El sol brilla intensamente sobre la costa gallega, mientras los turistas y los lugareños disfrutan de las playas que parecen sacadas de una postal. Pero, como hemos aprendido en la vida, no todo lo que brilla es oro. Entre las olas y las arenas se encuentra un chalé que ha desencadenado un fuerte debate en la opinión pública, y no es por la vista al mar o las fiestas veraniegas. Hablamos del hogar de Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, y su pareja, Eva Cárdenas. ¿El problema? Un pequeño detalle en el que muchos podríamos caer: la ilegalidad de la propiedad.
La historia detrás del jardín
¡Vaya enredo! Cuando escuché por primera vez sobre esta historia en las noticias, no podía creer que se tratara de algo tan… desequilibrado. Adquirir una propiedad sabiendo que hay un deslinde pendiente tiene un toque de “telenovela” que no puedo ignorar. En 2019, la pareja compró un chalé en Moaña, Pontevedra, sabiendo que 210 metros cuadrados de su jardín no les pertenecían. Sí, leyeron bien. Esa pequeña sección, que se extiende hasta el mar, estaba reclamando su lugar como espacio público. La historia de este jardín tiene sus raíces en 1941, cuando se juntaron cinco fincas para crear un refugio frente al mar que, desde entonces, ha sido un lugar de vacaciones, risas y, ahora, litigios.
Al parecer, la ley de Costas sofoca sueños de playa cuando se trata de propiedades que han invadido la línea costera. De hecho, en 2007, se planteó un deslinde sobre esa propiedad, pero quedó en el aire durante años. ¿Qué significa esto? Que, aunque los anteriores dueños no hicieron nada al respecto, Alberto y Eva decidieron dar batalla. Las palas excavadoras asoman, ansiosas por demoler el muro que contiene su terreno «privado». La propuesta de Eva de pedir una concesión al Gobierno de 30 años es, sin duda, un intento desesperado de aferrarse al sueño del jardín frente al mar.
Los dilemas de la propiedad
Este dilema de propiedad sigue siendo uno de los caballos de batalla más frecuentes en España. ¿Alguna vez han tenido que lidiar con disputas vecinales? Esa angustia de pelear por un terreno donde alguna vez se jugó al fútbol o se organizó una barbacoa. La historia de Núñez Feijóo es un eco de muchas de estas situaciones en las que el deseo de tener acceso privado a un espacio público genera fricciones. Podrían imaginar las reuniones de la comunidad de vecinos…
“¿Por qué no podemos tener un acceso exclusivo a la playa? ¡Es nuestro derecho!” Como si la Constitución estuviera escrita en arena, ahí está la pareja, luchando por un trozo de costumbre familiar que, seamos sinceros, muchas veces estamos dispuestos a ignorar cuando nos favorece.
La batalla legal
Todo esto nos lleva a la siguiente parte de la trama: la batalla legal. Iniciar un procedimiento administrativo como el que propone Cárdenas puede presentar desafíos mayúsculos. Es un verdadero laberinto burocrático que a menudo se siente más como un juego de ajedrez en el que hay muchos movimientos en falso antes de conseguir una victoria. Evaluar la concesión de uso privado en este contexto es como intentar convencer a un gato de que tome un baño.
Los primeros en entrar en juego han sido el grupo municipal del PSOE en Moaña, quienes no se dejaron llevar por el jardín de ensueño de los Feijóo. Ellos plantean que el mirador de A Masandía es esencial para conectar espacios públicos y promover el disfrute de la costa. En un país donde las disputas por el acceso a las playas son más comunes que las fiestas de San Juan, ¿quién puede culparles? La comunidad se organiza, como en la última reunión para decidir si el próximo gran torneo de fútbol se llevará a cabo en el parque de la esquina o en el campo más grande.
El dilema de quien ocupa paga
Y aquí estamos, en una fase crítica: “quien ocupa, paga.” Cualquier persona que haya pasado por la experiencia de lidiar con Costas en España sabe que esto no es simplemente un dilema legal; también es una especie de mantra administrativo. Las autoridades tienen que actuar, y cuando se trata de propiedades que involucran espacios públicos, la ley es la ley… incluso si eso significa que tu encantador jardín se convierte en escombros.
En caso de que el dictamen administrativo resulte desfavorable para la pareja, las implicaciones son serias. Tendrán que asumir los costos de la demolición y restaurar la finca a su estado original. Imagina el momento de la verdad: “Querido, se nos acabó el jardín… hoy el mar se lo lleva todo.” El coste no solo es financiero, sino posiblemente emocional. ¿Quién no ha dedicado horas de cuidado y amor a su propio trocito de tierra? Una historia que podría resonar con cualquiera de nosotros que ha intentado cultivar un poco de felicidad en nuestros pequeños espacios, ya sea cortando el césped o dando un toque de color a las flores.
¿Y ahora qué?
La pregunta que echo al aire es: ¿pondrán fin a esta disputa o se rendirán ante el estado de las cosas? Hasta ahora, la pareja parece decidida a luchar. Ese espíritu de enfrentamiento y desafío es admirable, aunque no del todo intuitivo teniendo en cuenta las realidades legales. La vida familiar, las visitas de amigos, las fiestas en la playa… todo ello queda en el aire mientras los tribunales deciden el destino de su jardín.
Lo que parece claro es que este caso no solo tiene su eco en Moaña, sino que también resuena en distintas áreas del país, donde la costa y el dominio público son temas críticos. La historia de Alberto y Eva podría ser simplemente un relato distorsionado por los medios, o podría ser la historia de muchos que, en su afán por extender la privacidad hacia espacios públicos, terminan enfrentándose a la dura realidad de la ley.
Reflexionando sobre la vida y las decisiones
A medida que las palas excavadoras se preparan para entrar en acción, reflexionamos sobre nuestras propias decisiones. Todos hemos tenido momentos en los que hemos ido demasiado lejos, ya sea por afán de tener un espacio propio o por mantener lo que creemos que nos pertenece. La historia de la familia Feijóo nos invita a pensar en el equilibrio entre nuestros deseos personales y el espacio de todos.
Les pregunto: ¿por qué a veces sentimos la necesidad de reclamar como propio lo que claramente pertenece a la comunidad? ¿No será que todo lo bueno que se despliega ante nosotros es, al final, un bien común? La próxima vez que disfruten de una tarde en la playa, recuerden que esas olas son de todos, y nuestra idea de propiedad se desdibuja frente al vasto océano.
Para concluir
Así que ahí lo tienen, amigos. Una historia combinando política, litigios y el amor por la costa gallega. ¿Quién ganará esta dura batalla por un pedazo de tierra? El viento sopla fuerte y, aunque pueda parecer injusto, el mar siempre reclamará lo que es suyo. Tal vez deberíamos aprender a construir muros más sólidos en otros aspectos de nuestras vidas, y no solo en nuestro jardín.
Permitan que esta historia nos inspire a reflexionar sobre nuestro espacio en el mundo y cómo lo compartimos con los demás. ¿Estamos dispuestos a poner en juego nuestra comodidad en aras de lo que es justo? La historia de la pareja Feijóo-Cárdenas es solo el inicio de un debate mucho más amplio sobre cómo interactuamos con nuestros espacios compartidos y las consecuencias de nuestras decisiones.