El pasado 31 de enero de 2023, el Pabellón Olímpico de Badalona se llenó de energía y adrenalina al albergar la tercera edición del Dogfight Wild Tournament, un evento de artes marciales que, como bien dice su creador Jordi Wild, se caracteriza por ser “el espectáculo más sangriento y brutal de internet”. Pero más allá de las impresionantes peleas que tuvieron lugar esa noche, el evento también se vio envuelto en polémica, drama y, como no podía faltar, un poco de humor. Ahora bien, ¿qué pasó realmente en esta velada digna de ser recordada? Acompáñame en este análisis del Dogfight Wild Tournament 3, donde las peleas no fueron la única cosa explosiva.
Un inicio electrizante, pero polémico
Imagínate el ambiente que debe haber habido allí esa noche: gritos, vítores, la gente al borde de la locura, esperando con ansias cada enfrentamiento. Pero, como en toda buena serie de drama, no tardó en estallar la controversia. En su entrada triunfal, el propio Jordi se vio rodeado de un escándalo cuando El Xokas, uno de los comentaristas más reconocidos del mundo de los youtubers, realizó un gesto que muchos interpretaron como un «saludo nazi».
¿Destrozos? No precisamente, pero la reacción en redes sociales no se hizo esperar. Enrique, un amigo mío, que estaba presente, me decía que sintió la tensión en el aire al escuchar el murmullo ante la reacción del público. “Sentí un escalofrío. ¿Era un espectáculo de lucha o un Festival de la polémica?” me dijo. ¡Vaya mezcla!
El humor como salvación
Jordi Wild, con su característico humor, se tomó la situación con cierta ligereza. En el episodio más reciente de su pódcast, The Wild Project, compartió que, al escuchar los cánticos de “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!”, se rió y lo tomó como parte del show. Bueno, no puedo decir que no lo haya hecho en alguna que otra fiesta, ¡y qué risa me he llevado! Definitivamente, la risa puede ser un buen mecanismo de defensa.
Me pregunto, no obstante, ¿qué tanto podemos mezclar el espectáculo con nuestras opiniones políticas? Para Jordi, esto es más espectáculo que político, y es difícil no compartir una risa al respecto, aún si está abordando un tema tan espinoso.
¿Un evento apolítico?
Según lo que comentó Jordi, una gran parte de los asistentes eran “apolíticos”, personas que ni siquiera votaron. “Yo hace mucho que no voy a votar”, añadió, como si de un reconocimiento personal se tratara. Es curioso ver cómo un evento de lucha puede atraer a un público que parece más interesado en la adrenalina que en el acontecer político. Pero… ¿qué pasa con la libertad de expresión? ¿Es este tipo de eventos un reflejo de la saturación política que se vive hoy en día?
En realidad, me remonto a mis días como espectador casual de boxeo. No importaba si el boxeador era republicano o demócrata, para mí lo que contaba era el espectáculo. ¿No hay algo hermoso en eso? Una especie de “Dame espectáculo, no política”, que podría aplicarse a muchos ámbitos de nuestra vida. Sin embargo, también hay que tener cuidado: la línea entre el humor y la ofensa es delgada.
La ambivalencia del público
Un elemento que no se puede ignorar son esas escenas incómodas, resaltadas por los gritos dirigidos a figuras políticas. En el caso del Dogfight Wild Tournament, el cántico que repetían los asistentes parecía más un grito liberador de frustraciones que un ataque deliberado. Jordi reflexionó sobre cómo este tipo de cosas podrían perjudicar su evento, lo cual es válido, sin duda. ¿Pero no estamos, como consumidores de entretenimiento, un poco hartos de la política diaria?
Recuerdo estar una vez en un concierto donde, al poco rato de empezar, alguien lanzó un dardo político involuntario. La atmósfera se volvió tensa, todos miraban a su alrededor como si de un Jurado de una película de misterio se tratara. En un evento como este, las líneas se desdibujan, y la gente se permite el lujo de gritar, reír y, en efecto, ofender.
Abner Lloveras: La sorpresa de la noche
Entre la controversia, también hubo espacio para personajes que hicieron del evento un espectáculo aún más memorable. Abner Lloveras, un conocido independentista catalán, se convirtió en el favorito de la noche al alzar la voz en catalán y gritar “¡Visca Catalunya!”. Su popularidad, al parecer, fue un indicativo de que el Dogfight no era simplemente un evento político en sí mismo, sino un microcosmos de la sociedad española donde existen diversas opiniones.
Al escuchar esto, no pude evitar recordar aquellos días universitarios en los que tantos debates se armaban sobre el separatismo. ¿Por qué algo que debería ser entretenimiento se convierte en un reflejo de nuestras luchas sociales? Tal vez, porque somos un público apasionado y, a menudo, actuamos como si fuéramos parte del espectáculo, incluso cuando debería ser solo un pasatiempo.
El impacto económico y la presión del espectáculo
La discusión sobre el costo del evento fue otra de las perlas que dejó Jordi en su pódcast. Describió las pérdidas que enfrentó, y la preocupación por cómo las polémicas podrían afectar sus oportunidades de patrocinio en el futuro. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿es el arte de entretener y atraer a un público masivo más importante que la política en sí misma?
En el caso de Jordi, el dilema es ficticio: el lúdico espectáculo de lucha trató de hacer frente a un escenario real de repercusiones. Pero, seamos sinceros, nosotros, como espectadores, buscamos la escapatoria. Todos queremos un poco de diversión, un poco de locura y un recordatorio de que, ante la adversidad, el humor siempre tiene un papel protagónico.
¿Y qué me dicen de las oportunidades perdidas? ¿Has sentido que tu bienestar y pasión por eventos pueden ser dañados por criterios ajenos? Si hemos aprendido algo de la vida, es que la diversión no siempre es un camino de rosas. La presión del espectáculo llega, y los actores a menudo deben adaptarse. Pero, ¿quién no quiere dejar un legado memorable?
Reflexionando sobre el Dogfight
Para cerrar, el Dogfight Wild Tournament 3 fue más que IPs y comentarios; fue una experiencia vivencial que nos dejó lecciones en relación a cómo nos enfrentamos a los problemas actuales. En cada pelea, en cada «grito de guerra», había un reflejo de la sociedad. La combinación de acción, humor y diálogo público es, sin dudarlo, lo que nos mantiene alerta. Sin embargo, las consecuencias son reales, y los organizadores a menudo enfrentan dilemas sobre cómo lidiar con un público que busca chispas de controversia.
¿Es esto lo que queremos? Un espectáculo en el que las opiniones danzan al ritmo de golpes y risas? Tal vez sí, tal vez no. Solo sé que, de una forma u otra, el Dogfight Wild Tournament se convertirá en una referencia de cómo los eventos de entretenimiento pueden tener un lado más oscuro, pero, al mismo tiempo, siempre hay espacio para un poco de humor.
Así que, la próxima vez que asistas a un evento como este, recuerda lo que hay detrás de la brutalidad: risas, quizás lágrimas, y sin lugar a dudas, un montón de debates… y sí, ¡que viva el espectáculo!