El pasado Consejo de Ministros tuvo lugar una de esas reuniones que hacen historia (o al menos eso quieren hacernos creer). En ella se aprobó un nuevo gravamen temporal sobre las empresas energéticas, pensado para entrar en vigor en 2025. Ya ven, en un contexto donde el tiempo vuela y la transición ecológica está más en el aire que nunca, el Gobierno ha decidido jugar sus cartas de manera estratégica. ¡Pero espera! ¿De verdad este nuevo impuesto tendrá un impacto positivo en la transición ecológica?

Contexto del nuevo gravamen: Un cuento de nunca acabar

¿Recuerdas cuando éramos niños y pensábamos que algunas cosas nunca cambiarían? Para mí, eso fue mi colección de canicas. Pero, a diferencia de mis antiguas canicas, el escenario fiscal español ha tenido más cambios que un camaleón en una paleta de colores. El nuevo gravamen sobre las energéticas es, en cierto modo, la continuación de un relato que ya tiene varios años en la trama.

Este gravamen se aplicará a empresas con facturación superior a 1.000 millones de euros, dejando fuera, eso sí, aquellas actividades que se desarrollen fuera del país o en islas no peninsulares. ¡Vaya! Y pensar que cuando era pequeño pensaba que los impuestos eran “cosas de mayores”. Pero, ¡sorpresa! Nos afecta a todos.

Bonificaciones: ¿un incentivo o una trampa?

Una de las principales novedades del gravamen es la introducción de bonificaciones para aquellas empresas que realicen inversiones consideradas “estratégicas” para la transición ecológica. Si alguna vez estuviste en una reunión donde todos estaban interesados pero no podían dejar de mirar el reloj, ya sabes de qué hablo. Hay una sensación de que siempre hay más preguntas que respuestas.

Las empresas podrán reducir su factura fiscal si realizan inversiones en proyectos como la producción de hidrógeno renovable o la transformación de residuos en productos reutilizables. ¡Sí, parece que el futuro de los niños no solo será sobre el reciclaje! Pero, ¿dónde está la trampa aquí?

Más sobre las bonificaciones

El nuevo sistema propone bonificaciones que varían según la inversión. Si la inversión es igual o inferior al gravamen que deben pagar, pueden deducir un 10% de lo que gastan. Si invierten más, la deducción puede llegar hasta el 30%. Ahora, si te gusta jugar a los números (como me gusta a mí), te darás cuenta que esto puede ser un juego de riesgo: cuanto más inviertes, más puedes deducir. Pero aquí viene el truco: se requiere que las inversiones se materialicen en un plazo específico. Esto suena a una carrera donde el que antes llega, gana… aunque siempre hay riesgo de que el coche se quede sin gasolina a mitad de camino.

Un decreto en tiempos difíciles

El decreto fue publicado en el Boletín Oficial del Estado y busca revisarse en 2025. Honestamente, cuando escucho «revisión», me recuerda a esas dietas de enero que prometen un nuevo yo para el verano. ¿Realmente funcionan? Aunque parece que el Gobierno tiene la intención de evaluar el impacto del gravamen, las experiencias pasadas hacen que muchos nos preguntemos si no es solo una manera de «taparlo» hasta que el sol salga.

Una de las propuestas más interesantes del nuevo sistema es que permitirá discutir con comunidades autónomas como País Vasco y Navarra sobre la posibilidad de transformar este gravamen temporal en un impuesto permanente. A veces me pregunto: ¿realmente necesitamos más impuestos o es hora de dar un buen uso a lo que ya tenemos?

La transición ecológica: ¿un deseo o una necesidad?

Es innegable que estamos en un momento crucial en términos de cambio climático. La transición ecológica no es solo un tema de discusión en las mesas de los políticos, sino que afecta nuestros hogares y nuestro planeta. Sin embargo, el dilema persiste: ¿el nuevo gravamen será un verdadero motor de cambio o solo otro par de ojos llorones?

Imagina que de verdad comenzamos a ver la descarbonización como una prioridad… Pero, ¿qué sucede cuando las empresas ven más beneficio en el “corto plazo” que en la sostenibilidad a largo plazo? Puede parecer una escena de una película de ciencia ficción, pero es la realidad económica que enfrentamos hoy.

Impacto esperado y realidades

La intención es fomentar la inversión e innovación. En teoría, el diseño del nuevo gravamen podría atraer inversiones hacia la sostenibilidad, y si las empresas se mueven en la dirección correcta, todos podríamos beneficiarnos. ¡Espero! Pero, ¿acaso esto garantiza un futuro más verde?

Voy a ser honesto: tengo mis reservas. Puede que los bolígrafos de los funcionarios se rasquen la cabeza y suelten grandes planes, pero si las empresas no sienten que el camino sea atractivo y rentable, podrían optar por “no jugar el juego”. El temor al cambio y a nuevas regulaciones no solo es inherente en grandes empresas, sino que todos, en mayor o menor medida, nos resistimos a lo desconocido.

Detrás del telón: otros gravámenes en el paquete fiscal

A medida que el Gobierno presenta esta nueva legislación, no podemos olvidar que existe todo un paquete fiscal que incluye otros impuestos, como el que se aplicará a los bancos por los próximos tres años. ¡Qué decir de la sorna! Ahora estamos esperando que las energéticas, que ya están en el ojo del huracán, también intervengan en la batalla fiscal.

Una vez más deseo que el gesto de hacer la transición ecológica no suene a “debería ser” sino más bien a “ya es hora de que lo sea”.

Reflexiones finales: ¿Hacia dónde vamos?

En este mundo tan globalizado, donde las decisiones políticas se sienten a menudo como cambios tortuosos de dirección, el futuro del nuevo gravamen energético seguirá siendo un tema candente en los próximos meses. La clave estará en su implementación y, más importante aún, en la voluntad de las empresas para adoptar la transición ecológica.

Es posible que en un año estemos hablando de los resultados y de cómo las inversiones estratégicas están ayudando a mejorar nuestra realidad ambiental. O, tal vez, estemos en la misma situación, preguntándonos nuevamente: ¿y ahora qué?

La empatía es vital aquí. Todos estamos conectados en esta lucha por un futuro más sostenible. ¡El cambio empieza por nosotros y, aunque a veces parezca que nos movemos en círculos, juntos podemos encontrar el camino correcto!

En conclusión, el nuevo gravamen sobre las empresas energéticas podría convertirse en una herramienta esencial para ayudar a la transición ecológica, pero todo dependerá de cómo se implemente y cómo los actores involucrados decidan responder a este desafío. Así que, mientras contamos los días para 2025, quizás deberíamos tomar un respiro y prepararnos para lo que está por venir. ¡O incluso invertir en una nueva colección de canicas!