En el incierto y complejo paisaje político del mundo actual, pocas figuras logran captar nuestra atención como lo hace Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia desde 1994. Al escuchar su nombre, es fácil que nos venga a la mente la idea de un autócrata que se aferra al poder a como dé lugar. Y aunque suena a guion de una novela distópica, en realidad se trata de la cruda realidad de un país que parece estancado en el tiempo. Tras su séptima victoria electoral consecutiva, Lukashenko celebra la continuidad de lo que él denomina una «dictadura de orden, justicia, amabilidad y respeto». Pero, ¿realmente hay algo que celebrar?
La urna como una trampa
El reciente evento electoral en Bielorrusia ha sido calificado de «farsa» por tanto por los observadores internacionales como por los propios bielorrusos. En un país donde cualquier oposición está sistemáticamente reprimida, hablar de elecciones libres resulta casi como una broma de mal gusto. Imagínense ir a votar y encontrarse con un menú donde cada opción está cuidadosamente seleccionada por el chef, que, por cierto, tiene un fuerte interés en que nadie pida otra cosa que no sea la especialidad de la casa: Lukashenko. A pesar de los pretendidos contrincantes, todos apoyan la gestión del «padre de la patria», como él se hace llamar.
Un momento particularmente curioso fue cuando el líder del Partido Comunista, Serguei Syrankou, dijo que «entendemos quién será el ganador de esta carrera y lo apoyamos plenamente». Es como si un grupo de amigos decidiera jugar un partido de fútbol, pero todos supieran que el árbitro es el hermano del portero y que, oh sorpresa, ¡el equipo del portero siempre gana!
Un perro para cambiar la imagen
En medio de esta confusión, Lukashenko hizo su aparición en las urnas acompañado de su pequeño perro, probablemente para mostrar un lado más humano y accesible. ¿Acaso un perro puede hacer más llevadero el peso de tres décadas de autoritarismo? Lo dudo. Al parecer, la estrategia de imagen busca suavizar su figura ante el descontento popular. Aunque seguro que hay algunos perros en Bielorrusia que tienen menos problemas para salir a la calle que muchos ciudadanos.
La represión como forma de gobierno
Para entender verdaderamente la situación en Bielorrusia, debemos explorar más allá de las elecciones. Hablamos de un régimen que ha hecho de la represión su modus operandi. Desde Svetlana Tijanovskaya, una líder opositora en el exilio, quien denunció la electoralidad como un «teatro construido sobre el miedo», hasta los miles de prisioneros políticos, el cuadro se presenta desolador.
Imagina que organizas una cena en casa y decides no invitar a nadie que pudiera desentonar con tus ideas sobre la cocina. Si alguien hiciera una crítica a tu famoso guacamole, simplemente lo expulsarías de la mesa. Así es como funciona el régimen de Lukashenko: nadie puede sentarse a la mesa si tiene algo que decir que no le guste al chef. En Bielorrusia, si te atreves a abrir la boca, ¡prepárate para un viaje inesperado a la prisión!
Un «túnel» hacia el futuro incierto
A medida que Lukashenko continúa gobernando, su alusión a que ve «luz al final del túnel» en relación a la guerra en Ucrania puede sonar optimista, pero ¿es realmente una señal de esperanza o solo una frase vacía para distraer a la prensa? El presidente bielorruso espera que una respuesta diplomática en el conflicto ucraniano le permita salir del aislamiento impuesto por la Unión Europea. Pero, seamos honestos, ¿acaso se puede confiar en alguien que ha demostrado tener más trucos bajo la manga que un mago en Las Vegas?
Su dependencia del apoyo de Vladimir Putin es otra carta en la mano de Lukashenko. Ambos líderes han mantenido un pacto casi simbiótico a lo largo de los años, pero la guerra en Ucrania es un tema delicado en Bielorrusia. Con el descontento creciente entre la población, las posibilidades de una revuelta son más reales que nunca. La gente allí no está dispuesta a ir a la guerra por un presidente que no les ha dado nada más que represión.
Un futuro incierto
Cuando se le pregunta a Lukashenko si esta será su última elección, él elude la respuesta, diciendo que «no está dispuesto a morir» y que aún no tiene sucesor en mente. ¡Vaya forma de mostrarse desinteresado en el futuro del país! Esto suena como si un restaurante decidiera no pensar en un chef suplente, confiando en que el actual nunca se pondrá enfermo. La realidad es que, aunque pueda tener sus trucos, Lukashenko es humano y, al final, no podrá estar en el poder para siempre.
La lucha por la democracia
La historia de Bielorrusia es una de lucha. Pese a la represión, a la constante vigilancia y a la falta de libertad de expresión, el pueblo bielorruso sigue levantando voces en contra de la injusticia. Las protestas de 2020 pusieron en evidencia que la chispa de la disidencia aún brilla entre las sombras. Como diría mi abuela: “Donde hay un hay un hilo, hay esperanza”.
Ahora, pregúntate: ¿puede este hilo sostenible llevar a Bielorrusia hacia un futuro en el que las elecciones sean reales? Es difícil de decir, pero lo que sí sabemos es que la historia no es lineal, y a veces, los cambios más impactantes surgen de los lugares más inesperados.
Reflexiones finales
En un mundo cada vez más conectado donde la información viaja a la velocidad de la luz, es desconcertante pensar que todavía hay lugares donde la verdad se encuentra en un limbo de represión y censura. Lo que está sucediendo en Bielorrusia nos recuerda que la lucha por la democracia y la justicia es continua y que siempre habrá personas dispuestas a enfrentarse a la adversidad.
Más que un simple ejercicio de poder, lo que se desenvuelve en Bielorrusia es una suerte de recordatorio de que, aunque el camino puede ser espinoso, la lucha por la verdad siempre merece ser compartida. Puede que en una esquina del mundo, un autócrata con un perro a su lado se sienta a salvo, pero la historia tiene una forma curiosa de dar sorpresas.
Finalmente, ante la pregunta de si Bielorrusia podrá liberarse de su yugo autoritario, solo el tiempo lo dirá. Pero una cosa es clara: la libertad no se regala, se conquista. Y a veces, eso puede ser tan simple como una declaración de intenciones en la próxima elección. ¿Estamos listos para verlo suceder?