La Universidad pública vasca (UPV/EHU) ha dado un paso significativo al activar su “protocolo contra las violencias de género”. La decisión se produce tras la presentación de varias denuncias formales de acoso y tocamientos por parte de un profesor de la Facultad de Letras en el campus de Álava. Es una situación que no solo me genera preocupación, sino que también invita a la reflexión sobre la cultura de la denuncia y la importancia de proteger a las víctimas. ¿Realmente estamos avanzando en la lucha contra el acoso y las violencias de género en el ámbito académico?
Un contexto alarmante
Los recientes acontecimientos en la UPV/EHU han puesto de manifiesto la gravedad del problema. La existencia de un protocolo es un primer paso; sin embargo, la pregunta que surge es: ¿quiénes son los responsables de que se necesiten estos protocolos en primer lugar? La respuesta puede ser compleja, pero se reduce a una cultura de tolerancia hacia comportamientos inaceptables, tanto en la educación como en otros ámbitos.
Algunos recordarán cómo, hace apenas unas semanas, también se abrió un procedimiento para investigar a otro profesor por comentarios “fascistas, tránsfobos, racistas y franquistas” en las redes sociales. Esta es la realidad que enfrentan muchas universidades: un clima donde el toxicidad puede camuflarse detrás de una fachada académica. ¿Por qué toleramos estas actitudes en instituciones que deberían ser un refugio de conocimiento y respeto?
El protocolo de violencia de género: ¿una solución efectiva?
El Equipo Rectoral, en su comunicado, aseguró que se están llevando a cabo las medidas necesarias siguiendo los pasos del protocolo. Pero aquí empieza el verdadero dilema. No se trata solamente de tener procedimientos establecidos, sino de ponerlos en práctica de manera efectiva y sensible. ¿Cuentan las instituciones con la formación y recursos necesarios para manejar estos casos de manera adecuada? En lo personal, creo que el manejo de estas situaciones no solo debe ser legal, sino también emocional. El compromiso de la UPV/EHU con la protección de las víctimas es un principio loable, pero se necesitará más que buenas intenciones para crear un entorno verdaderamente seguro.
Antes de profundizar más en el tema, quiero compartir una anécdota personal. Recuerdo que, en mi época universitaria, un compañero hizo un comentario sobre una profesora que me pareció inaceptable. La reacción de la mayoría fue reírse, como si aquello fuera un chiste. Fue un momento incómodo y revelador para mí. Al final del día, aquellos comentarios son los que crean una cultura de violencia que se puede volver sistémica. Si alguien se siente cómodo haciendo chistes a expensas de otra persona, ¿qué les detiene de cruzar la línea más adelante?
El papel de la comunidad universitaria
La UPV/EHU ha subrayado que “todas las colectividades universitarias, tanto el estudiantado como las y los trabajadores, estamos comprometidos con hacer de la Universidad un espacio de tolerancia y respeto.” Este compromiso es vital, pero a menudo las buenas intenciones se quedan en el papel. Las universidades deben comportarse como verdaderas comunidades de aprendizaje y respeto. La colaboración activa no debe ser un mero eslogan, sino una práctica diaria.
Por otra parte, la administración debe estar dispuesta a escuchar las preocupaciones de los estudiantes. Hace poco, leí un artículo que mencionaba cómo una facultad en otro lugar del mundo había implementado un sistema anónimo para que los estudiantes reportaran comportamientos inadecuados. Según el artículo, este sistema aumentó significativamente la confianza entre estudiantes y administración, lo que a su vez fomentó un ambiente más seguro. ¿Podrían otras universidades seguir su ejemplo?
La respuesta institucional: ¿suficiente?
A veces, las respuestas institucionales pueden parecer tibias. Si bien la UPV/EHU asegura estar dando una respuesta inmediata, la Ertzaintza, la policía vasca, ha indicado que no hay constancia de denuncias en sus comisarías. Esto plantea una pregunta molesta: ¿por qué algunas víctimas eligen no acudir a la policía? La respuesta puede ser variada, desde el miedo a represalias, la falta de confianza en el sistema, hasta el deseo de mantener la situación dentro del ámbito académico. En mi experiencia, muchas personas se sienten más cómodas hablando sobre estos problemas en un entorno más informal. ¿No deberíamos crear espacios seguros donde la gente se sienta escuchada y validada?
La importancia de la formación y la sensibilización
Una serie de incidentes como los recientes no solo señala una necesidad urgente de protocolos de acción, sino también de educación y sensibilización dentro del entorno universitario. Es esencial que tanto el personal académico como los estudiantes reciban formación sobre violencias de género y acoso. Las charlas y talleres pueden ofrecer un enfoque práctico y accesible para abordar estos temas cruciales.
Por otro lado, no debemos olvidar que los problemas de violencia de género no se limitan al ámbito académico. Se gestan en una cultura que trata estos temas como tabúes. La educación debe comenzar desde una edad temprana, pero el entorno universitario debe implementar programas que promuevan la igualdad y el respeto.
La voz de las víctimas: ¿qué podemos aprender?
Escuchar las voces de quienes han sido víctimas de acoso es fundamental. En un pasado reciente, vi un video de testimonios de mujeres que compartían sus experiencias de acoso en espacios universitarios. Sus relatos eran desgarradores, pero también estaban llenos de valentía. El hecho de que decidieran hablar ya es un acto de resistencia. Nos enseñan que es necesario amplificar estas experiencias y hacerlas parte del diálogo académico.
La Universidad pública vasca se ha comprometido a gestionar las denuncias con “absoluta prioridad,” lo cual es un buen comienzo, pero no suficiente. ¿Cómo pueden las universidades no solo reaccionar a los problemas, sino ser proactivas en su prevención? Implementar programas de mentoría, talleres de formación y campañas de sensibilización son pasos que pueden marcar la diferencia.
Reflexiones finales: un camino hacia adelante
En última instancia, la activación del protocolo contra las violencias de género por parte de la UPV/EHU es un paso significativo, pero solo es el principio. La efectividad de esta acción dependerá de la voluntad de todos los involucrados para trabajar hacia un espacio de respeto y dignidad.
Aquí me gustaría plantear una pregunta: ¿estamos realmente listos para enfrentar el cambio? A veces, el cambio puede parecer abrumador, pero cada pequeño paso cuenta. Hay que recordar que todos somos responsables de la cultura que creamos. Si puede suceder en una universidad pública, puede suceder en cualquier lugar. Y eso debería preocuparnos.
Finalmente, las universidades tienen la responsabilidad de ser líderes en la promoción de la igualdad y el respeto. Este compromiso debe ser constante y no meramente reactivo. Si bien los protocolos son necesarios, es la conversación continua, la educación y la empatía lo que realmente puede cambiar la narrativa. Así que, optemos por ser parte de la solución. ¿No es hora de transformar el entorno académico en uno donde todos se sientan seguros y valorados?