¿Quién no ha sentido, en alguna ocasión, que las decisiones de la justicia son como una montaña rusa? Cuenta la leyenda que cada vez que uno se sienta en el banquillo, el estómago se hace un nudo y la incertidumbre lo invade todo. En estos días, ese nudo lo sienten a flor de piel diversos implicados en el caso de los ERE, un asunto que, a pesar de ser un laberinto judicial, ha tenido un giro inesperado gracias a las sentencias del Tribunal Constitucional.

¿De qué va todo esto?

El tribunal ha decidido anular partes claves de las condenas en uno de los mayores escándalos de corrupción en Andalucía que involucra a Antonio Fernández, ex consejero de Empleo, y otros altos cargos del PSOE. Su situación era como un chiste malo que nunca acaba, hasta que, ¡sorpresa!, el tic-tac del reloj judicial ha dado un vuelco. ¡Parece que el destino quiere darle a Fernández una segunda oportunidad, o al menos eso es lo que dicen los rumores!

La primera ronda de esta enrevesada historia judicial se está acercando a su final con nuevas vistas programadas y recursos a diesto y siniestro, alimentando la esperanza de muchos que ven en estas decisiones un camino hacia la absolución. ¿Es realmente un nuevo amanecer para Fernández y sus amigos en el banquillo, o simplemente el eco de un terremoto judicial que promete muchas réplicas?

Contexto: un pasado cargado de problemas

Para quienes no estén familiarizados con la saga de los ERE, hablemos un poco de su historia. Todo comienza en un mar de promesas, ayudas y transferencias de financiación que la Junta de Andalucía gestionaba para “salvar” empresas en crisis. Sin embargo, a medida que avanzaba la trama, quedó al desnudo la realidad: el dinero que debía ir para los pobres necesitados terminó en los bolsillos equivocados. Un verdadero drama.

Malversación, corrupción y un entramado que parecía sacado de un culebrón. Antonio Fernández, condenado a siete años por su supuesta implicación en la entrega de 2.9 millones de euros a Acyco, una empresa cuyo nombre sonaba más a una pintura de un buen artista que a un escándalo financiero. La historia del ERE se convirtió en un rompecabezas en el que las piezas parecían moverse cada vez que intentabas armarlas.

El tribunal constitucional: un salvador o un caos?

Y entonces, llega el Tribunal Constitucional (TC) a dar un giro inesperado al caso. ¿Cuántas veces en la vida uno puede decir que su salvación llegó de un episodio tan poco probable? Mientras muchos esperaban la enésima condena, el TC decidió anular lo que parecía el fin de la línea para muchos involucrados, incluyendo a ex presidentes y otros miembros de alto rango.

Esta decisión ha sido recibida con grandes expectativas, sobre todo por parte de las defensas, quienes han visto cómo la nueva doctrina del Constitucional abre la puerta a futuras absoluciones. Es como si un grupo de magos hubiera decidido cambiar las reglas del juego a mitad de la partida, haciendo que Fernández, una y otra vez, pueda burlar la justicia.

La vista del 9 de octubre: un momento decisivo

El próximo 9 de octubre es un día marcado en rojo para los implicados, y también para quienes siguen este caso como quien observa el último episodio de su serie favorita. Una nueva vista se programó para analizar el efecto de las sentencias del TC, y no se trata de una simple diligencia; promete ser el inicio de una serie de decisiones que podrían cambiar el rumbo de la causa.

La Fiscalía del Supremo ha apoyado el recurso de absolución de Fernández, lo que añade una pizca más de drama a la ya tensa historia. Mientras los abogados presentan argumentos más refinados que el propio vino, se va tejiendo una red de nuevas esperanzas. ¿Estamos ante la posibilidad de inversionistas felices y ex-elusos en camino a la libertad?

Anécdotas y situaciones en el campo de batalla judicial

Recuerdo un día, hace algunos años, cuando un amigo abogado me dijo que cada juicio es como una pelea de gallos, con todos intentado hacer ruido mientras el clamor del público se apodera del ambiente. «La única diferencia», me decía entre risas, «es que aquí no hay plumas volando, sino papeles en las mesas».

Y es que en esta carrera judicial, los implicados han mostrado una habilidad para defenderse que haría que cualquier guerrero sintiera celos. Ya hay un puñado de recursos en la Audiencia Provincial de Sevilla que se basan en la nueva doctrina establecida por el TC, argumentando que si el donante no fue penalmente culpable, tampoco puede serlo el receptor. Este tipo de lógica es calentita y muy movilizadora en una sala de justicia.

¿Y qué decir de los letrados que hacen malabares con los términos legales? Es un espectáculo digno de ver. No podemos olvidar que la complejidad parece multiplicarse con cada nuevo recurso presentado. Pero, en el fondo, es una manifestación de la esperanza: la mera posibilidad de que estos ex altos cargos puedan dar un giro a su situación judicial.

Reflexiones finales: un ciclo infinito

Más allá del ruido y las sentencias, este caso de los ERE se ha transformado en un espejo de la corrupción política en España, un tema candente que no deja indiferente a nadie. Parecería que el eco de la justicia sigue resonando sin cesar, y a menudo resulta difícil discernir la verdad en medio de tanto ruido.

La morfología de este caso es fascinante y podría parecer que estamos viviendo un episodio de una serie de Netflix que decidieron extender indefinidamente. Al final del día, ¿será posible que un nuevo cambio en la jugada por parte del TC permita que algunos ex altos cargos puedan reescribir su historia? Quién sabe.

Pero aquí estamos, siguiendo atentamente el espectáculo, entre risas y lágrimas. Esperemos que al menos algún día podamos ver cómo se cierran estos capítulos judiciales de la forma más correcta posible, y que la corrupción no siga haciendo de las suyas en nuestro querido país.

Al fin y al cabo, el ámbito judicial es un ciclo que nunca parece terminar, uno en el que todos estamos atrapados, como si fuéramos marionetas en manos de un titiritero. Pero aquí seguimos, aplaudiendo, comentando y preguntándome constantemente: ¿Qué será lo próximo?