, a mí lo que realmente me emocionaba era hacer el tonto en la nieve”, cuenta Moga entre risas.
La conexión con el deporte
El freeride, a diferencia de las competiciones de esquí que se desarrollan en pistas específicamente preparadas, permite a los esquiadores explorar terrenos vírgenes y trazar su propio camino. Con cada carrera, se convierten en artistas en un lienzo nevado. “Al final, cada uno escoge su ruta y, dependiendo de cómo lo haga, le puntúan. ¡Es como una especie de ballet en la montaña!” explica Moga. Sin embargo, el camino hacia el éxito en este deporte no fue fácil.
La clave del éxito de Abel fue conocer al entrenador Cristian Boiria, quien le abrió las puertas al emocionante mundo del freeride. “Conocí a Cristian y me di cuenta de que había más que solo saltar de un lado a otro. Me enseñó el arte detrás de la técnica”, recuerda Moga con admiración. Su participación en la Escuela Emotion fue fundamental para su desarrollo, llevándolo a convertirse en un competidor de élite en un ámbito donde la competencia es feroz.
La adrenalina de la competición
Las competiciones de freeride son un espectáculo asombroso. Imagina estar en lo alto de una montaña, viendo el inmenso horizonte que se extiende ante ti, y pensar: “¿Cómo bajaré desde aquí?” Lo que sigue es la parte emocionante. Los competidores bajan en una sola oportunidad, eligiendo la línea que quieren seguir, tratando de exhibir el mayor estilo y dificultad posible. Una vez que toman la decisión, ya no hay vuelta atrás.
Teniendo en cuenta la estrategia y la técnica detrás de cada bajada, Abel Moga explica cómo se prepara mentalmente. “La previsualización es clave; es como si mentalmente estuvieras convirtiendo la montaña en un tablero de ajedrez antes de hacer cada movimiento”. Su enfoque parece sacado de una película de acción, y no es para menos. Cada segundo cuenta cuando estás compitiendo en un entorno que puede ser tan hermoso como peligroso.
La lucha personal y el camino hacia la cima
Como todo atleta, Moga ha experimentado sus altibajos. Un momento que lo marcó fue cuando se lesionó el hombro durante una sesión de entrenamiento. Su voz se torna seria al recordar, “No fue ni siquiera durante una competencia, simplemente fue un golpe tonto… Pero cuando te lesionas, todo cambia. La mentalidad se convierte en un desafío”. A partir de ahí, tuvo que aprender a reintegrarse al deporte que ama y a superar las pruebas mentales de recuperarse después de una lesión.
Las veladas nevadas y los miedos familiares
“Mi madre siempre está en un estado de preocupación”, dice Moga con una sonrisa. Las familias de los deportistas extremos suelen vivir una montaña rusa emocional. Tal vez, debido a la vistosidad de las caídas, muchos de sus familiares se convierten en fanáticos de la “suspensión del aliento”. Durante uno de sus eventos más recientes, que tuvo lugar en Kicking Horse en Canadá, logró el segundo lugar, entusiasmando a su madre, aunque a su vez también le causó gran ansiedad. “Te puede gustar el riesgo, pero tus padres siempre querrán lo mejor para ti… incluso a veces, pueden querer que consideres la vida como contador de carpetas”, dice entre risas.
De la peligrosidad y la belleza de la montaña
Una experiencia única en el freeride es la belleza del entorno, pero hay que tener en cuenta que este deporte no es para los débiles de corazón. Avalanchas, agujeros y obstáculos naturales son solo algunas de las amenazas que los esquiadores deben considerar. “Es parte del desafío, y a la vez, de la magia de esquiar en la nieve virgen”, nos cuenta Moga con una chispa en sus ojos.
Sin embargo, también hay algo profundamente satisfactoria en deslizarnos a gran velocidad por laderas vírgenes. ¿Es el freeride peligroso? Ciertamente. Pero también puede ser un medio increíble de autodescubrimiento. “Siempre que sientas que hay un riesgo, hay una oportunidad de crecimiento”, nos dice Abel con una sabiduría que va más allá de su edad.
La espera por los Juegos Olímpicos de invierno
Uno de los más grandes sueños de Abel es que el freeride sea reconocido como una disciplina olímpica. “Me encantaría que el freeride tenga su lugar en los Juegos Olímpicos de invierno de 2030. Es una modalidad emocionante y llena de estilo, y creo que merece ser visto por un público más amplio”, expresa con una mirada llena de pasión. Este aspecto está en discusión, ya que cada vez más se valora la espectacularidad del freeride frente a otras modalidades. Es posible que algunos se pregunten: “¿Por qué no convertirlo en parte de la gran cita olímpica?”
Cuando Moga se sube a sus esquís, no solo representa a sí mismo, sino también a todos los esquiadores que anhelan ver su arte y pasión reconocidos en un escenario internacional.
Consejos para los aspirantes a freeriders
Si algún lector está interesado en probar este deporte, Abel tiene algunos consejos prácticos: “Lo más importante es contar con una buena base en esquí tradicional. Nunca te saltes los fundamentos, y a partir de ahí, sal a descubrir la montaña, pero hazlo con seguridad y respeto por el entorno”.
También enfatiza la importancia de formarse con entrenadores adecuados. “La comunidad de freeride es pequeña pero unida. Encuentra a alguien que te guíe y te ayude a encontrar tu propio estilo. Luego, lánzate a las laderas”, aconseja.
Reflexiones finales: más que un deporte
La historia de Abel Moga es más que la de un joven que ha llegado a la élite del freeride; es un relato sobre la pasión, la perseverancia y la belleza indescriptible de la naturaleza. A medida que se prepara para su próxima competición en Georgia, donde también competirá en Austria y Suiza, Moga emerge como una inspiradora figura en un deporte que continúa evolucionando.
En un mundo donde la búsqueda de adrenalina y la creatividad se entrelazan, quizás la próxima vez que veamos a esquiadores deslizándose por la nieve, recordemos que cada giro de sus esquís está pintando una obra maestra en el lienzo blanco. ¿Y quién mejor que Abel Moga para liderar esta emocionante nueva era en el freeride?
La soledad de la cima nunca ha sido tan vibrante. ¡Larga vida al freeride!