En un rincón pequeño de nuestra mente, donde la luz se hace tenue y las sombras susurran verdades, se encuentra nuestro viejo amigo José K. Él es el tipo de persona que, cuando mira por la ventana, no ve las luces brillantes de la ciudad o el sol que se asoma tímido entre las nubes. No, lo que ve es un horizonte manchado de problemas, conflictos y, sobre todo, una política que se siente más como un teatro del absurdo que como una verdadera representación de la justicia y la dignidad humana.
Pero, ¿realmente estamos al borde del colapso? Te invito a que sigas leyendo y lo descubras.
La realidad de un mundo gobernado por multimillonarios
José K. se encuentra atrapado en su pequeña casa, conservando su calor corporal como un hamster que gira en su rueda sin rumbo. Nos comparte su consternación por el ascenso de figuras como Elon Musk y Donald Trump. A un lado, el dinosaurio naranja que alguna vez fue presidente de los Estados Unidos, y al otro, el rey de los memes, el hombre por el que la humanidad ha pasado de los chistes de «dinero no puede comprar la felicidad» a «dinero definitivamente puede comprar un cohete». ¿Quién pensaría que en 2023, nuestros líderes se parecerían más a personajes de un cómic que a dirigentes políticos?
José dice que esto puede ser un mal augurio para los que aún tienen cierta fe en la democracia. Un futuro a la deriva donde «los ricos quieren comprar el mundo», como si fuera una base de Lego a su antojo. Ese sentimiento de impotencia ¿no se te hace familiar? ¿Quién no ha sentido el deseo de colapsar en un abrazo como un abrazo de oso cuando escucha las noticias? Es un tiempo duro para ser humano, ¿cierto?
La guerra en Gaza y su espejo social
Sin embargo, el tema se vuelve aún más grave con la crisis en Gaza, donde la vida parece desvanecerse en un eco de bombas y derramamientos de sangre. Te sorprendería saber que más de 50,000 palestinos han muerto, comparados con los 2,000 israelíes. Es un número que deja sin aliento. La lucha entre fuerzas desiguales, como un cómic de superhéroes donde el villano parece siempre tener el poder. Pero, ¿dónde queda el heroísmo en este caos?
José K. no se guarda nada. Su preocupación por la ética y los derechos humanos es palpable. «No es una guerra; es una masacre», dice, y sin lugar a dudas, su voz parece resonar en millones. ¿No debería ser la protección de vidas humanas la prioridad más sagrada de cualquier gobierno? Pero, claro, en un mundo donde los líderes se pasan de un lado a otro como si estuvieran jugando al ajedrez con vidas humanas, eso parece ser pedir demasiado.
El papel de los medios de comunicación
Ahora, no podemos olvidar la influencia aterradora que tienen los medios en esta narrativa. Como menciona nuestro amigo con un humor negro, siempre hay «gente con toga y puñetas» dispuesta a dictar justicia, a la vez que se olvidan de su misión. ¿Cuántas veces hemos leído un artículo que parece más una novela de ciencia ficción que un reportaje informativo? A veces, no se puede diferenciar entre un comentario político y una reseña de una película de Almodóvar.
Los medios han sido cómplices en la creación de una realidad distorsionada. Esa «desinformación» se apodera de nuestras redes sociales como si tuviera vida propia. Y, perdóname la risa, pero si un día te encuentras con un artículo que dice que podemos vivir de aire y amor, quizás deberías verificar la fuente otra vez. La ficción a veces parece más creíble que la propia realidad.
La hipocresía del poder judicial
Y mientras José K. deambula por su vecindario, evita cruzarse con los jueces que, como él dice, «tienen una manera especial de interpretar la justicia». A menudo, se olvidan de la parte más importante de su trabajo: proteger a los ciudadanos comunes. En un mundo donde las leyes pueden ser torcidas como un chicle masticado, ¿qué podemos esperar de ellos?
¿Acaso no resulta irónico que mientras los fiscales procesan a los de abajo, los de arriba se regocijan en sus excesos? Es como un espectáculo de circo donde los trapecistas son los únicos que se pueden caer sin repercusiones. Nos acordamos de palabras de la famosa escritora Margaret Atwood, quien decía que la justicia se ha convertido en una especie de «entretenimiento» para los que tienen el poder. Y, claro está, el resto de nosotros simplemente podemos observar con horror desde la primera fila.
El papel de la ciudadanía
Pero, ¿qué se puede hacer como ciudadano común en este escenario de locura? ¿Debemos permanecer callados, esperando una mano que nos rescate de esta tormenta perfecta? La respuesta es un contundente no. La voz de la ciudadanía tiene el poder de cambiar el rumbo, aunque algunas veces parezca que estemos gritando en un vacío.
Eso significa participar en el diálogo, informarse y cuestionar lo que se nos presenta. Involucrarnos, no solo en las redes sociales, sino en nuestras comunidades. Recordemos esa famosa frase: «El cambio empieza en uno mismo». Puede sonar a cliché, pero la verdad detrás de esas palabras puede ser poderosa. ¿Cuántas veces has escuchado a alguien decir que no le interesa la política? Pero, ¿y si la política le está pisando los pies y no se da cuenta?
Un rayo de esperanza
Sin embargo, a pesar de todos esos oscuros acontecimientos, aún hay un destello de luz.La juventud está tomando el liderazgo en las calles, cuestionando lo que alguna vez se consideró inamovible. En términos de activismo y conciencia social, ¡wow! Parecen una ola imparable que surge entre escombros. La erosión del miedo se ha convertido en valentía. Se están levantando voces que nunca pensamos que se verían alzadas. ¡Y vaya que nos hace falta!
¿No es gracioso pensar que aquellos a quienes una vez se les ignoró están empezando a exigir su lugar en la mesa? Mientras unos se sirven en abundancia, otros están dispuestos a luchar por una porción más justa. En esa diversidad de voces, se encuentra la esperanza de que los cambios son posibles.
Reflexiones finales: encontrar nuestro papel en la historia
José K. finaliza su amuse-bouche reflexionando sobre la necesidad de mirar a nuestro alrededor y encontrar no solo lo malo, sino también lo bueno. El mundo es un lugar escabroso y complicado, donde el miedo y la desesperanza pueden a veces sentirse como un manto pesado. Pero también hay amor, solidaridad y, sobre todo, la capacidad humana para levantarse una y otra vez.
Así que, amigos, la próxima vez que abran su ventana, no solo miren hacia el caótico mundo que hay afuera. Quizás también vean una oportunidad para actuar. Porque, al final del día, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en esta historia. Tal vez no podamos cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero cada pequeño gesto cuenta.
Así que, ¿por qué no comenzamos a hacer esos pequeños gestos ya? La historia no se trata solo de los poderosos, también hay un lugar para nosotros.
Y, como diría nuestro querido José K., si te sientes atrapado en un rincón, recuerda: cada persiana tiene un resorte, y a veces, todo lo que necesitamos es un pequeño empujón para abrirla.