En un mundo donde el acceso a la cultura es más fácil que nunca gracias a plataformas como Netflix, Spotify y Amazon, parece paradójico que nos enfrentemos a una crisis de originalidad tan palpable. Recientemente, asistí a la película The Brutalist, una producción que ha capturado la atención de muchos críticos, y que, tras cuatro horas y un intermedio, me dejó una sensación de déjà vu tan fuerte que casi podía sentir que me estaba reencarnando en un crítico cinematográfico de los años 90. Así que, permíteme llevarte a través de una reflexión sobre la homogeneidad cultural que parece dominar no solo el cine, sino también la música y la literatura de nuestra era.

Una experiencia de cine que se siente familiar

Cuando fui a ver The Brutalist, sabía que estaba a punto de experimentar algo “puro cine”, como mencionaban las críticas. Pero honestamente, lo que vi me trajo la misma historia que hemos visto en diversas versiones a lo largo de los años. ¿La trama? Una víctima del Holocausto tratando de reconstruir su vida en el sueño americano, una historia que he visto muchas veces antes, pero que jamás se había presentado en un formato tan largo. Lo que me lleva a preguntarme: ¿es esta una señal de que el cine moderno se aferra a las fórmulas que han funcionado en el pasado, como si tuviéramos miedo de explorar nuevas narrativas?

Un déjà vu “cinematográfico”

Recuerdo la primera vez que vi una película con una premisa similar. Era una de esas cintas que se proyectaban en la TV un domingo por la tarde, con un Adrien Brody en su época de esplendor. La trama giraba en torno a un desafío emocional similar al de The Brutalist, y a su terminé me sentí satisfecho, pero no especialmente conmovido. Esa sensación me persiguió en el cine con un gran despliegue técnico, como si hubiera viajado en una máquina del tiempo a encontrarme con el mismo guion, pero con un presupuesto más alto.

¿Qué nos estaría diciendo esto sobre nosotros como espectadores? ¿Estamos cada vez más en un tren exprés hacia la repetición cultural? Un amigo me dijo que no hay nada más homogéneo que la moda actual. Algo en el aire me resultó inquietante, como si cada vez estuviéramos más cómodos con la repetición.

La repetición en el universo cultural

La misma canción, diferente ritmo

Siguiendo esta línea de pensamiento, miremos a la industria musical actual. Si revisamos el wrapped de Spotify, que a muchos nos tiene emocionados cada diciembre, encontramos que la mayoría de las canciones más escuchadas son casi idénticas en estilo y contenido. Palabras como “tu coche”, “mi noche” y “mi cadena de oro” se repiten ad nauseam. Acepto que el rock y otros géneros tienen su tiempo y lugar, pero uno no puede evitar preguntarse: ¿dónde están las voces auténticas? ¿Por qué cada año parece que nos ofrecen un menú de lo mismo, con solo un toque diferente?

Hablando desde la experiencia, recuerdo haber estado en una fiesta donde todos bailaban al ritmo de “Despacito”. La canción era un éxito indudable y el ambiente era electrizante. Sin embargo, cuando me salí a tomar aire fresco, me di cuenta de que todo el mundo estaba bailando exactamente igual, como si estuvieran siguiendo un manual de movimiento corporal. ¿Qué tal si en lugar de ese baile sincronizado, cada uno se atreve a lanzar sus propios pasos?

La literatura también repite su guion

Y no nos olvidemos de la industria editorial. Si entras en cualquier librería hoy en día, te encontrarás con un aluvión de thrillers que parecen clones unos de otros. La misma ilustración de portada, el mismo tipo de personajes. Una protagonista oscura, una víctima que no lo ve venir… ¡Es como si los autores estuvieran usando una plantilla! ¿De verdad necesitamos 500 libros que giran en torno a la maternidad o el feminismo, pero con personajes que parecen haberse copiado unos a otros?

