La reciente aprobación de los cambios en el Plan de Recuperación y Resiliencia por parte de la Unión Europea ha dado mucho de qué hablar. Sin duda, el enfoque del Gobierno español hacia la tributación del diésel ha captado la atención. Algunos lo ven como un paso hacia un futuro más sostenible, mientras que otros consideran que es un golpe adicional en el bolsillo del ciudadano. ¿Te imaginas enfrentar la subida de impuestos justo cuando pensabas que podrías ahorrar un poco? Eso me pasó a mí hace un par de años; no quiero revivir esos momentos, y dudo que tú tampoco.
Un vistazo al contexto actual
Con casi 25.000 millones de euros en juego, de los cuales 8.000 millones son transferencias directas, el Gobierno de Pedro Sánchez ha estado en el centro de un torbellino fiscal. La eliminación de la bonificación del diésel podría resultar en una recaudación adicional de 1.500 millones de euros. Sin embargo, el camino hacia este objetivo se ha visto obstaculizado por la resistencia de partidos como el PNV y Podemos. Dicen que “la unión hace la fuerza”, pero en la política española, a veces parece que la unión puede convertirse en un obstáculo, ¿no crees?
Carlos Cuerpo, el ministro de Economía, se ha mostrado optimista, asegurando que están en un proceso de discusión con la Comisión Europea. Sin embargo, la preocupación principal es cumplir con los hitos del quinto desembolso, que dependerán de esta y otras reformas fiscales.
La presión de Bruselas
Bruselas no está simplemente haciendo un simple chequeo, sino que ha colocado la vara alta. Para recibir el desembolso completo, España necesita recaudar un 0.3% del PIB, y el nuevo impuesto sobre el diésel representaría aproximadamente un tercio de esta suma. Una tarea nada sencilla, considerando que el Gobierno había dejado fuera anteriormente este impuesto del paquete fiscal por falta de acuerdo.
Esto me recuerda a una vez en la que intenté organizar una cena con amigos y nadie se ponía de acuerdo sobre qué pedir. Al final, terminamos comiendo pizza fría, lo que, sinceramente, no es lo que tenía en mente… y seguro que no era lo que los comensales esperaban. Del mismo modo, la falta de consenso entre los partidos en España puede terminar con un «plato frío» para los ciudadanos: más impuestos sin un claro consenso.
¿Es realmente necesario?
La mayoría de nosotros no somos expertos en economía, pero podemos sentir cada vez que el Estado decide incrementar los impuestos. Es como ese momento incómodo cuando olvidas que te quedaste sin dinero en la cartera justo antes de pagar. Así que surge la pregunta: ¿es realmente necesario este aumento?
En su justa medida, los impuestos sobre los combustibles se justifican como una autoridad para revertir los efectos del cambio climático. Alentar a las personas a utilizar opciones de transporte más sostenibles es una preocupación válida. Sin embargo, ¿lo están haciendo de la manera correcta? Al final del día, es el bolsillo de los ciudadanos el que sufre.
El hecho de que la elevada inflación no parece tener fin y que la economía se mantenga en un estado de ambigüedad hace que muchos se muestren escépticos ante la posible subida de impuestos. La razón es sencilla: cada céntimo cuenta. Y si no lo crees, simplemente revisa tu última salida en el supermercado… ¡un horror!
La opinión de la patronal valenciana
La patronal valenciana, en un ejercicio de sinceridad admirable, ha calificado el monto de 1.500 millones de euros como «insuficiente». Por lo visto, los daños por catástrofes naturales, como la DANA, alcanzan cifras que se aproximan a 13.000 millones de euros. Esto plantea una serie de interrogantes. ¿Estamos realmente protegidos ante eventos de esta magnitud? O más bien, ¿estamos tirando dinero en un pozo sin fondo?
Un amigo mío solía decir que “siempre hay que estar preparado para las peores catástrofes”. De manera irónica, siempre evitaba llevar paraguas, a pesar de lo que dijera el pronóstico del tiempo. Ahora, lo que me pregunto es si nuestro Gobierno está igualmente mal preparado.
¿Qué pasa con los terremotos y las inundaciones?
A menudo ansío un sentido de seguridad al escuchar que la Unión Europea está proporcionando ayuda para catástrofes como los terremotos en Italia o las inundaciones en Alemania. Se asignan 1.196 millones a Italia y 612 millones a Alemania. ¡Menudo contraste con la cantidad que tiene que lidiar España! Mientras que aquí debatimos sobre el diésel, en otras partes del continente se están tomando decisiones más contundentes.
Dicho esto, no puedo evitar preguntarme si esa asimetría demuestra una falta de planificación adecuada en la forma en que manejamos las catástrofes. Al final del día, la economía es un delicado equilibrio. Entonces, ¿por qué no priorizar la renta básica frente a sólo incrementar los impuestos a los combustibles?
El futuro de la tributación del diésel: una necesidad o una carga
La eliminación de la bonificación al diésel es un tema candente. A algunos les parece una necesidad urgente para apoyarse en un futuro más verde y sostenible, mientras que otros lo ven como una carga financiera creciente. ¿Dónde nos deja esto? En una especie de «cajón desastre» donde nadie parece tener una respuesta clara.
Justo la semana pasada disfruté de un almuerzo con un amigo que siempre tiene opiniones contundentes sobre política. Me provocó la risa cuando dijo: «¿dónde está la justicia en sacar más jugo de los que ya estamos exprimidos?» Ciertamente, hay algo de razón en su afirmación, aunque seguramente él podría recibir una lección sobre economía.
¿Podría haber otras soluciones?
En medio de la confusión, es esencial considerar otras alternativas. ¿Por qué no incentivamos el uso de vehículos eléctricos en lugar de simplemente desincentivar el uso del diésel sin alternativas viables? Las ayudas y subvenciones a la compra de vehículos eléctricos podrían ser una forma más efectiva de motivar a la gente a cambiar sus hábitos.
A menudo, ese cambio de percepción es clave. Cuando compré mi primer coche, era un vehículo antiguo y ruidoso, pero me sentía en la cima del mundo. Sin embargo, todos sabíamos que era cuestionable desde una perspectiva ambiental. Cuanta más información y más apoyo exista para las alternativas, mayor será la aceptación. Sin embargo, el costo de dichos vehículos eléctricos sigue siendo una barrera.
Conclusiones
Entonces, después de un recorrido reflexivo sobre el futuro de la tributación del diésel y cómo afectará al ciudadano común, llegamos a la conclusión de que se necesita un balance. La economía, la sostenibilidad y la justicia social deben coexistir. La experiencia personal añade un toque humano a estos debates políticos densos, recordándonos que en el centro, siempre están las personas.
¿Estamos listos para cambiar nuestro enfoque sobre cómo abordamos el uso de combustibles fósiles? ¿Es el cambio bien necesario para asegurar nuestro planeta, o simplemente representa otro golpe económico para el contribuyente? La pregunta está sobre la mesa. La clave radica en cómo se ejecutan estas decisiones, y si nos permiten un futuro más sostenible sin sacrificar nuestro bienestar económico.
Al final del día, todos queremos que nuestro país esté preparado para enfrentar el futuro, pero quizás sea el momento de pensar en cómo podemos lograrlo juntos, sin que nadie salga chisporroteando. ¿Compartimos la carga o limpiamos el tablero?