En un giro que ha captado la atención de todos —y cuando digo “todos” me refiero a aquellos que sí siguen las noticias y no sólo ponen «like» a los memes en redes sociales— el Departamento de Estado de EE.UU. ha designado a seis cárteles mexicanos y dos pandillas sudamericanas como organizaciones terroristas internacionales. Esto no solo recalienta las relaciones diplomáticas entre ambos países, sino que también plantea preguntas inquietantes sobre la seguridad y el futuro de la lucha contra el narcotráfico.

La lista de los designados: ¿realmente una sorpresa?

Al ver la lista de organizaciones criminales que se detalla en la nota escrita por Marco Rubio, se puede pensar: “Esto ya lo sabíamos, ¿no?” Pero, ¿se habían atrevido realmente a dar este paso? Los cárteles de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, y otros, ya llevan tanto tiempo en el negocio que, para muchos, parecen casi instituciones más que grupos criminales.

La inclusión de la Mara Salvatrucha y el Tren de Aragua también tiene su peso. Estos no son simples pandilleros; están en la vereda del frente de la batalla contra el crimen organizado en América Latina. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez cómo es que estas organizaciones parecen operar con tanta impunidad en medio de la violencia y la corrupción?

Un paso más allá en la lucha contra el narcotráfico

Bajo la administración de Donald Trump, esta acción es un claro intento de emplear herramientas que se usaron principalmente contra grupos yihadistas tras el 11-S. Las designaciones anteriores han fomentado un enfoque más agresivo, y ahora parece que Trump busca aplicar esa misma presión a los cárteles.

Una historia personal: encontrando la raíz del problema

Recuerdo que una vez, en una charla con un amigo que había vivido en México, me contaba sobre cómo sentía que la vida diaria estaba marcada por la violencia, pero seguía haciendo su vida como si nada. “Es un círculo vicioso”, decía. “Los cárteles son una parte de nuestra vida, pero también la gente que quiere vivir en paz”.

Este sentimiento se refleja en muchos ciudadanos exposicionados constantemente a la situación. Así que, preguntémonos: ¿cuántos deben cruzar la frontera diaria de manera irregular por un sueño americano que parece más un juego de azar que otra cosa?

Reacciones y tensiones diplomáticas

La respuesta de Mexicanas como Claudia Sheinbaum, presidenta de la Ciudad de México, ha sido clara: considera que EE. UU. está ingiriendo en su soberanía. Últimamente, ha estado en el radar mediático, no solo por su oposición a la designación de los cárteles, sino también por su postura de que las empresas de armamento norteamericanas son cómplices en la violencia. Y ¿cuántas veces hemos oído que “la mejor defensa es un buen ataque”? Esto parece ser lo que piensa ella.

Las palabras de Trump y su eco

Trump, desde su residencia de Mar-a-Lago, ha asegurado que los cárteles están detrás de la crisis del fentanilo en EE.UU. y de la crisis migratoria que ha alcanzado cifras históricas durante la gestión de Joe Biden. Es un juego complicado, y las declaraciones nunca faltan a la agenda noticiosa. Pero, ¿quién realmente saca provecho de esta situación?

El dilema del fentanilo

Si volvemos a la raíz del problema, el fentanilo es una de las drogas que ha hecho mella en la población estadounidense. Muchas familias han perdido a seres queridos por la adicción a esta sustancia. Entonces, cuando Trump habla de que los cárteles son parte del problema, es fácil ver cómo se genera una ola de enojo y frustración entre la ciudadanía. Pero, ¿es realmente justo dirigir todo el odio hacia ellos?

La cadena de culpabilidades

Así es como se forman los círculos vicióseros en estos diálogos. Se culpa a los cárteles, se culpa a México, se culpa a los fabricantes de armas, pero la realidad del asunto es que este es un fenómeno global con raíces profundas. La CIA está incrementando su monitoreo sobre los cárteles mexicanos, y esto trae consigo sus propios retos éticos y morales. ¿Acaso las operaciones de inteligencia solo empeorarán las cosas?

La historia se repite

En sus notas, Rubio menciona que esta situación no es nueva. Desde los años 2000, tras los atentados, EE. UU. ha estado en una carrera constante para designar organizaciones como terroristas, y cada acción trae consigo un efecto dominó.

En este sentido, el escrutinio sobre las conexiones de armas entre EE. UU. y México se intensifica. Cada año, entre 200,000 y 500,000 armas se trafican de norte a sur. ¿Alguna vez nos hemos preguntado si alguna de esas armas fue fabricada en la misma ciudad donde vivimos?

Nuestras expectativas frente a una crisis

La relación entre países no se construye sobre la base de decretos. Se establece bajo la premisa de confianza y cooperación. Mientras Trump y Sheinbaum discuten sobre si esto es un gesto de guerra o un intento honesto de mejorar la situación, el ciudadano promedio sigue atrapado en medio.

Conclusión: una lucha que continúa

La designación de cárteles y pandillas como organizaciones terroristas no es un acto insignificante. Necesitamos entender que, mientras algunos celebran esta decisión como un avance, otros la ven como una violación de su soberanía. Cada parte tiene su versión, y es esencial escuchar todas las voces en la mesa.

Para aquellos que buscan soluciones, es crucial mirar más allá de las etiquetas de “terroristas” y enfocarse en abordar los problemas raíz que nos llevan a esta complejidad. Y como siempre, la empatía es la clave para construir un futuro donde todos tengan la oportunidad de vivir sin miedo.

Así que la próxima vez que escuches sobre este tema, pregúntate: ¿qué se puede hacer realmente para cambiar la historia? Y recuerda que, al final del día, todos queremos lo mismo: seguridad, paz y un poco de humor en este loco mundo en el que vivimos.