A veces, esto me hace recordar una frase que me dijo mi profesora de Matemáticas en el colegio: “En la naturaleza no hay generación espontánea”. Eso significaba que todo lo que vemos hoy ha sido el producto de procesos, influencias y, sí, también de modas. Y este tipo de repetición creativa se siente casi como una falta de libre albedrío por parte de los creadores.

El dilema de la sobreexposición de datos

Fueron surgiendo nuevas preguntas, sobre todo cuando consideramos que tenemos acceso a más información que nunca. Las métricas están por todas partes. Sabemos quiénes son los más escuchados, lo que está a la moda, y eso nos hace cuestionar si, a medida que agregamos datos y estadísticas, estamos perdiendo el sentido del placer de crear. ¿Estamos sometiendo el arte a reglas de mercado excesivas?

Imagínate un mundo donde las decisiones creativas se tomen únicamente basadas en cifras. ¿De verdad queremos que nuestras historias sean decididas por algoritmos? Es como si nuestro consumo cultural tuviera una correa que se sincroniza constantemente con lo que tiene éxito en este momento. Pero a veces, creo que deberíamos arriesgarnos y ser un poco más espontáneos.

La influencia de Hollywood y su homogeneidad

No podemos hablar de homogeneidad cultural sin mencionar a Hollywood. Muchas de las historias que ahora dominan nuestras pantallas han sido diseñadas y calculadas hasta el último detalle. Y aunque hay excepciones que desafían esta regla, ¿no parece que todos obtienen una fórmula similar? Los personajes son tan fácilmente identificables que a veces me siento como un libro abierto ante ellos. ¡Quizás eso es lo que los estudios quieren, intentan darle al público lo que sabe que gusta!

Mientras en Europa hay producciones más arriesgadas, aquí nos encontramos atrapados en un ciclo de remakes y secuelas. La famosa película Emilia Pérez es un ejemplo de cómo Europa sigue apostando por la originalidad, mientras que en el lado occidental todos están ocupados reinventando la rueda en forma de un nuevo superhéroe.

Buscando la originalidad en un mundo medido

Pero no todo está perdido. Hay un rayo de esperanza en esta oscuridad creativa. Con un poco de búsqueda, todavía podemos hallar obras que desafían los patrones y nos ofrecen algo fresco. En el teatro, por ejemplo, he vistopuestas que me han resultado sorprendentes y valientes. Tal vez lo que estamos necesitando es más audacia y, sobre todo, honestidad en la forma en que se cuenta una historia.

Pienso en cómo me sentí en mi última visita al teatro. La adrenalina corría por mis venas al ver una interpretación cruda y poderosa de una obra original. ¿Por qué no podemos seguir ese ejemplo en el cine y la música? Simplificadamente, ¿por qué no correr el riesgo de perderse en una historia que no ha sido contada mil veces?

Conclusión: hacia un futuro cultural más diverso

Así que aquí estamos, en un cruce de caminos culturales, enfrentando la homogeneidad con nuestro propio deseo de originalidad. Tal vez, como consumidores de cultura, también necesitamos hacer una elección. En lugar de dejar que el algoritmo decida lo que vemos o escuchamos, ¿por qué no buscar lo que realmente nos inspira?

Si estás pensando, “pero… no tengo tiempo para eso”, piénsalo bien. Un par de horas de búsqueda en una plataforma desconocida, o un pequeño paseo a una librería local, podría abrir un nuevo mundo de posibilidades que no has explorado antes. La historia, la música y la literatura están ahí, esperando ser descubiertas.

Así que la próxima vez que sientas que algo se ve o suena familiar, pregúntate: ¿por qué no arriesgarme a explorar algo diferente? Podría ser exactamente lo que tu alma creativa necesita. Al fin y al cabo, la cultura debería ser un reflejo de la diversidad de nuestras experiencias humanas, y no un eco repetido de lo que ya conocemos. ¡Hagamos un esfuerzo por mantener viva la chispa de la originalidad!