¿Recuerdas aquel día en que decidiste suscribirte a un seguro de salud? Fue una de esas decisiones que, en un momento de ilusión, creíste que iba a deshacer los estragos de la lista de espera del sistema de salud pública. Ahora, quizás te suena familiar la historia de alguien a quien, tras cumplir 65 años, la aseguradora le subió la cuota casi un 30%. Si eres como mi amigo, ya te sientes atrapado en un juego en el que las reglas parecen hechas para confundir y vulnerar tus derechos. ¿Es realmente necesario pagar más a medida que envejecemos? Vamos a desentrañar este enigma.

La amarga celebración de la madurez

Una de las cosas que más sorprendió a mi amigo fue la calma con la que la operadora le explicó el aumento. “Has pasado a un segmento más alto”, le dijo con un tono casi maternal, como si acunar medidas económicas desorbitadas pudiera aliviar su angustia. Esto fluye de manera casi irónica, ¿verdad? No hay que ser un genio de las matemáticas para ver que a medida que más velas soplamos en nuestras tartas de cumpleaños, más nos cuesta mantener la salud. Pero, ¿es este un diseño justo del sistema? La vida y sus misterios.

¿El lápiz del destino?

Si consideramos que los seguros de salud son algo así como una especie de «póliza de libertad», empezar a hacer cálculos desalentadores puede sonar algo apropiado. En lugar de despejarse, el horizonte se torna cada vez más sombrío. Muchos optan por la opción de asegurarse por lo que parece un «menú premium» de salud, solo para descubrir que han sido empujados por una estrategia política que puede dar escalofríos. Así que, un pregunta que parece resonar: ¿será realmente una elección libre si en el fondo son empujados a ello?

Estrategias políticas y consecuencias

Es innegable que el aumento de la contratación de seguros privados no es más que una respuesta a un sistema público en crisis. El deterioro de la sanidad pública no es casual. Es más bien consecuencia de decisiones infelices y estrategias políticas deliberadas. ¿Cómo es posible que al elegir un seguro privado, estemos, consciente o inconscientemente, manteniendo a flote lo que en muchos casos es un leviatán insostenible?

La inercia de una decisión

Un amigo me contaba que no solo se siente atrapado por las cuotas que se inflan como globos, sino también por el compromiso que siente hacia su aseguradora después de tantos años de “fidelidad”. Si uno abandona su seguro, está despojándose de una inversión sustancial y arriesgando su salud. Pero, ¿de verdad invertimos en cuidar nuestra salud o solo lo hacemos para sobrevivir la tormenta de la burocracia?

La matemática del miedo: cuotas y más cuotas

Cuando hablamos de seguros de salud, la noción de «pagar más a medida que envejecemos» parece una broma cruel de la naturaleza. Aunque estamos más necesitados de atención médica a medida que cumplimos años, deberíamos estar recibiendo recompensas por ser clientes leales. Irónicamente, parece que cada año adicional que sumamos a nuestras vidas nos cuesta más caro no solo en términos de dinero, sino también en términos de estrés.

¿Y cómo queda el sistema?

Preguntémonos algo: si realmente estamos invirtiendo en nuestra salud, ¿dónde queda la ética empresarial cuando se habla de aumentar las cuotas? ¿Acaso no cubren los años de pagos anticipados las atenciones médicas necesarias? A lo largo de los años, nuestras aseguradoras han tratado de complacer a los accionistas sobre nuestros intereses. Una referencia interesante que casi provoca una risa amarga es la famosa compañía Quirón; esa misma a la que la gente recurre en busca de alivio y que, en solo una década, ha multiplicado por seis el número de pacientes derivados de la sanidad pública. ¿Es este el tipo de alivio que realmente queremos?

Un cambio de enfoque: ¿dónde están los verdaderos controles?

Se necesita una revisión de cómo están siendo monitorizadas las operaciones dentro de la industria de seguros de salud. No puede ser que, al igual que el sistema financiero, la industria de la salud esté exenta de superfícies de control riguroso. ¿Alguien está analizando las tarifas a las que las aseguradoras están cobrando a clientes viejos y nuevos? Es fundamental saber hacia dónde se está yendo el dinero que tan desesperadamente estamos pagando.

El dilema del desvío

Una situación que parece casi salida de una novela de suspenso: imagina que un paciente es atendido por un seguro privado y, por alguna extraña razón, es derivado a un centro público para realizarse una prueba costosa que su aseguradora no quiere cubrir. Este tipo de transacciones se han vuelto comunes. ¿Son efectivas, o solo son juegos de papel que benefician a la aseguradora?

Enseñanzas de la ficción: cuestionar lo incuestionable

Quería compartir una reflexión profunda que me dejó marcado: en una de las obras más impactantes de Bertolt Brecht, «La ópera de los tres peniques», uno de los personajes se hace una pregunta filosófica sobre la moralidad de sus acciones en comparación con las instituciones que supuestamente regulan las finanzas. Cito esto porque nos recuerda que todas nuestras decisiones tienen matices complejos muchas veces pasamos por alto. ¿Por qué nos escandaliza tanto un fraude vil, pero no cuestionamos el sistema en el que estamos inmersos? ¿Por qué dejarnos llevar por la corriente, por lo que “siempre se ha hecho”?

La ironía de las elecciones

La ironía detrás de la decisión de invertir años en un seguro médico y ser recompensado con un incremento en la cuota es notable. Uno podría pensar: “Estoy pagando para asegurarme, pero en el fondo estoy siendo castigado por sumar años a mi vida”. El costo de la vida me recuerda a aquellos anuncios que dicen: “la salud no tiene precio”. Aunque, parece que sí lo tiene… y es cada vez más alto.

Conclusión: un llamado a la acción

Al final, estoy aquí para pedirte que reflexiones sobre tu situación. Tanto si estás en un seguro privado como si estás en el camino de elegir uno. Cuestiona siempre, porque cada decisión que tomemos no solo afecta nuestra vida, sino también la dirección en la que va un sistema que parece estar cambiando bajo nuestros pies. La sanidad no debería ser un lujo, sino un derecho, y cada vez que consideremos simplemente aceptar un aumento, estamos aplaudiendo un sistema que se alimenta de nuestra aprehensión y miedo.

Así que, la próxima vez que recibas uno de esos correos electrónicos de tu aseguradora que parecen más un saludo que una notificación de incremento, pon el freno y pregúntate: ¿realmente me están cuidando, o solo están jugando con mi salud y mis miedos? Este no es solo un mensaje. Es una invitación a tomar el control. La salud pertenece a todos, y no debería ser un escenario de guerra entre aseguradoras y pacientes.

Así que, ¡a reflexionar y actuar, amigos! Porque en el juego de la salud, ya es hora de que los jugadores tomen el centro del escenario.