En el vasto océano que es Internet, siempre hay espacio para la creatividad, la instrucción y, lamentablemente, la irresponsabilidad. Nos hemos encontrado con casos que desdibujan la línea entre lo educativo y lo peligroso. ¿Quién no ha visto un tutorial en YouTube? Desde recetas de cocina que prometen hacerte el chef más popular hasta clases de yoga que te transforman en un maestro zen. Sin embargo, hoy quiero hablar de un fenómeno que ha dejado a muchos con la boca abierta y, sinceramente, un poco preocupados: los tutoriales que enseñan cómo fabricar explosivos y armas artesanales. Y como prueba de ello, tenemos el caso de Alberto R. H., conocido como Alberto HRom, un joven de 28 años cuyo contenido ha levantado más de una ceja.
La historia detrás de Alberto HRom: ¿quién es?
Imaginemos por un momento que estamos viendo uno de esos tutoriales divertidos mientras tomamos una taza de café. Llega un momento en el que el creador, con una sonrisa en el rostro y una chispa de locura en los ojos, nos pide donaciones para financiar su contenido. Así era Alberto HRom. Con 1,3 millones de seguidores, sus vídeos sobre cómo crear todo tipo de sustancias explosivas e armas caseras desafiaron cualquier sentido común. Puede que te estés preguntando: «¿En serio hay gente que hace esto?» La respuesta es un rotundo sí. Pero, ¿por qué? ¿Qué lleva a alguien a crear contenido tan peligroso?
La búsqueda de la notoriedad
Como joven creador de contenido, Alberto HRom se encontraba en un océano de competidores. En una búsqueda desesperada por destacar entre la multitud, decidió tomar el camino menos transitable: enseñar a otros a crear armas y explosivos. En un mundo donde los clickbait y los vídeos virales son la norma, quizás pensó que este tipo de contenido llamaría la atención. Pero, como muchos de nosotros sabemos, esa búsqueda por la fama puede llevar a consideraciones bastante sombrías.
¿Cómo lo hizo?
Alberto R. H. no solo se limitó a hablar del tema; sus vídeos estaban llenos de tutoriales detallados y explicaciones de «cómo hacerlo» que hacían que hasta un niño de diez años (con acceso a Internet, claro) pudiera intentar lo que mostraba. Desde pólvora hasta napalm casero y lanzallamas, sus vídeos revelaban un lado oscuro de la creatividad humana. ¿Te imaginas un mundo donde tus seguidores te pidan contenido más extremo, justo cuando tú ya te has empujado al límite? Debe ser una montaña rusa emocional.
La respuesta de las autoridades
Con un fenómeno tan controvertido, no es de extrañar que las autoridades comenzaran a prestar atención. A medida que el contenido de Alberto se volvía más virulento, no solo alarmaba a los padres, sino que instigaba preocupaciones a nivel gubernamental y comunitario. Las preguntas empezaron a volar: ¿debería censurarse ese contenido? ¿Quién guarda las riendas sobre lo que se publica en redes sociales?
Las redes sociales, incluido YouTube, se enfrentan a un desafío monumental todos los días: equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de garantizar la seguridad pública. Sin pretender ser pesimista, estoy seguro de que debemos encontrar un equilibrio entre lo que queremos ver y lo que realmente necesitamos ver.
La línea de lo legal y lo moral
¿Hasta dónde debe llegar la libertad de expresión? Hacer arte es una cosa, pero enseñar a destruir es otra. Y aquí es donde se vuelve complejo. La ley en muchas partes del mundo no suele estar totalmente equiparada con lo que deberíamos considerar moral. La pregunta persiste: ¿debería haber un límite? Desde luego que sí, pero en un mundo donde tantos viven del contenido viral, la respuesta puede ser menos sencilla de lo que parece.
Estadísticas inquietantes
Un análisis de la situación revela que hay un notable aumento en la cantidad de contenido peligroso. En 2020, se reportó que los vídeos relacionados con actividades ilegales en plataformas como YouTube habían aumentado en un 200% comparado con años anteriores. Si hicieras un resumen de esto en una reunión familiar, estoy seguro de que tus parientes reflexionarían sobre lo «poco seguro» que se ha vuelto el internet.
La unión hace la fuerza
No podemos simplemente sentarnos y dejar que otros controlen el contenido. La responsabilidad recae también en nosotros como consumidores de contenido. Hacer clic en un «me gusta» o compartir un vídeo puede ser inofensivo, pero cada interacción cuenta. Entonces, ¿cuántos de nosotros realmente nos detenemos a reflexionar sobre el tipo de contenido que consumimos? La educación sobre lo que es seguro y lo que no debe ser un pilar de nuestras interacciones en línea.
Alternativas responsables
Afortunadamente, siempre hay un lado positivo. Tal vez, en lugar de aprender a crear armas y explosivos, podamos dedicarnos a tutoriales más constructivos. Hay un mundo por descubrir, desde cursos sobre programación hasta clases de arte. ¿Alguna vez has puesto en práctica una habilidad nueva gracias a un tutorial en línea? Puede ser un profundo sentido de satisfacción ver cómo tus esfuerzos dan fruto. El lado bueno de la creación de contenido radica en que hay un sinfín de cosas que podemos aprender, siempre que decidamos enfocar nuestra energía en lo positivo.
Ejemplos de contenido útil
Imagínate un día en que, en lugar de hacer un lanzallamas, optas por aprender a hacer pan casero. Sí, eso suena muy diferente, pero piénsalo: solo necesitas harina, agua y un toque de magia (y un poco de levadura). Al final del día, podrás disfrutar de una barra de pan crujiente mientras te ríes de esos vergonzosos vídeos de explosivos. No obstante, mientras te conviertes en el campeón del pan, podrías mandarle un mensaje a Alberto HRom: «¡Hay vida más allá de la pólvora!».
La lección en la experiencia
En retrospectiva, el caso de Alberto HRom nos deja una lección importante: el uso responsable de plataformas es esencial. Aunque el alcance de las redes sociales puede unir a personas de diferentes orígenes, también puede ofrecer un espacio para la desinformación y la irresponsabilidad. ¿Podría haber una forma de cambiar esto? La respuesta está, sin duda, en cómo formamos nuestras sociedades digitales.
Cuando uno piensa en las implicaciones de los tutoriales desesperados, puede ser inquietante. Pero eso no significa que debamos rendirnos. De hecho, deberíamos utilizar este caso como un catalizador para fomentar el contenido positivo y educativo. Quizás la próxima vez que tu amigo te envíe un link a un tutorial extraño, puedas preguntar: «¿No preferirías aprender a hacer velas en lugar de explosivos?»
Conclusión: ¿hacia dónde vamos?
El caso de Alberto R. H. es un recordatorio de que, si bien Internet está lleno de oportunidades para aprender y crecer, también requiere que mantengamos los ojos bien abiertos. La responsabilidad es de todos y, si hay algo que podemos aprender de esto, es que siempre habrá un equilibrio entre lo bueno y lo malo. Mientras tanto, sigamos buscando esas oportunidades que realmente valen la pena.
Así que, ¿cuál será tu próximo tutorial? ¿Te animarás a hacer pan o te atreverás a ver cómo hacer pólvora? Pregunta seria. Al final del día, la decisión está en tus manos. El contenido que elijamos consumir define no solo nuestro tiempo en la red, sino también a nosotros como comunidad. ¡Que empiece la búsqueda de lo positivo!