La música clásica ha resistido la prueba del tiempo, pero a menudo se enfrenta a desafíos contemporáneos que ponen a prueba tanto a las orquestas como a las audiencias. Recientemente, tuve la oportunidad de asistir a un concierto de la Orquesta Bética de Cámara, donde se interpretaron obras de compositores como Fanny Mendelssohn, Marianne von Martínez y Ludwig van Beethoven. Lo que debería haber sido una celebración de la música se convirtió en un laberinto sonoro lleno de desajustes orquestales y una lucha constante por la armonía. Así que, ¿qué nos dice este evento de la situación actual de la música clásica?
De Fanny Mendelssohn y su legado musical
Comencemos con Fanny Mendelssohn, la hermana de Félix Mendelssohn, una compositora cuyo trabajo ha sido históricamente eclipsado por su hermano, pero que merece ser destacado. En el concierto se interpretó su Obertura en Do mayor, que, a pesar de sus virtudes y la riqueza melódica, dejó entrever una serie de problemas técnicos en su ejecución. Durante la interpretación, me di cuenta de algo fundamental: no solo el compositor importa, sino también la calidad de la ejecución.
Imagina que estás en un restaurante y decides pedir el plato especial del chef, solo para descubrir que está frío y mal presentado. Bueno, de manera similar, la Obertura de Mendelssohn se sintió incomplete. Mientras que la introducción mostraba destellos de brillantez, en ciertos momentos parecía como si cada músico estuviera tocando su parte en un mundo aparte. El director, con su entusiasmo contagioso, intentaba unir las piezas, pero la falta de ensayo se sentía en el aire. ¿No es frustrante cuando todos estamos en la misma sintonía, pero parece que cada uno está en su propio canal de radios?
La música de Marianne von Martínez: un reto auditivo
Pasando al Concierto para piano en La mayor de Marianne von Martínez, la nieta de españoles y pupil de figuras prominentes como Hasse y Haydn, me encontré con una experiencia más cohesiva. Aquí, la orquesta pareció estar más alineada, aunque los violines luchaban por obtener claridad. Piensa en esto: te invitamos a un baile, pero todos tus amigos han aprendido diferentes coreografías; algunos incluso están en su propia fiesta de baile.
A pesar de los altibajos, lo que realmente llamó mi atención fue la pianista asturiana que, a pesar de tocar en un piano que parecía haber visto mejores días, se las arregló para mostrar una técnica excepcional. La falta de tapa en el piano hizo que el sonido no se proyectara como debiera, una situación que, honestamente, me hizo sentir un poco triste. Llevaba años esperando la oportunidad de escuchar este concierto, y lo que debería haber sido un deleite se sintió como un bocadillo a medias. Pero, a veces, la vida es así.
Reflexionando sobre la experiencia de Mozart
Luego llegó el turno del Concierto para piano nº 12 en La menor K. 414 de Mozart. Aquí estaba, frente a una de las obras que Mozart compuso para presentarse en Viena, y no pude evitar emocionarme. Pero como sucede a menudo, las expectativas no siempre coinciden con la realidad. La ejecución tuvo sus momentos, pero era demasiado evidente que la pianista luchaba por la expresividad. Después de todo, cuando escuchamos a Mozart, esperamos ser llevados a un viaje emocional, ¿verdad?
La interpretación del Adagio sonó a… bueno, a algo menos que sublime. La orquesta, como un mal actor tratando de recordar sus líneas, no ayudaba en absoluto. Sin embargo, el tercer movimiento fue un momento de alivio. La pianista logró conectar con la energía del momento, y finalmente se sintió como si estuviésemos juntos en la misma página de un libro… o al menos en el mismo capítulo.
Un finale vibrante con Beethoven
Finalmente, cuando pensaba que la noche no podría mejorar, llegó la Obertura de “Las criaturas de Prometeo” de Beethoven. ¡Qué manera de terminar! Con los primeros acordes del Allegro con brio, la orquesta se lanzó en un frenesí musical. Era como si los mismos instrumentos decidieran que ya era hora de hacer las paces y tocar como uno solo. ¿No es magnífico cuando todo encaja? A veces, el arte solo necesita un poco de tiempo y espacio para florecer.
Pero, por otra parte, me preocupaba el futuro de la orquesta. Con una oferta cultural en crecimiento que compite por la atención del público, me pregunté si el público se sentiría atraído para continuar apoyando a una orquesta que, a pesar de sus momentos de esplendor, había tenido varios tropiezos esa noche. La música clásica puede ser tanto un refugio como un desafío, y la audiencia busca experiencias memorables. La pregunta es: ¿serán capaces de unirse y ofrecer algo realmente impactante en el futuro?
La conexión emocional con la música
A través de esta experiencia, recordé por qué sigo volviendo a los conciertos de música clásica. La conexión emocional que ofrece la música es difícil de igualar. Recuerdo una vez en un concierto donde el solista se quedó atrapado en un error, y en lugar de desmoronarse, logró convertirlo en un momento mágico que causó una risa contagiosa en la sala. La música tiene esa capacidad de unirnos, de hacernos sentir que, a pesar de los desajustes y los errores, todos estamos en esto juntos.
Como parte del público, llegamos con nuestras propias historias y emociones, esperando encontrar respuestas o al menos un poco de consuelo en la música. Así que, a pesar de los desafíos técnicos que enfrentó la Orquesta Bética de Cámara, mi amor por la música clásica se mantiene intacto. ¿Acaso no es esta lucha constante por la perfección lo que hace que la experiencia sea tan humana?
¿Dónde está el futuro de la música clásica?
Finalmente, uno de los principales desafíos que enfrenta la música clásica hoy en día es su relevancia. Con una audiencia cada vez más joven optando por géneros como el pop, el rap o la música electrónica, ¿cómo podemos traer a estos oyentes a lo que muchos consideran un mundo arcaico? Tal vez la respuesta radique en la innovación y la adaptación. Al igual que la Orquesta Bética de Cámara, muchas instituciones deben tomar riesgos creativos para mantenerse relevantes en una época donde el cambio es la única constante.
Quizás deberíamos considerar realizar eventos más ligeros, como festivales de música que incluyan la participación de artistas contemporáneos, creando un puente entre el mundo clásico y el moderno. No se trata de eliminar el legado de compositores como Mendelssohn o Beethoven, sino de encontrar maneras de hacerlo accesible y atractivo para una nueva generación.
En conclusión
La música clásica, con su rica historia y profundidad emocional, sigue siendo relevante. Cada concierto es una oportunidad para experimentar algo nuevo, incluso si eso significa enfrentarse a desafíos y desajustes a lo largo del camino. En un mundo que a menudo se siente caótico, la música clásica nos ofrece un espacio de reflexión y conexión. Y aunque a veces pueda parecer que es un trabajo en progreso, ¿no es esa la belleza de la experiencia humana en sí misma? Quizás la próxima vez busque un poco más de paciencia y comprensión, porque cada interpretación es un paso en el camino hacia la perfección, incluso si a veces se siente un poco como «tocar a una maquinita».
Después de todo, la música puede ser agridulce, pero siempre tiene la capacidad de entretener y emocionar al mismo tiempo. Así que, la próxima vez que asistas a un concierto, no olvides llevar contigo no solo tus expectativas, sino también tu empatía. ¡Nos vemos en el próximo concierto!