Este artículo tratará sobre el cambiante panorama geopolítico en Europa, especialmente a la luz de la reciente toma de poder de Donald Trump y las implicaciones que esto tiene para la inversión en defensa, así como las preocupaciones de líderes europeos como Pedro Sánchez sobre la «tecnocasta» y su influencia en los asuntos globales.

En medio de la incertidumbre, es natural preguntarse: ¿qué significa realmente todo esto para la seguridad de Europa y cómo afectará las relaciones tradicionales entre Estados Unidos y la Unión Europea?

Contexto histórico: la defensa en Europa antes de Trump

Antes de adentrarnos en el presente, es interesante reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta aquí. En el pasado, España, al igual que otros países europeos, ha tenido un enfoque cauteloso hacia la inversión en defensa. A menudo se ha señalado que la falta de gasto militar adecuado es un riesgo que no se puede tomar a la ligera; sin embargo, podemos recordar que, en otras épocas, estuvimos completamente centrados en otras prioridades.

Personalmente, recuerdo el debate en la cena familiar sobre la necesidad de reducir el gasto en defensa en favor de otras áreas sociales. Mi tío, un ferviente defensor del gasto militar, siempre bromeaba diciendo que el día que vinieran los extraterrestres tendríamos que enfrentarlos con palos y piedras. Aunque su humor no era precisamente asertivo, había una «sabiduría» en la idea de que la defensa a veces se da por hecho y se espera que otros se encarguen de ello.

La llegada de Trump: un cambio de dirección

La toma de posesión de Donald Trump permitió que se encendieran las alarmas en Europa. No solo porque algunos de sus comentarios confundían a España con países BRICS—¡vaya forma de hacer conversación!—sino también porque Trump empezó a mostrar un nivel de exigencia sin precedentes en torno a las contribuciones presupuestarias de los miembros de NATO. Aquí le toca a España en su discurso, afirmando que debería gastar al menos un 2% del PIB en defensa para ser considerado un «buen aliado». ¿Te imaginas a un amigo que, tras muchas fiestas en tu casa, te dice que necesitas empezar a llevar algo de comida al próximo encuentro? Es un poco grosero, ¿no crees?

Así, Pedro Sánchez, al ser entrevistado desde Suiza, reafirmó el compromiso de aumentar el gasto militar, en un esfuerzo por placar las demandas del presidente estadounidense. Pero, ¿será suficiente? A pesar del compromiso de aumentar el gasto, España sigue contribuyendo apenas un 1.28% de su PIB a la defensa, un hecho que la posiciona en el vagón rezagado de los países de la OTAN.

Las cifras que importan: ¿dónde se encuentra España realmente?

Si miramos más de cerca las cifras, encontramos que solo Polonia va a superar el 4% de gasto en defensa para finales de este año. Otros países como Estonia o Grecia tampoco se quedan atrás, alcanzando el 3%. Entonces, ¿qué pasará con países que apenas logran alcanzar el umbral del 2%? Es como tratar de completar una carrera de 100 metros cuando aún no has logrado ni correr una vuelta al parque. Claro, puedes prometer que lo harás, pero las acciones son más elocuentes que las palabras, ¿verdad?

El dilema de la cooperación

Sánchez también ha mencionado que la verdadera cuestión no es solo el cuánto gastamos, sino si realmente estamos comprometidos con la cooperación militar entre aliados. Es un punto válido, si pensamos en que a veces los amigos más leales son los que están ahí, incluso si no tienen un gran estante de trofeos que lo demuestre. Sabemos que el apoyo moral también tiene su valor.

Sin embargo, la amenaza de aranceles impuesta por Trump a los países que no cumplan con sus exigencias añade un nivel de presión adicional. Esa presión se siente en Europa como si se tratara de un maestro estricto que espera que todos hagamos nuestros deberes, incluso si algunos de nosotros estamos todavía tratando de recordar cómo se pronuncia «geopolítica».

La tecnocasta y la influencia de Elon Musk

Nada de esto se puede hablar sin mencionar la llamada «tecnocasta», que Sánchez mencionó. Hoy en día, personas como Elon Musk tienen un impacto considerable no solo en las redes sociales, sino en la política global y en la toma de decisiones estratégicas. Tienen tanto poder que a veces parece que sus tuits son más influyentes que las declaraciones de los jefes de Estado, ¡y eso ya es decir algo!

Es como si Musk hubiera ofrecido un giro moderno del viejo adagio: «quien tiene el oro, hace las reglas». Pero, ¿qué pasa con la ética en todo esto? Aquí es donde entran en juego las futuras regulaciones que Sánchez propone para la protección del usuario y la promoción de un debate respetuoso en las redes sociales.

Una respuesta europea

La UE ha dejado claro que no planea romper lazos con EE. UU. A pesar de las presiones provenientes de la Casa Blanca bajo el mando de Trump, el intercambio entre la UE y EE. UU. representa más del 30% del comercio mundial. Esto significa que hay mucho en juego y ambos lados tienen razones para trabajar juntos, aunque unos tengan que mantener el mismo ritmo que en un maratón.

Von der Leyen y su llamado a adaptarse a las circunstancias también son dignos de mención. Ella reconoce que «el mundo ha cambiado» y que la cooperación frente al proteccionismo es esencial.

Conclusiones y un vistazo al futuro

Con el paso del tiempo, este nuevo desafío que enfrenta Europa en materia de seguridad, defensa y regulación de tecnologías se asemeja a una partida de ajedrez donde cada movimiento cuenta. ¿Estamos realmente listos para el desafío? Mientras algunos países buscan aumentar su gasto en defensa, otros se ponen una venda en los ojos, desestimando el peligro potencial que se cierne.

El enfoque actual no es suficiente. La transparencia y el pluralismo son necesarios, especialmente en el ámbito digital, donde figuras como Musk están moldeando el futuro de la comunicación y las relaciones internacionales. ¿Estamos preparados para un mundo donde la influencia no se mide en el tamaño del ejército, sino en la cantidad de seguidores en Twitter?

Mientras que el horizonte geopolítico se vuelve complejo, todos podemos estar de acuerdo en que la seguridad no es solo una cuestión de números. Es cuestión de confianza, inversión y, sobre todo, de una cooperación genuina entre aliados. Solo el tiempo dirá si estamos listos para este nuevo capítulo en la historia de Europa. Mientras tanto, como diría mi tía en esas cenas familiares, «no dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy».

Así que, ¿quién sabe? Tal vez la próxima vez que estemos sentados en una mesa redonda discutamos los planes de defensa, acompañados de una buena paella y un par de risas… ¿o tal vez solo deberíamos hablar de los extraterrestres?