El cambio climático es un tema que, dependiendo de a quién le preguntes, puede parecer una serie de eventos catastrofales o simplemente otra charla más de vez en cuando en las cenas familiares. Pero, amigos, la realidad es que no podemos darnos el lujo de ignorarlo. La organización WWF ha dejado claro que las empresas son, en muchos sentidos, el corazón del problema. ¿Se han fijado cómo, entre las mayores emisiones de CO2 en el mundo, las aseguradas por estas corporaciones son un tema que parece estar en la lista de deberes de todos, pero que nadie está dispuesto a completar?

La cruda verdad: España en el epicentro

Bienvenidos a 2024, un año que a muchos les gustaría olvidar rápidamente, no solo por otros motivos, sino porque España se ha encontrado en una situación bastante desagradable. La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha sido catalogada como una de las diez catástrofes climáticas globales con mayor impacto económico este año. ¡Impresionante, ¿verdad?! Lo que no es tan impresionante es que somos el epicentro de los costes económicos derivados del calentamiento global en Europa. Un viaje al pasado no parecía tan sombrío. Recuerdo que en mis días de universidad, en lugar de preocupaciones sobre el futuro del planeta, lo que más me preocupaba era si mi pizza llegaría a tiempo al campus.

Empresas en retirada: ¿una tendencia preocupante?

Recientemente, hemos visto un patrón curioso en el comportamiento de las corporaciones respecto a sus compromisos climáticos. BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, decidió hacer un gran ‘¡adiós!’ a la plataforma Net Zero Asset Managers (NZAM). Una decisión que, seamos honestos, dejó a muchos con una gran sensación de desasosiego, como cuando te das cuenta de que te dejaste el café sobre el techo del coche. 11 estados de EE.UU. incluso demandaron a BlackRock por lo que opinaban que era una “destructiva” agenda verde.

Por otro lado, hay que mencionar que muchos gigantes globales como Microsoft, Procter & Gamble, Unilever y Walmart decidieron también retirar sus objetivos climáticos. Todo esto me hace reflexionar: ¿realmente alguna vez tuvieron esas intenciones, o simplemente estaban siguiendo una tendencia hasta que se volvió incómoda?

La política y la sostenibilidad: una mezcla explosiva

El análisis de Alejandro Caparrós, economista del Centro de Economía Ambiental y de la Energía de la Universidad de Durham, sugiere que en los EE.UU. se está asistiendo a un cambio de rumbo que se alinearía con el pensamiento de personajes como Donald Trump, quien ha sido abiertamente crítico hacia las medidas climáticas. ¿Es eso a lo que hemos llegado? Una marea política impactando la voluntad empresarial en la lucha contra el cambio climático. En Europa, parece que la dinámica es un poco diferente. Ursula von der Leyen ha sugerido que hay que «ralentizar» la agenda verde, pero sin abandonarla del todo. ¿Estamos buscando un término medio en medio del caos?

El silencio ensordecedor de las empresas

Además de los retrocesos visibles, hay otro fenómeno que está llamando mi atención: el greenhushing. Este término, que se refiere a una especie de “silencio verde”, describe cómo las empresas están comenzando a ocultar sus objetivos climáticos por miedo a la regulación o a no cumplir con sus promesas. Algo así como cuando prometes no volver a comer pizza después de una sesión de atracones, pero al final terminas con una rebanada en la mano y una sensación de culpa. ¡Humor negro, lo sé!

A tal punto ha llegado este silencio que una consultora en asuntos climáticos, South Pole, ha señalado que más de la mitad de las empresas se están cuidando de hacer público sus objetivos de sostenibilidad. Como si las apariencias no importaran, ahora lo que buscamos es no ser atrapados en el acto. Pero, ¿realmente esto ayuda a combatir el cambio climático?

Ventanas de oportunidad al borde del abismo

Las empresas del mundo, a pesar de estos retrocesos y secretos, todavía muestran un compromiso significativo con la sostenibilidad. De hecho, los analistas apuntan que las empresas están arriesgándose a perder su oportunidad de conformar una nueva economía. Pero, curiosamente, Kenneth Pucker, profesor de sostenibilidad e inversión en ESG de la Universidad Tufts, ha apuntado una preocupación válida: “Estaremos viendo más resistencia a medida que descarbonizar sea más costoso”. Entonces, la pregunta es: ¿realmente necesitamos obligar a las empresas a actuar, o deberían ser más responsables automáticamente? Este es un debate que parece no tener fin.

La urgencia sobre la acción climática

Está claro que el cambio climático es un fenómeno palpable y ya no podemos hacer como el avestruz y enterrar la cabeza en la arena. El clima no es solo un tema de discusión, es un asunto que exige cambios inmediatos y profundos. Sin embargo, como señala Caparrós, si los gobiernos comenzaran a ignorarlo y muchos ciudadanos no se preocupan, ¿podremos realmente esperar cambios significativos?

Todos hemos visto el impacto del cambio climático a nuestra alrededor. Recordemos la ola de calor en España el verano pasado, donde muchas ciudades se convirtieron en verdaderos hornos. A medida que las temperaturas se disparan y el clima se vuelve más severo y errático, es fácil quedar atrapado en un ciclo de desesperanza. Pero, como todo buen drama, siempre hay un rayo de esperanza.

Desde mi experiencia personal, me he dado cuenta de que hemos pasado de simplemente hablar a realmente involucrarnos en iniciativas que marcan la diferencia. Ya sea a través de pequeñas acciones en nuestras comunidades o incluso presionando a las empresas a ser más responsables, cada intervención cuenta.

Pensamientos finales y un llamado a la acción

Como vecinos en este pequeño planeta, tenemos la responsabilidad de actuar. Sí, empresas como BlackRock o Coca-Cola pueden estar retrocediendo, pero eso no significa que nosotros también debamos hacerlo. Sean las decisiones del día a día, o las grandes iniciativas colectivas, cada acción suma.

Quizás la solución no esté solo en manos de las empresas o los gobiernos. Podría estar en nosotros como individuos, exigiendo más y siendo conscientes donde sea posible. Después de todo, ¿quién no querría un planeta vibrante y saludable para las futuras generaciones?

En este punto, en el que la crisis climática parece inminente, la participación personal, la responsabilidad y el activismo no son simples palabras de moda, son las herramientas que definirán nuestra respuesta colectiva. Así que tomemos la iniciativa, no solo de hablar, sino de actuar. La verdad es que el cambio climático no es solo un problema global, es un problema personal que todos enfrentamos. Y, ¿quién sabe? Tal vez en un futuro no muy lejano, mirar atrás y ver que fuimos parte de la solución será lo que nos defina como sociedad. ¿Te unes al cambio?