La gastronomía es ese arte que se alimenta de historias, tradiciones y pasiones que se traspasan de generación en generación. En este contexto, es imposible no mencionar a Ismael Hevia, un nombre que para muchos madrileños es sinónimo de excelencia culinaria y un ejemplo de cómo el trabajo duro puede dar frutos en el mundo de la hostelería.

El adiós a un referente: la muerte de Ismael Hevia

El pasado 7 de enero de 2023, Madrid se vistió de luto. Ismael Hevia, el amado anfitrión del icónico restaurante Hevia, nos dejó a los 70 años. Su partida no fue solo la pérdida de un chef, sino de un hombre que durante décadas fue el alma de su establecimiento. La noticia corrió como la pólvora entre sus clientes habituales, quienes recordaron anécdotas, risas y esos momentos especiales vividos en el local. Pero, ¿cómo llegó Ismael a construir un imperio gastronómico que sobrevivió a modas y cambios sociales?

Los inicios de un sueño familiar

La historia de Hevia comienza mucho antes de que Ismael tomara las riendas. En junio de 1964, sus abuelos, Pepe Hevia y Elena Arbizu, abrieron un pequeño restaurante en la calle Serrano, en lo que por aquel entonces eran prácticamente las afueras de Madrid. Imagínate el panorama: los coches pasaban a gran velocidad y las calles estaban lejos de ser el bullicio que conocemos hoy. Pero eso no detuvo a la familia Hevia, que empezó a construir lo que con el tiempo se convertiría en un verdadero templo de la buena mesa.

Recuerdo mi primera visita al Hevia. La decoración clásica, un ambiente cálido y ese aroma a comida casera que te hacía pensar que estabas en casa. ¿Quién no ha sentido esa calidez de una casa cuando entra en un restaurante? La magia se siente en el aire, y eso es exactamente lo que Ismael y su familia lograron transmitir a años luz.

La filosofía del trabajo duro y el respeto

Cuando Ismael asumió el control del restaurante, no solo continuó el legado familiar, sino que lo llevó a otro nivel. Él y su esposa, Elena Hevia, transformaron un bar en un restaurante, y lo hicieron con una visión clara: la alta calidad de la materia prima, un compromiso con los ingredientes de temporada y un servicio al cliente excepcional. Todo esto, con la lección más importante que Ismael impartió a sus hijos: tratar a todos por igual.

En un mundo donde la jerarquía social a menudo se siente opresiva, esa filosofía es refrescante, ¿no crees? Imagina a un directivo del Ibex sentado junto a un taxista, ambos disfrutando de una rica tortilla de patatas con callos. Eso es lo que hacía especial a Hevia, un lugar en el que todos se sentían bienvenidos, un sitio donde cada mesa contaba una historia.

Un lugar del poder político y social

El restaurante Hevia se convirtió en un punto de encuentro para las figuras más influyentes de Madrid. Desde ministros hasta jugadores del Real Madrid, todos querían disfrutar de lo que ofrecía. Pero en un gesto de humildad, y quizás también de respeto hacia sus clientes, Fernando, uno de sus hijos, siempre hizo hincapié en que “aquí ni nos hacemos fotos ni incomodamos a los clientes”. Ah, el arte de saber ser discreto en tiempos de redes sociales, todo un logro.

Innovación constante: del bar a la excelencia

Ismael siempre fue un innovador. En un contexto donde muchos restaurantes se aferraban a las tradiciones, él supo cómo adaptarse. Fue uno de los primeros en introducir productos como el aguacate, el tuétano y el foie en la capital española. ¡Imagínate la cara de los comensales! La gente de Madrid estaba acostumbrada a los sabores tradicionales y, de repente, ¡bam!, Ismael aparece con productos que cambiaron la forma de entender la gastronomía en la ciudad.

Sin embargo, no se detuvo ahí. La terraza de Hevia se convirtió en un símbolo de sofisticación: manteles largos, luces indirectas, flores frescas y una música que apenas se escuchaba, pero que añadía magia al ambiente. Ya llegabas y te sentías como un VIP, aunque solo fueras un cliente más. ¿No es genial cómo estas pequeñas cosas pueden marcar la diferencia en una experiencia gastronómica?

