En un rincón del mundo donde el sol luce con fuerza y la paella se sirve a montones, la Comunitat Valenciana se enfrenta a un reto monumental. El pasado 29 de octubre, las tormentas y las riadas generadas por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) no solo arrasaron las calles, sino que también sacudieron la confianza de los ciudadanos en sus líderes. Con más de 200 fallecidos y una crisis de gestión en el horizonte, el clamor popular se ha transformado en una serie de manifestaciones que retumban a lo largo y ancho de la comunidad. Pero, ¿qué está pasando realmente en la trinchera política? Vamos a verlo.

Una serie de manifestaciones que cuentan una historia

La situación en la Comunitat Valenciana ha alcanzado un punto de ebullición. Más de 200 entidades cívicas, sociales y sindicales han convocado una nueva manifestación para el próximo 1 de febrero, exigiendo la dimisión de Carlos Mazón, el president de la Generalitat. Cada semana, las calles se visten de protesta, con lemas como ‘Mazón dimisión’ resonando en el aire. ¿Quién diría que las manifestaciones se convertirían en un nuevo pasatiempo local?

Estas convocatorias han sido como una serie de capítulos en una novela de suspenso. Desde la primera manifestación el 9 de noviembre, que reunió a 130.000 personas, cada acto ha ido creciendo en intensidad: 100.000 asistentes el 30 de noviembre y cerca de 80.000 el 29 de diciembre. Y aquí estamos, a puertas de la cuarta manifestación. ¿No te suena un poco a un drama de telenovela, donde el héroe se convierte en villano?

Las razones detrás de la protesta

Las razones detrás de estas manifestaciones son profundas y conmovedoras. ¿Qué ha hecho que la ciudadanía se levante? Las entidades convocantes denuncian la inactividad, falta de responsabilidad y gestión nefasta del Consell tras la catastrófica DANA. Tres meses más tarde, se encuentran con calles aún cubiertas de barro, una marea de retrasos en las ayudas, y un plan de reconstrucción que parece más mito que realidad.

Y aquí es donde la historia se vuelve personal. Como ciudadano, imaginarse vivir en medio de una crisis y no saber si las ayudas llegarán a tiempo es desgarrador. Y es que, ¿qué le dirían nuestros abuelos si volviesen a ver que en pleno siglo XXI, los ciudadanos siguen luchando para salir adelante después de una catástrofe?

Si tienes un amigo en la comunitat, seguro que te habrá contado lo desafiante que ha sido navegar por esta situación. No es solo una cuestión de números, sino de cómo cada uno de esos números representa vidas humanas, sueños, y la dignidad de un pueblo.

Critica a la gestión de Mazón

El president Mazón ha respondido a las manifestaciones mostrando su «total respeto». Pero sus palabras parecen chocar con la realidad que pintan los manifestantes. ¿Ayudas exprés? Se alegra de que las carreteras estén reparadas y de que los centros de salud ya estén funcionando nuevamente. Pero, ¿es eso suficiente cuando hay personas con movilidad reducida atrapadas en sus casas porque los ascensores aún no funcionan? Es como ofrecer una palmadita en la espalda mientras la casa sigue ardiendo.

Adicionalmente, las críticas no solo van dirigidas hacia Mazón. La diputación y el conseller de Educación, José Antonio Rovira, también han sido objeto de cuestionamiento. ¿Es posible que, en medio de la inclemencia del tiempo, un conseller esté en la playa de Alicante en lugar de atender la crisis educativa? Me cuesta imaginarme explicándole a mi jefe que tomé una tarde libre mientras todo el departamento se hundía en problemas. ¿Y tú?

Un clamor por justicia y responsabilidades

La manifestación del 1 de febrero no es solo otra protesta. Es un clamor por justicia, reparación y dignidad. Y las entidades organizadoras son claras: demandan comisiones de investigación y un escrutinio profundo de las acciones (o la falta de ellas) de los responsables. En medio del caos y la tristeza, se pide un rayo de esperanza, una forma de restaurar la confianza en la gestión pública. ¿Acaso no tenemos derecho a saber qué ha sucedido y cómo se gestionarán las ayudas y la reconstrucción?

Y a esto se le suma una crítica constante a la falta de transparencia. ¿Por qué los contratos millonarios se asignan a empresas con antecedentes en corrupción? Es como si en una cena, decides dejar a tus amigos más ruidosos controlar la música. Aunque les gusta la fiesta, probablemente lo arruinarán.

Comparaciones desafortunadas

Si la situación no fuese ya lo suficientemente compleja, Mazón ha optado por realizar comparaciones que han sido consideradas desafortunadas. Comparar las ayudas ofrecidas a Gaza con las de la Comunitat Valenciana se ha visto como una falta de respeto. Después de todo, cada tragedia tiene su propio dolor y su contexto. Plantear tales comparaciones puede ser interpretado como una minimización de las sufridas por los valencianos. ¿Acaso no podríamos dejar las comparaciones fuera de esta ecuación tan seria?

El reto de la reconstrucción

La reconstrucción no es solo sobre reparar infraestructuras, es sobre restablecer la confianza y la dignidad de las personas. Tres meses después de la tragedia, todavía hay familias que viven con miedo y ansiedad, sin certeza de que podrán regresar a la normalidad.

Las cicatrices tras la DANA están lejos de sanar, y las palabras del president, aunque bien intencionadas, no llenan el vacío de la frustración popular. A veces, me pregunto si alguna de las frases políticamente correctas realmente resuena con aquellos que han perdido tanto.

Hacia un futuro sin riadas

Finalmente, a medida que nos adentramos en el futuro, es imperativo que los responsables no solo escuchen sino que actúen. La historia reciente nos muestra que las palabras pueden ser insuficientes. Después de una crisis, el pueblo necesita no solo consuelo emocional, sino también acciones concretas y efectivas. Las elecciones se acercan, y la pregunta que todos nos hacemos es: ¿los líderes que elegimos estarán a la altura del desafío?

Al final, todos deseamos un futuro donde no tengamos que salir a las calles con pancartas en mano para ser escuchados. En lugar de eso, queremos construir juntos, con líderes eficientes que realmente se preocupen por su pueblo. Porque, después de todo, en la vida, lo que cuenta no son solo los resultados, sino también la forma en que logramos alcanzarlos.


En resumen, la historia de la Comunitat Valenciana post-DANA es profunda y cargada de emociones. Está llena de retos y de un pueblo decidido a exigir lo que es justo. Las manifestaciones seguirán, los debates se intensificarán y, con suerte, la gestión estará a la altura. Al final, todos deseamos un hogar seguro y digno para todos, y es esa esperanza la que debería guiarnos hacia la reconstrucción, muy por encima del barro que todavía cubre algunas de nuestras calles.