Hoy en día, parece que estamos rodeados por una batalla constante de información y desinformación. Con figuras como Elon Musk al mando de la nave de las redes sociales y los medios, hay momentos en los que uno se pregunta: «¿Qué demonios está pasando?» Así que, permíteme llevarte en un viaje por la historia – no, no te preocupes, no será aburrido – hasta el turbulento mundo del sensacionalismo, donde William Randolph Hearst ya hacía de las suyas hace más de un siglo.
El inicio de la tormenta: Hearst y su imperio de la prensa
Imagina esto: estás en el año 1900, y abres el periódico. ¿Qué leerías? ¡Ten cuidado! Puede que no sea la verdad, sino una creación de un hombre que entendió que las noticias intrigantes y escandalosas eran más efectivas que la realidad. Este hombre se llama William Randolph Hearst.
Hearst no solo era un magnate, sino más bien un titán de la prensa sensacionalista que llegó a poseer 28 periódicos. Sí, lo has oído bien: un imperio. Con más de 20 millones de lectores, era como tener una lista de seguidores de Instagram en el siglo XIX. Pero, ¿de qué tipo de noticias estamos hablando? Según Mikel Herrán, historiador y colaborador de «El Intermedio», Hearst era un experto en la creación de titulares que vendían, aunque no necesariamente coincidieran con la realidad.
La artimaña del Maine
Una de las anécdotas más intrigantes del rey del bullicio mediático fue su papel en la explosión del acorazado Maine en 1898. Si no has oído hablar de esto, es como no conocer la famosa escena de «I’m the king of the world» de Titanic. Hearst fue uno de los primeros en afirmar que el ataque fue cosa de los españoles, cuando, de hecho, todo indicaba que fue un accidente. Y tú dirás: ¿y el impacto?
Bueno, escuchemos a Herrán: «Dos meses después de la desinformación, Estados Unidos declaró la guerra a España». Así, en un abrir y cerrar de ojos, un titular escandaloso pudo cambiar el rumbo de la historia. ¡Quiten el Pulitzer, porque aquí necesitamos un premio nuevo para Hearst!
Hearst, el político
Puede que Hearst haya sido un monstruo de la desinformación, pero no se detuvo ahí. También quería ser parte del sistema político. Se convirtió en congresista por el Partido Demócrata y, a partir de ahí, su influencia se expandió como el gluten en una masa de croissant. Sus tentáculos se extendían tanto que se dice que podría influir en las elecciones a tal punto que sus decisiones sobre quién debería ser el vicepresidente eran casi sagradas.
Aquí cabe preguntarse: ¿dónde termina la libertad de expresión y comienza la manipulación? Hearst, que mostró su desdén hacia cualquier ayuda gubernamental para los desempleados durante la Gran Depresión, atacaba incluso al presidente, acusándolo de ser «anticomunista». Sí, la ironía es palpable.
Un amigo de la autocracia
Y como si eso no fuera suficiente, Hearst también expresaba su admiración por Adolf Hitler. En un giro de los acontecimientos que haría que hasta el más valiente se rasgue las vestiduras, diría que el nazismo era una gran forma de promover el lema «America First». ¿Te suena familiar? Este es un concepto que, en múltiples formas, sigue regresando como un bumerán: en la política de hoy, uno se pregunta si hemos aprendido algo de la historia.
De Hearst a Musk: un hilo conductor en la desinformación
Ahora, ¿qué tiene que ver Elon Musk con todo esto? Bueno, gracias a su influencia en redes sociales como Twitter, Musk ha demostrado que puede agitar las aguas de la política europea y más allá. Según Herrán, Musk no es el primer magnate que intenta «contaminar la política» con ruido y bulos.
Comparaciones modernas
Si Hearst fue un maestro de las invenciones, Musk ha encontrado su propio camino. Escuchaste a tus amigos hablar sobre la última genialidad de Musk en Twitter y piensas: «¿Por qué todos están de acuerdo en todo lo que dice?». La realidad es que, al igual que Hearst, ha encontrado una forma de influir en la opinión pública sin necesidad de un respaldo legítimo.
La responsabilidad del poder
Aquí es donde la pregunta se vuelve vital: ¿cuál es la responsabilidad de aquellos que tienen el poder de influir en las multitudes? En este sentido, tanto Hearst como Musk son casi dos caras de la misma moneda. Si Hearst decía lo que quería, ¿qué impide que alguien como Musk lo haga hoy?
La importancia de la verdad en la política actual
En conclusión, la lucha contra la desinformación es una batalla que hemos estado librando durante mucho tiempo. William Randolph Hearst fue un pionero, un tipo que inclinó el marco para lo que hoy vemos: polémica, ruido y, sí, un montón de resentment y confusión. La historia nos enseña que aunque tengamos herramientas modernas a nuestra disposición, la esencia de lo que se gaba por hacer noticia no ha cambiado en absoluto.
Y como público, tenemos la responsabilidad de educarnos, cuestionar y buscar la verdad en una era donde los titulares vuelan más rápido que la realidad. Así que la próxima vez que veas un tuit arrojando noticias de una forma particular, pregúntate: «¿Estaré leyendo las palabras de un nuevo Hearst o del mismo Musk?”
Si no lo haces, solo estarás ayudando al continuado legado de desinformación, y honestamente, eso sería un fracaso del que Hearst estaría orgulloso. ¿Te imaginas a Hearst en las redes sociales? ¡Es probablemente el equivalente a un influencer del siglo XXI!
La historia se repite, y quizás, después de todo, la clave para un futuro mejor es recordar lo que hemos vivido. A menos que prefieras que la próxima vez que abras un periódico, te encuentres con un titular que diga: «Los extraterrestres invaden el mundo por culpa de Musk».
Y recuerda, la próxima vez que quieras compartir algo en tus redes, primero verifica la fuente. Porque aunque la historia puede ser fascinante, el futuro debería ser más brillante que la oscuridad de la desinformación.