La frase «volverán como los vinilos» se ha convertido en un lema entre los nostálgicos, aquellos que se aferran a los colores y texturas de un pasado más tangible. Pero, ¿alguna vez pensaste que nuestras antiguas enciclopedias podrían hacer un regreso triunfal al igual que esos amados discos de vinilo? En una época donde los hogares parecen saturados de tecnología digital, las enciclopedias en formato físico están encontrando, insospechadamente, un nuevo propósito.
Un viaje a la memoria de la enciclopedia
Recuerdo la primera vez que hojeé una de esas majestuosamente gruesas enciclopedias encuadernadas en cuero. Era una tarde de verano en la casa de mis abuelos. El aire estaba impregnado de ese aroma tan característico que solo parece existir entre páginas amarillentas y polvo ancestral. No era solo un libro, era un portal a mundos apasionantes, y durante un tiempo, se convirtió en un compañero de aventuras. Pero con el advenimiento del internet, muchos de esos tomos terminaron relegados a lo que yo llamo «fondo de estantería», el lugar donde van a morir los libros que una vez fueron leídos, pero que, por motivos misteriosos, se quedaron en el olvido.
¿Y quién puede culparnos? Con la inmediatez que nos brinda Google, es fácil despreciar la profundidad y el peso físico de una enciclopedia. La intimidante suma de conocimiento encerrada en aquellas páginas no puede competir con la velocidad de la información que obtenemos con un simple clic. Pero, ¿realmente hemos pensado en lo que significa renunciar a esa relación tangible con el conocimiento?
El dilema moderno: ¿deshacerse o reciclar?
Volvamos a ese momento en la casa recién reformada, donde un grupo de amigos se enfrenta a una enciclopedia de veinticinco volúmenes. La idea de destruirla resonó en la habitación. Si alguien me hubiera preguntado en ese momento si extrañaría esas enciclopedias, probablemente habría respondido de manera despectiva. Pero una mirada a su estructura, sus portadas desgastadas y el suave roce de sus páginas me desarmó. Era como una reunión familiar, y no podía soportar ver a esos tomos ser tratados como objetos inútiles.
Una voz mencionó la posibilidad de la «moda retro»; después de todo, los deco-influencers ahora abogaban por dar nuevas funciones a estos antiguos compañeros. Convertirlos en mesas de café o usar sus lomos para decorar; incluso se hablaba de hacer álbumes de fotos con ellos. Se me ocurrió que, quizás, las enciclopedias no solo podrían ser recicladas, sino reintegradas como arte en nuestras vidas modernas.
La maraña de recuerdos y afecto
El corazón se ablanda cuando pensamos en los buenos tiempos pasados. Aquellos días en que nos sentábamos en el suelo de nuestro cuarto, abriendo un volumen para descubrir la historia de una civilización desaparecida o las maravillas del mundo natural. La conexión que creamos con las enciclopedias que habitaban nuestras casas va más allá de la mera cuestión del conocimiento: son memoria, historias y un registro de nuestra propia curiosidad. Esos tomos fueron testigos de nuestros proyectos escolares, que forjaron nuestra relación con el aprendizaje.
¿Quién no recuerda ese sentimiento de satisfacción al conseguir la respuesta que tanto le había costado encontrar? Desempolvar esas enciclopedias puede despertar una un sentimiento casi sagrado; es como abrir un cofre del tesoro de nuestra infancia, donde las palabras danzaban en nuestras mentes y generaban sueños.
Pero claro, la cuestión también se plantea con la madurez. Ante la realidad de las estanterías abarrotadas, debemos preguntarnos: ¿realmente necesitamos conservar todo? No hay una respuesta sencilla, pero tal vez sería mejor buscar un equilibrio entre el pasado y el presente.
El aroma de la nostalgia
Algunos podrían pensar que el polvo en las estanterías es solo un símbolo del paso del tiempo. Sin embargo, como menciona Deborah García Bello en su libro La química de lo bello (2023), los libros viejos tienen un aroma peculiar que los hace únicos. Este aroma se desata por la oxidación de la lignina, y, curiosamente, crea una conexión olfativa entre nosotros y esas memorias.
¿No es increíble pensar que al abrir un libro antiguo estamos respirando la misma atmósfera que aquellos que lo leyeron hace siglos? Y ese sonido, el crujir de las páginas mientras las pasas, es la banda sonora de una experiencia de lectura que no se puede replicar digitalmente. Esa textura, esos bordes, son parte de lo que significa ser humano. Pero, admito que he tenido que reconocer que la ansiedad de la pantalla es una enfermedad desconocida en el mundo de las enciclopedias físicas.
