La historia se repite, pero no en el sentido que nos gustaría. A veces, entre risas y lágrimas, nos encontramos con eventos que parecen hasta sacados de una película (aunque no de esas que vemos para pasarlo bien, sino una de esas dramáticas que nos hacen reflexionar sobre lo que nos rodea). En este caso, la historia que nos ocupa nos lleva hasta Sevilla, donde el osario-monumento en honor a las víctimas del régimen franquista ha encontrado un nuevo enemigo: el suelo. Sí, así como lo oyes, después de poco más de un año de su inauguración, el monumento ya presenta riesgos de hundimiento, y no es un tema para tomarse a la ligera.
Un homenaje que parece de mal gusto
¿Te imaginas abrir un monumento en honor a las víctimas de un régimen opresor y descubrir que este se está hundiendo? Para los familiares de los represaliados, este escenario debe resultar lo más parecido a una broma de mal gusto. La historia nos cuenta que en el cementerio de San Fernando, en Sevilla, descansan los restos de 1,786 víctimas localizadas en la fosa de Pico Reja, y este lugar se ha convertido en el mayor osario de España. La inauguración, celebrada en marzo de 2023, parecía un paso positivo hacia la memoria histórica. Sin embargo, la deterioración prematura del monumento ha echado por tierra los esfuerzos por rendir homenaje a aquellos que fueron silenciados durante el franquismo.
¿Te has sentido alguna vez frustrado ante una situación que parecía tener un final feliz y que, de repente, se convierte en un desastre? Eso es un poco lo que los ciudadanos sevillanos han tenido que experimentar en esta situación. Un informe arquitectónico reciente revela que el monumento presenta una inclinación creciente y, con ello, el riesgo de volcadura, algo que debería preocuparnos a todos.
Hundimiento inesperado: ¿quién tiene la culpa?
Acordémonos de aquellos días llenos de promesas. La inauguración del osario no era solo un evento más, sino un acto cargado de significado. Sin embargo, poco sabían los presentes que a los pocos meses la buena noticia se transformaría en un problema. Los trabajadores del cementerio dieron la voz de alarma en junio de 2023, tres meses después de la inauguración. En aquel momento, se notó que los terrenos donde se realizaron las excavaciones de la fosa común comenzaron a presentar hundimientos. ¿Quién se ha dado cuenta de que es extremadamente raro que algo que rinde homenaje a la memoria histórica no esté acorde con una infraestructura segura?
El arquitecto municipal responsable de la inspección concluyó que la inclinación del monumento se debe a una falta de compactación inicial. ¡Vaya faena! Lo típico en una fiesta de cumpleaños: nadie se percató de que la base donde se sostiene la dignidad de miles estaba, de hecho, tan inestable como esos títeres que los niños quieren mover sin parar.
El dilema del recuerdo y la acción política
Seguro que te estarás preguntando: ¿y qué hicieron las autoridades al respecto? El alcalde, José Luis Sanz, se vio en la necesidad de abordar la situación en pleno municipal, antes de que el riesgo de hundimiento se convirtiera en un escándalo imperecedero. En una intervención bastante “picante” (por decirlo de alguna manera), rebatió las críticas del concejal de Izquierda Unida, Ismael Sánchez, quien le acusó de desinterés hacia las políticas de memoria histórica.
Aquí es donde la historia se pone aún más candente. El alcalde afirmó que “nadie estuvo pendiente” de la obra y deslizó la responsabilidad hacia el gobierno anterior, dirigido por el socialista Antonio Muñoz. Pero seamos sinceros, ¿quién no ha culpado a su predecesor en el cargo en algún momento de su vida? Ciertamente, nos suena familiar. Sin embargo, la memoria de las víctimas no debería depender de un tira y afloja político, sino que merece ser tratada con seriedad. ¡Es que ya me imagino a aquellos viejos amigos de la política, riéndose de las dificultades que los ciudadanos enfrentan!
