En el bullicioso mundo de la política internacional, ¿quién puede resistirse a un poco de controversia? Con la reciente visita del ex-presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a Washington, junto al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, hemos sido testigos de declaraciones que harían levantar más de una ceja en cualquier conversación de café. Si aún no te has enterado de lo que sucedió, agárrate fuerte porque esta historia está lejos de ser aburrida.
Cuando un ex-presidente habla de «posesión» territorial
El fanfarrón de Trump no deja de sorprendernos. Durante un encuentro con Netanyahu, propuso que Estados Unidos asumiera el control de la Franja de Gaza, título que podría sonarle a algunos como un episodio de una serie de ficción de baja calidad. ¿Te imaginas la escena? Trump, con su característico peinado de mil colores, ofreciendo un «rescate» a los palestinos: «¡Desplacémonos a ustedes a un área bonita, con casas y seguridad!» ¿Se imagina la respuesta de los palestinos? La mayoría probablemente hace tiempo que enviaron esa idea al reciclaje.
Trump se plantó ante las cámaras y dijo que la situación en Gaza es, y cito, «un lugar desafortunado». ¿Un lugar desafortunado? Y yo que pensaba que yo solo tenía días «desafortunados» cuando intento cocinar sin seguir una receta. Este tipo de declaraciones son solo un sabor del tono que ha precedido a esta propuesta. Es casi como si Trump hubiera olvidado que la historia de la región está impregnada de complejidades que no pueden ser desechadas como un chicle masticado.
La «solución» para Gaza: desescombrar y reconstruir
Trump quiere «limpiar» Gaza, y no, no está hablando de contratar una empresa de limpieza. Es un término que ha utilizado para referirse al desmantelamiento de la infraestructura existente, lo que, en su opinión, permitiría un «nuevo comienzo» para la población. Así que, en lugar de tratar de mediar entre las partes en conflicto, opina que lo mejor sería empezar de cero, como cuando tu computadora tiene tanto virus que solo te deja la opción de restablecerla.
Mientras tanto, Netanyahu, a su lado, no podía estar más contento. Era una escena digna de una película de acción: el héroe (en este caso, el primer ministro israelí) aplaudiendo desde la primera fila al mega billionaire que llegó a salvar el día. Ambos parecían estar en sintonía. Mientras Trump hacía promesas de generar empleos, Netanyahu asentía como si cada palabra fuera un trato hecho y no una estratagema fallida.
¿Hay salida a esta situación?
Sin embargo, volviendo un poco a la realidad: ¿realmente se puede «limpiar» Gaza y comenzar de nuevo como si se tratara de un cuarto desordenado? La historia nos sugiere que las soluciones simples para problemas complejos son aquellas que suelen fracasar. Pero claro, esto no parece preocupar a un ex-presidente que ha jugado con la política internacional como si fuese un juego de Monopoly.
Mientras tanto, la idea de desplazar a millones de palestinos ha sido tachada por muchos como un intento de limpieza étnica. Resulta irónico que promesas de paz vengan acompañadas de planes que implican mover comunidades enteras, como si fueran piezas de ajedrez en un tablero gigantesco sin tener en cuenta que, detrás de cada «pieza», hay una historia, un hogar, una vida.
Trump habla, pero ¿escucha?
Lo más sorprendente de todo es que al preguntarle sobre su autoridad para «poseer» Gaza, Trump respondió que su visión de justicia se basa en «brindar a las personas la oportunidad de vivir». Sea cual sea la manera en que te sientas sobre el liderazgo de una nación, la idea de «brindar oportunidades» a través del desplazamiento forzado parece la respuesta más desatinada que uno podría escuchar, incluso en un sueño surrealista.
Y cuando las voces de oposición comenzaron a resonar, Trump decidió desmarcarse. Para él, «no se trata de dos estados o un estado». Con el mismo tono de un vendedor de autos usados, se sintió libre de hacer promesas de un futuro brillante, desconectado de la realidad que persigue a esta región desde hace años.
Cuestiones de derechos humanos y el papel de la ONU
Por si esto fuera poco, Trump no ha dejado de lado su postura en contra de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) y ha prometido mayor presión sobre Irán, una de las obsesiones recurrentes de su administración. Es como si cada vez que se plantea la discusión sobre derechos humanos, él simplemente sacara su teléfono y mirara un meme en lugar de atender a la conversación. Es frustrante, ¿no?
Y, por supuesto, hay que mencionar que si bien muchos de nosotros nos sentimos abrumados por la noticia, para estos dos líderes, haber desenterrado viejas rivalidades y tensiones en torno a Gaza parecía ser un excelente ejercicio de relaciones públicas.
La risa como un elemento de resistencia
A veces me pregunto: ¿será que la risa es la única respuesta a tanta complejidad? Cuando escucho las propuestas de Trump, no puedo evitar pensar en una situación en la que, después de un día de trabajo, vuelves a casa y decidimos hacer una «noche de juegos» entre amigos. Ahora bien, imagina que uno de tus amigos propone jugar «mudanza». ¿La respuesta sería reírse a carcajadas o gritar de desesperación?
La cuestión radica en que la risa a menudo se utiliza como mecanismo de defensa. Cada vez que las redes sociales se inundan de memes sobre las declaraciones de Trump, es como si el mundo estuviera diciendo: «Esto es tan absurdo que prefiero reírme». Las sátiras políticas se han convertido en una forma de resistencia, una manera de enfrentar lo que parece ser un guion escrito por un mal guionista.
Mirando hacia adelante: ¿qué sigue?
Dejando de lado la risa y el humor, la pregunta es: ¿qué pasará? Las sugerencias de Trump y Netanyahu nos llevan a cuestionar la posibilidad de una verdadera paz. Hay un impulso menor hacia la reconciliación que se siente en el aire, pero ahora más que nunca es importante que las voces de la comunidad internacional se escuchen.
Los esfuerzos diplomáticos suelen ser complicados y, tomados de la mano con el egocentrismo de ciertos líderes, se convierten en un desafío casi titánico. La historia nos dice que el cambio genuino en regiones como Gaza sucede cuando las personas de a pie se unen por un objetivo común, no simplemente cuando las figuras políticas hacen caso omiso de la realidad.
Así que, ¿quién será el próximo que se atreva a desafiar esos narrativos entrelazados? Quizá es hora de que dejemos de lado las soluciones «rápidas» y pasemos a una conversación genuina sobre cómo construir un futuro en el que la paz y la dignidad sean la norma, no la excepción.
Conclusión
En conclusión, la situación en Gaza es, como mínimo, inquietante. Sin embargo, lo que realmente necesitamos son menos discursos grandilocuentes y más acción basada en empatía. Esa sería la verdadera «limpieza» de algo que, hasta ahora, ha sido solo un terreno de conflictos.
Así que, la próxima vez que escuches a líderes políticos hablar en un tono pomposo, pregúntate: ¿será que deberíamos empezar a dar más voz a aquellos que realmente entienden lo que significa vivir en el caos? ¿O seguiremos dándole la palabra a los que intentan «poseer» lo que no es suyo?
La historia está destinada a repetirse si no la leemos con atención. ¿Estás listo para reflexionar sobre lo que está en juego?