En lo que parece un ecosistema político cada vez más polarizado, la reciente publicación de directrices por parte del Gobierno de EE. UU. sobre las «definiciones basadas en el sexo» ha encendido una nueva controversia. Mientras algunos aplauden la «restauración del sentido común», otros ven este paso como un ataque frontal a la ciencia y los derechos de la comunidad LGBTQ+. En este artículo profundizaremos en los detalles de esta polémica, su contexto histórico, sus implicaciones y, por supuesto, algunas reflexiones personales que me hacen sentir que la situación es más complicada de lo que se presenta.
La nueva guía: ¿un retorno a la biología?
El secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert Kennedy, ha sido el rostro visible de esta nueva política. Por hispanizar un poco el ambiente: imaginen que se encuentran en una reunión de amigos, se sienta uno y dice “voy a restaurar la tradición de los merengues en este grupo”. La reacción puede variar entre aplausos y risas nerviosas, dependiendo de qué tan seria sea la reunión. Lo mismo sucede aquí.
Kennedy describe el término «sexo» como “la clasificación biológica inmutable de una persona como hombre o mujer”, un enunciado que a muchos expertos ha dejado rascándose la cabeza, preguntándose si estamos haciendo un viaje en el tiempo a épocas en que los científicos consideraban que la biología era el único determinante del género. Esto suena casi como una escena sacada de una serie de ciencia ficción, donde los personajes luchan por su identidad en un mundo que se niega a reconocer su realidad.
¿Y qué pasa con las personas trans?
Esta nueva directriz, sin duda, representa una «necesidad» desde la perspectiva de la actual administración, pero para las personas transgénero, no binarias o intersexuales, lo que realmente hace es poner en riesgo sus vidas y bienestar. Es un poco como si uno intentara explicarles a sus amigos por qué no quiere que le digan por el apodo de «Pelusa», después de que se pasaron años llamándote «Pelusa» sin pensar en tu preferencia. ¿Quién se va a sentir bien con eso?
La administración de Donald Trump no se nota ahorrativa en sus esfuerzos para redefinir el género. Su reciente movimiento incluye un intento de prohibir la participación de mujeres transgénero en deportes femeninos, un tema que, simplemente, no deja de aunar opiniones diversas tanto dentro como fuera de la comunidad lésbica, gay, bisexual, transgénero y queer (LGBTQ+).
Historia un poco más amplia
No podemos hablar de esta situación sin reconocer el contexto más amplio. El HHS, que es lo que usamos para referirnos al Departamento de Salud y Servicios Humanos, realizó esta revisión de condiciones bajo el mandato de Trump, que, al parecer, comenzó su presidencia con un entusiasmo que podría rivalizar con el de un niño en su primer día de escuela. Recuerden que Trump firmó una orden ejecutiva el 20 de enero titulada «Defender a las mujeres del extremismo de la ideología de género». Hay algo que me hace sentir que la ironía está definitivamente involucrada aquí.
Por otro lado, la situación enfrentada por aquellos menores trans que dependen de tratamientos médicos es un claro ejemplo de cómo se entrelazan las vidas de las personas con la política. ¿Alguien más se siente incómodo al pensar que un par de adultos en un escritorio están decidiendo sobre la vida de adolescentes que simplemente quieren ser quien son? Este es el dilema de un mundo que, a pesar de hablar mucho de libertad, a veces se siente más como un juego de Monopoly que una verdadera representación de la democracia.
La oposición demócrata y la búsqueda de la verdad
Mientras el campo republicano avanza entusiasta en su misión de restaurar lo que consideran “verdades biológicas”, el campo demócrata no se ha quedado atrás. Las voces que abogan por un enfoque más inclusivo han emergido con la fuerza de un huracán. La fiscal general de Nueva York, Letitia James, ha tomado la delantera pidiendo a los hospitales de la ciudad que continúen ofreciendo tratamientos de afirmación de género a los menores trans. ¿No suena eso como un intento de mantener un rayo de esperanza en medio de una tormenta política?
De hecho, un juez federal también intervino la semana pasada para asegurar que la financiación federal continúe fluyendo hacia hospitales que ofrecen tratamientos de transición de género a adolescentes. En un país donde las decisiones médicas a menudo son objeto de numerosos debates, ver que la justicia se pone del lado de la equidad es un alivio. Lo que parece un juego de ajedrez, con movimientos y contraataques, se convierte en una batalla donde los peones no son solo piezas, sino vidas humanas.
La importancia de la empatía y la humanidad
En medio de este debate residen historias de personas. Historias de adolescentes que se ven en la necesidad de luchar no solo contra la sociedad, sino también contra una administración que parece decidida a ignorar su existencia. Este es el momento de recordar que detrás de cada política hay un ser humano que sufre, que lucha por encontrar su lugar en un mundo que no siempre se muestra afortunado.
¿No hemos todos sentido en algún momento la necesidad de ser aceptados por quienes somos, sin importar nuestra naturaleza? Recuerdo cuando tenía diez años, y un amigo me preguntó por qué me gustaba esa canción de Britney Spears, y yo, en un intento de ser “normal”, me limité a decir que era porque “pega mucho”. La realidad es que esa canción resonaba conmigo de maneras que quizás no podía expresar. Si esos sentimientos pueden surgir en un niño, imagina la magnitud de lo que una persona trans o no binaria puede estar sintiendo mientras el estado dictamina su dignidad.
Un futuro incierto
La resistencia del campo demócrata por mantener la política sanitaria y científica más inclusiva va de la mano con la realidad de que muchos ciudadanos no se quedarán de brazos cruzados mientras se modifica su existencia y derechos. Pero ¿dónde nos deja eso? Es un terreno resbaladizo, donde las decisiones pueden rendir frutos a corto plazo, pero las repercusiones a largo plazo pueden ser devastadoras.
Mientras tanto, el campo republicano se aferra a su narrativa y lucha por establecer sus principios en el tejido mismo de la política de salud. Cuando se trata de la verdad científica y médica, también hay algo que me hace cuestionar: ¿quién tiene la autoridad para definir la «verdad» de otra persona? Se siente como un intercambio interminable entre la ambición política y el derecho a la vida y la dignidad de muchos.
Reflexiones finales: la búsqueda de un camino común
Mi esperanza, al final del día, es que podamos encontrar un camino a seguir que combine la ciencia con la empatía, que logre establecer un diálogo donde las experiencias de cada individuo se reconozcan y se respeten. Es como cocinar: a veces necesitas un poco de sal, mientras que otras veces, un toque de dulzura puede hacer toda la diferencia.
Esta batalla apenas comienza, y, como espectadores de esta obra política, es nuestro deber mantenerse informados, compartir nuestras voces y, sobre todo, hacer oír nuestros corazones. Porque al final, queremos vivir en un mundo donde todos tengan la oportunidad de ser quien son, sin miedo a ser juzgados o rechazados. ¿No es eso lo que todos buscamos?