Un legado de calidad y excelencia

Con el paso de los años, la dedicación de Ismael no pasó desapercibida. En 2006, recibió el Premio Madrid Excelente, un galardón que distingue a las mejores empresas de la Comunidad de Madrid por su buen hacer. Pero para él, el reconocimiento no era por tener una estrella Michelin ni un trofeo brillante; su verdadero premio era ver sonrisas en los rostros de sus clientes y escuchar sus risas resonando en el local.

El compromiso de Ismael con la calidad no solo se reflejaba en la comida, también era palpable en la relación con sus proveedores y su equipo. Como un buen capitán de barco, siempre estaba al tanto de lo que sucedía a su alrededor, y eso incluía dar la mano a quienes proporcionaban los ingredientes frescos que luego se convertirían en delicias en su mesa.

Platos emblemáticos que hacen historia

A lo largo de los años, Hevia ha creado una serie de platos que no solo están en el menú, sino que son parte de la historia culinaria de Madrid. Entre ellos, la ensaladilla de ahumados, los tigres, y, por supuesto, ese famoso tronco de bonito escabechado en salsa de perdiz. Vamos, ¿quién no se ha sentido tentado al pensar en esos sabores?

Personalmente, tengo una historia que contar sobre el tronco de bonito. Hace un par de años, decidí llevar a mis padres a Hevia para celebrar un cumpleaños. Mis padres, con su escepticismo habitual sobre la comida moderna, estaban algo nerviosos, pero una vez probaron el bonito, cambiaron de opinión al instante. Esa sonrisa en sus caras al descubrir un nuevo favorito de la gastronomía fue priceless.

La adaptabilidad: el secreto de su éxito

Se dice que el verdadero arte de la restauración es saber adaptarse a los cambios. Y Hevia lo hizo. Desde cambios políticos y económicos hasta transformaciones culturales, Ismael llevó su restaurante a nuevos niveles sin perder la esencia que lo hizo famoso. ¿Qué hay de los desafíos que ha enfrentado la industria de la hostelería en estos tiempos modernos? Ismael hubiera tenido la capacidad de encontrar soluciones innovadoras, aunque sólo sea en su cocina.

La adaptabilidad también se refleja en la manera en que su familia tomó el testigo. La transición fue suave, como si Ismael nunca hubiera dejado de estar al mando. Sus hijos, Ismael y Fernando, han continuado con su legado y aprenden a diario de las enseñanzas que su padre les dejó. Incluso en su ausencia, el espíritu de Hevia sigue vivo.

Conclusiones: un cierre agridulce

La partida de Ismael Hevia deja un vacío en el corazón de muchos. Un vacío que solo puede llenarse con recuerdos, risas y, por supuesto, esos platos memorables que permanecen grabados en la mente de quienes han tenido la fortuna de probarlos.

Es un legado que trasciende más allá de la cocina. Es un legado de pasión, dedicación y un firme compromiso con la excelencia. Y aunque el restaurante Hevia sigue abierto, siempre habrá un aire de nostalgia envolviendo cada plato que sale de su puerta.

Puede que Ismael ya no esté físicamente con nosotros, pero su espíritu continúa en cada rincón del restaurante. La próxima vez que te sientes en una mesa de Hevia, tómate un momento para respirar y apreciar todo lo que se ha construido a lo largo de los años. Y, mientras disfrutas de ese exquisito plato, pregúntate: ¿cuántas historias más se están creando en cada bocado?

La gastronomía es un viaje, y mientras haya cocineros como Ismael Hevia, habrá un camino lleno de emociones, sabores y experiencias que contar. ¿Está listo para embarcarse en este delicioso viaje?


Espero que este homenaje a Ismael Hevia y su legado en el mundo de la alta gastronomía te haya emocionado tanto como a mí. ¡Hasta la próxima!