La educación, ese pilar fundamental de la sociedad en la que vivimos, a veces parece un juego de ajedrez donde las piezas no se mueven de la manera que uno esperaría. Me temo que hoy tenemos una partida en la que el resultado ha sido, digamos, inesperado. La Universidad Complutense de Madrid (UCM) decidió no renovar el Máster de Formación Permanente en Transformación Social Competitiva, y esta decisión está generando más que susurros en los pasillos académicos. Para quienes no están familiarizados, el máster era parte de una cátedra codirigida por Begoña Gómez, una figura que ha estado en el ojo del huracán recientemente. Pero, ¿qué significa realmente esto para nosotros, los que no llevamos toga todos los días?

La saga de Begoña Gómez y el máster

Para entender lo que ha sucedido, hagamos un pequeño repaso. Según diversos informes, la UCM tomó esta decisión, efectuada el 11 de septiembre, después de notar que la reputación de la universidad se estaba viendo «perjudicada.» Y no solo eso: la demanda por este tipo de formación era bastante baja, lo que llevó a la institución a concluir que no eran sostenibles los programas que se habían creado en torno a esta cátedra.

Las charlas con los amigos sobre qué estudiar son geniales, y quién no ha soñado con cambiar el mundo desde las aulas, pero si la oferta académica se convierte en un déjà vu de lo mismo, ¿dónde queda la innovación? Se dice que los cursos online y semipresenciales cancelaban su existencia como si fueran días nublados en un verano español.

¿Una cátedra ensombrecida?

Una de las cuestiones más intrigantes en esta situación es la investigación judicial sobre Begoña Gómez, que involucra acusaciones de tráfico de influencias. ¡Vaya telaraña! No creo que nadie quisiera estar en sus zapatos ahora. Y es que, a menudo, los escándalos tienen un efecto dominó en otros sectores. En este caso, la UCM está intentando alejarse de cualquier sombra que pueda afectar su reputación.

¿Pero es acaso la academia solo un negocio, un lugar donde se invierte y espera una rentabilidad? La respuesta podría ser más compleja, sobre todo cuando se habla de educación social, un sector que, me atrevería a decir, necesita más que una buena reputación.

La falta de interés: ¿un reflejo de la sociedad?

Además de los problemas de reputación y cancelaciones, la UCM subrayó la baja demanda de este tipo de formaciones. Esto me hace preguntarme: ¿El interés de los estudiantes ha cambiado? Quizás están más centrados en aprender habilidades pragmáticas en lugar de teorizar sobre cómo transformar socialmente nuestros contextos. O, tal vez, la oferta de programas académicos no se ha alineado con las inquietudes actuales de la Generación Z, quienes, en teoría, están más preocupados por el impacto social y medioambiental que por obtener un «papelito» que les diga que tienen un máster.

La Generación Z y su implicación social

Curiosamente, el mismo día que la UCM anunciaba su decisión, Begoña Gómez inauguraría un acto sobre el impacto de la Generación Z en el tercer sector. ¡Qué irónico! Aquí tenemos un sector que necesita urgentemente renovación, y ¿dónde están los jóvenes que pueden inyectar nuevas ideas? Esta dualidad entre el académico y lo social es apasionante y, a la vez, frustrante.

Recientemente, he acompañado a un grupo de jóvenes estudiantes en un proyecto de voluntariado. Lo que comenzó como una simple idea de ayudar a personas necesitadas se convirtió en un foro vibrante donde las ideas fluyeron como vino en una fiesta. ¿No les sucede que de pronto un grupo de estudiantes puede cambiar la conversación con una sola pregunta?

Redes sociales: ¿el nuevo aula del futuro?

Es innegable que la presencia de redes sociales transforma nuestro concepto de comunicación y aprendizaje. Ahora, los jóvenes se informan y educan a través de Instagram y TikTok. ¡Algunos incluso usan memes para explicar conceptos complejos! ¿Acaso un máster sobre transformación social competitivo tiene cabida en estas plataformas?

A veces me sorprende cómo la tecnología ha hecho que todos seamos profesores y alumnos. ¿Acaso no sería el momento de explorar nuevas formas de educación que abracen la inmediatez de las redes y la creatividad de esos jóvenes potencialmente transformadores?

La influencia del tercer sector

Hablando del tercer sector, este representa una parte fundamental del sistema social. Durante el evento que solemnemente inauguró Gómez, se presentó el informe sobre la conexión de la Generación Z con las ONG, que reveló una astuta brecha entre lo que las organizaciones demandan y lo que están dispuestos a comprometer los jóvenes. ¡Cielos! Esa frase «no soy tu mano de obra» ha cobrado un significado que no se limita a los trabajos físicos.

Entonces, aquí estamos, en una encrucijada: los jóvenes están interesados en cambiar el mundo, pero no están convencidos de que las estructuras actuales lo permitan. Su compromiso social es auténtico, pero también crítico: exigen transparencia, innovación y un enfoque genuino hacia la integración.

Nuevas preguntas, nuevas respuestas

Así que aquí es donde deben entrar las universidades, ¿no? Deberían ser antenas que interceptan las ondas de cambio y se adaptan a las necesidades sociales, pero a veces parecen estar atrapadas en ciclos que no comprenden. La educación no es solo transmitir datos; se trata de inspirar y empoderar.

Me parecen fascinantes las palabras del filósofo José Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mis circunstancias». Tal vez sería un buen momento para que las universidades escuchen a sus «circunstancias» y comprueben que el interés académico también depende de las necesidades sociales cambiantes. Después de todo, ¿quién no quiere ser el héroe de su propia historia?

Reflexiones finales

La decisión de la UCM sobre el máster de Begoña Gómez no es solo un caso aislado. Es un llamado a revisar cómo las instituciones educativas responden a un mundo en constante cambio. Tal vez necesitamos un espacio donde se mezclen experiencia y conocimiento en un coctel educativo más vibrante y fresco. Con un poco de innovación, las universidades podrían transformar su visión y adaptarse a la voz de la nueva generación.

Es un desafío, no lo voy a negar. Pero, acaso, eso es lo que hace la vida emocionante, ¿no? Abrirse a lo nuevo, romper moldes, y replantearse lo que pensábamos que era verdad. La educación es vida, y al igual que la vida, siempre hay espacio para mejorar.

Así que, si eres estudiante o profesional de educación, ¿te atreverías a hacer un cambio? La Generación Z está lista para asumir el reto, y ahora es el momento de escuchar sus voces. La pregunta es: ¿estás listo para unirte al diálogo?