Las enciclopedias como arte
En lugar de pensar en las enciclopedias como meros objetos de conocimiento, ¿por qué no considerarlas como una forma de arte? Hay algo intrínsecamente bello en la encuadernación, en la calidad de las ilustraciones, en la manera en que se ha vertido arte y pasión en esos tomos, cuando la información se entregaba no solo en palabras, sino también en hermosas imágenes.
Así que, la próxima vez que pienses en deshacerte de tu vieja enciclopedia, pregúntate: ¿podría convertirse en un objeto decorativo? Las tendencias actuales apuntan a reutilizar lo antiguo de formas creativas, y quizás una enciclopedia tampoco sea la excepción. Ahora, en vez de tirarlas, podríamos pensar en cómo exhibirlas como piezas valiosas de un tiempo pasado, creando un ambiente cálido y lleno de personalidad en nuestros hogares.
La historia detrás de la enciclopedia
Hablando de historia, pensemos en lo que significa tener una enciclopedia que trace su linaje hasta la Edad de Oro de la ciencia y el conocimiento. Hay una cierta heroicidad en la manera en que esos volúmenes llegaron a existir. Pongamos como referencia el viaje de dos académicos de la Real Academia Española a llevarse la primera edición de la Encyclopédie de Diderot y d’Alembert a España en tiempos del Santo Oficio.
Y pensar que sus autores enfrentaron riesgos, no solo intelectuales, sino también personales, por publicar ideas que hoy consideramos básicas, pero que en su tiempo eran revolucionarias. Este tipo de historias son las que dan valor a las enciclopedias, que no son solo colecciones de datos, sino crónicas de pensamiento, cultura e innovación.
La era digital y nuestros hábitos de aprendizaje
Sin embargo, vivimos en la era digital, donde el acceso a la información es facilitado por plataformas como Wikipedia y Google. ¿Significa esto que las enciclopedias han quedado obsoletas? Claro, el acceso instantáneo a la información es valioso, pero igual puede ser superficial. La búsqueda de una definición rápida no se compara con el acto de buscarla en un libro físico, donde los caminos de nuestro cerebro comienzan a trazar conexiones. Las enciclopedias exigen tiempo y relación. Entre sus páginas, uno no simplemente busca información; descubre, recopila, conecta y, sobre todo, aprende a disfrutar del viaje.
La vuelta a lo simple
A pesar de todo, parece que estamos en un punto de saturación con la tecnología. Con el auge de movimientos como la «desintoxicación digital» y el regreso de los teléfonos “tontos” por parte de algunas generaciones, ha surgido una pregunta importante: ¿será que la búsqueda de la simplificación nos lleve de regreso a estas antiguas formas de adquisición del saber?
En un mundo donde el ruido digital parece todo consumirlo, la tranquilidad y el valor del conocimiento centrado en lo físico pueden facilitar un retorno a lo básico. Sentarse con una enciclopedia en la mano, lejos de las distracciones, puede parecer un lujo en la actualidad.
Reflexiones finales
El futuro de nuestras viejas enciclopedias aún está por escribirse. Por un lado, pueden considerarse un vestigio de un pasado que se siente más noble y contemplativo. ¿Por qué no permitirles que ocupen un lugar en nuestras vidas, en nuestras casas? Quizás no solo como objetos, sino como recordatorios de un tiempo en que buscábamos el conocimiento de una manera más pausada.
Así que, cuando pensemos en esos volúmenes polvorientos y aquellos que se esfuerzan por empacar sus viejas enciclopedias en cajas, recordemos que el conocimiento no tiene forma ni tiempo. Tiene un aroma, tiene una textura, y, sobre todo, tiene una historia. Cada página que abrimos es como abrir una puerta hacia el pasado, y, a veces, las respuestas a las preguntas de nuestra vida actual pueden estar justo ahí, entre esas páginas que huelen a aventura y descubrimiento.
¿Te atreves a desempolvar esas enciclopedias olvidadas y descubrir el tesoro de conocimiento que albergan? ¿O prefieres seguir navegando en la vastedad de la información digital que, aunque rápida, a menudo carece de la profundidad y el contexto que solo los tomos en papel pueden ofrecer? ¡La decisión es tuya!