El orgullo de un monumento condenado a caer
Con más de un millón y medio de huesos en su interior, el osario de Pico Reja no es un simple monumento. De hecho, allí descansan cuerpos que, a través de los años, han sufrido el sometimiento de un régimen que frenó la vida de muchísimas personas. No se trata solo de una estructura inmobiliaria, sino de un símbolo que debería representar dignidad, respeto y la búsqueda de la verdad.
Y ahí está el dilema: un simbolismo que se encuentra en riesgo, literalmente, de caerse a pedazos. ¿Cómo se siente una persona al saber que los restos de sus seres queridos descansan en un lugar tan inestable? Es una pregunta que resuena, aunque quizás no muchos se atrevan a hacerla en voz alta. Me he encontrado en situaciones en las que las palabras parecen quedar cortas; en este caso, me siento igual.
La respuesta política y las promesas vacías
Lo que debería ser un momento de reflexión y unión se convierte en un no parar de excusas y responsabilidades no asumidas. En lugar de buscar soluciones efectivas, se ha desmantelado casi todo lo relacionado con la Oficina de Memoria y se han cambiado los presupuestos para este tipo de políticas a cero. A veces, siento que los titulares de las noticias pueden convertirse en un eco vacío de las promesas que no se cumplen. Ese desinterés es el que duele, el que más que indignar, entristece.
El propio alcalde, quien visitó el monumento, reconoció que el diseño del mismo “no es lo que los familiares merecen”. Agradecemos la sinceridad, pero en lugar de quedar bien, más bien parece un comentario de café entre amigos. Cuando la situación exige acción, las palabras no son suficientes. ¿No sería mejor actuar antes de hablar?
Una fosa común que necesita ser rehabilitada
No nos engañemos, la historia no se puede olvidar a su antojo. Este monumento a las víctimas del franquismo necesita ser una prioridad. Desde la comisión municipal de memoria que se había reactivado, las acciones concretas aún brillan por su ausencia, y las palabras parecen quedar en una esfera política irreal.
Por lo que he podido leer y escuchar, hay muchas personas buscadoras de respuestas. Las promesas de exhumación y la recuperación digna de los restos de víctimas se antojan como una utopía distante. New-age, dirían algunos, seguro que hay un transformer para ello, pero lo que necesitamos es un compromiso real, sostenido en el tiempo.
La memoria histórica sigue siendo una tarea pendiente
Pensando en todo esto, no puedo evitar preguntarme: ¿realmente aprendemos de la historia? O, como suele suceder, ¿volvemos a caer en los mismos errores? La memoria histórica no solo es un término que aparece en las palabras de un discurso; es una lección que nos permite recordar y aprender del pasado. Si algo podemos hacer por las víctimas del franquismo es escuchar sus historias, respetar su memoria y garantizar que lugares como el osario de Pico Reja no se conviertan en monumentos en riesgo de descender al olvido una vez más.
Podemos reírnos, llorar y enojarnos, pero lo que no podemos es ignorar. Desde un par de amigos conversando en una barra de bar, hasta juntas comunales que discuten y debaten sobre lo que realmente debe ser hecho, la responsabilidad siempre recae en nuestros hombros. Mantener viva la memoria histórica es un deber para que el creciente peligro de que el osario de Pico Reja se convierta en otro recuerdo desvanecido quede totalmente apagado.
Por eso, ¡a levantar la voz! Es momento de actuar, de exigir a nuestros representantes que tomen la historia de una vez por todas y no como un simple tema a discutir, sino como una urgente necesidad a la que debemos prestar atención. La historia de las víctimas merece ser recordada con dignidad, y el osario de Pico Reja, aunque en riesgo de hundirse, no debería quedar en el olvido.
Así que, ¿qué tal si en lugar de permitir que se hunda no ya el osario, sino nuestra memoria colectiva, nos unimos para luchas por quienes ya no están y asegurarnos de que su historia nunca se repita?