Durante estas fiestas hay un objeto volador no identificado que se encuentra en el centro de atención: el discurso navideño de Felipe VI. Tras años de mensajes más bien neutros o esperanzadores, este año su intervención ha resonado fuerte, especialmente tras la gestión del desastre de la dana en Valencia. Pero, ¿qué significa realmente todo esto?

Acompáñame en este recorrido por el laberinto político español, donde la monarquía, el socialismo y el nacionalismo se entrelazan de formas inesperadas, como si fueran esos personajes que nunca se ponen de acuerdo en una reunión familiar. ¡Alerta de spoilers! Habrá muchos desacuerdos.

Contexto: la dana en Valencia y el llamado del Rey

Empecemos por el elefante en la habitación. La dana, o Depresión Aislada en Niveles Altos (suena a nombre de villano de Marvel, ¿verdad?), ha causado estragos en Valencia. La indignación popular ha sido palpable y, con razón, la responsabilidad de las administraciones públicas ha sido puesta en tela de juicio. En este tenso clima, Felipe VI decidió enfundarse la capa de superhéroe de la serenidad y llamó a la “coordinación mayor y más eficaz” de las instituciones.

¿Recuerdas la última vez que tu amigo toxico comenzó a dar consejos en medio de una crisis y todos lo miraron con caras de incredulidad? Eso es exactamente lo que algunos sintieron al escuchar la declaración del Rey. En tiempos de crisis, la gente busca líder y, siendo sinceros, la serenidad del Monarca puede sonar a consuelo vacío para quienes todavía bregan con los efectos de la tragedia. Pero, como el buen diplomático que es, decidió también evocar el “bien común”. ¡Punto para Felipe!

La reacción de los partidos políticos

La reacción a las palabras del Rey fue un verdadero espectáculo, más entretenido que una serie de reality. En una esquina, tenemos el PSOE y el PP, ambos aplaudiendo al Monarca casi al unísono, como un par de gemelos que acaban de recibir un premio por limpiar su habitación. Cristina Narbona, presidenta del PSOE, incluso subrayó que “el Estado estará allí” para las víctimas de la dana, como una mamá preocupada que nunca deja de cuidar de su hijo aunque este ya tenga 30 años. Sin embargo, ¿es suficiente un discurso para sanar las heridas de las tragedias?

En la otra esquina, los partidos como Sumar y Podemos hicieron estallar el escándalo. La portavoz de Sumar lo tildó de “decepcionante y derechizado”, mientras que una declaración de Ione Belarra lo catalogó como un discurso “abiertamente racista”. ¡Vaya! Casi podemos imaginar a la clase política echándose las manos a la cabeza, como si acabaran de romper un jarrón en casa de la abuela.

Aquí es donde la política se vuelve un verdadero rompecabezas. Los partidos nacionalistas también aprovecharon la oportunidad para recordarle al Rey que existen otras narrativas… más allá del discurso nacional unificado. ¿No es fascinante cómo todos quieren hacer sonar su propia bocina?

El choque de ideologías: el qué y el cómo

Volvamos a los ecos del discurso. ¿Qué se nos dice y cómo se nos dice? En su mensaje, el Rey habló sobre la “necesidad de un apoyo permanente” a las víctimas, así como la importancia de la serenidad y el consenso. Parece que su mensaje fue claro para algunos, pero turbio para muchos otros. Y aquí entra la reflexión: ¿de qué sirve la llamada a la serenidad si el ruido sólo parece aumentar? La visión idílica del monarca contrasta dramáticamente con las reivindicaciones de los partidos que representan otras realidades e intereses.

Los partidos nacionalistas, como ERC y PNV, utilizaron la ocasión para rebatir lo que consideraron una visión simplista de la situación política en España. Su respuesta fue comparable a un “¡Eh, espera un momento!” en medio de una reunión donde todos piensan que solo hay una verdad.

“Aquí hay una nación que es la vasca,” replicó Aitor Esteban. Y es que, a menudo se pasa por alto cómo estas dinámicas hacen tambalear la tan anhelada unidad nacional. Las demandas de las particularidades regionales son recordatorios contundentes de que no todos cantan a la misma melodía.

La complejidad del “bien común”

Uno de los conceptos más repetidos fue “bien común”. Pero, ¿realmente todos los ciudadanos tienen la misma definición de lo que esto significa? Para unos, significa ayudas inmediatas a las víctimas de catástrofes. Para otros, implica abordar cuestiones sobre la inmigración, la vivienda y los derechos laborales.

Felipe VI probablemente no esperaba ser el protagonista de un debate sobre la “narrativa del bien común” en un país con tantas voces que claman ser escuchadas. Pero aquí estamos, hablando sobre cuánto ruido hay en la política española, mientras la población anhela soluciones que parecen siempre relegadas a un segundo plano.

Humor en la desdicha: un tono de resiliencia

Con todas estas dinámicas, no podemos olvidar inyectar un poco de humor. Veamos esta situación como un sitcom español donde todos los personajes están convencidos de que tienen razón. ¡Y lo que es más! Todos están tan ocupados viendo quién grita más que el problema real desaparece como por arte de magia. Quizá debería haber un “Reality of the Year” en la próxima edición de los premios Goya, donde se otorgue el galardón a la mejor crítica política.

Y así se cierra la cortina de un acto que, aunque pueda parecer sombrío, también nos ha mostrado la creatividad y el ingenio de un pueblo que no se rinde fácilmente, quienes han encontrado en la risa un mecanismo de defensa ante la adversidad. ¿No es estupendo ver cómo la resiliencia puede surgir entre las disputas y diferencias políticas?

Conclusiones: el futuro y la esperanza

La verdadera cuestión que se plantea es si la serenidad del Rey se traducirá en acciones concretas que beneficien a todos los ciudadanos… o si, como suele suceder, se quedará en la mera palabra. Para muchos, la esperanza está ahí, latente, pero frágil. Las promesas son buenas, pero la acción es lo que realmente cuenta. ¿Estamos dispuestos a trabajar juntos por un bien común que verdaderamente incluya a todos?

La tristeza, la frustración y el dolor son sentimientos que acompañan a la sociedad española en un momento crítico. Al final, aunque la política a veces se sienta como un juego de ajedrez, los peones necesitan ser cuidados y escuchados. La gestión de la dana y sus consecuencias solo muestra lo necesario que son el diálogo y la solidaridad.

Como sociedad, debemos estar dispuestos a dejar de lado las diferencias y trabajar hacia un objetivo en común, aunque eso signifique meternos en debates incómodos. La sabiduría popular dice que “de la crisis surgen oportunidades”, y quizás en este nuevo año nos acompañen más espacios de diálogo que de discordia.

Y tú, querido lector, ¿qué esperas del futuro de la política en España? Con el ajetreo de las fiestas y la resaca política, todas las miradas están, sin duda, enfocadas en las respuestas que podrán ofrecer tanto el Rey como los líderes políticos de cada rincón de este diverso país. ¡Que comience el debate!