El Cirque du Soleil es más que un simple espectáculo; es un fenómeno cultural que ha dejado a millones de personas boquiabiertas a lo largo de su impresionante trayectoria. Si alguna vez has tenido la oportunidad de asistir a uno de sus shows, sabrás de lo que hablo. Y si no lo has hecho, prepárate, porque lo que voy a contar te hará querer reservar tu boleto en el próximo vuelo a la carpa más cercana.

La expectación que rodea un espectáculo de Cirque du Soleil es algo digno de mención. Recuerda la última vez que te sentaste en una butaca de un teatro, con mariposas en el estómago, preguntándote qué sorpresas te depararía la noche. ¿Te suena? Esa sensación de inocencia y maravilla es palpable y, honestamente, no hay nada igual. Este verano, el espectáculo presentado fue «Alegría – Bajo una nueva luz» en el Escenario Puerta del Ángel en Madrid, y vaya que valió la pena.

Un viaje emocional a través de la acrobacia

En cuanto entras a la carpa, eres recibido por un universo de luces y colores que parecen susurrarte: «Prepárate, ¡esto está a punto de comenzar!» Sin aviso previo, la acción se desata ante tus ojos. Es como si te hubieras adentrado en un sueño donde lo imposible se vuelve posible. La mezcla de acróbatas de diferentes nacionalidades, como rusos, canadienses, y hasta algunos ucranianos, te recuerda la magia del circo: un lugar donde las diferencias se disipan en favor de una experiencia compartida.

Ah, y hablemos de los números. Uno de mis favoritos fue el Acro Poles. Imagínate a un grupo de artistas saltando y equilibrándose sobre pértigas flexibles, como si jugaran a ser acróbatas de otro mundo. Sin dudas, un espectáculo que hace que te preguntes por qué no elegiste una carrera en acrobacia en lugar de, ya sabes, lo que estés haciendo ahora. Como si la vida no pudiese ser más emocionante que ver a una multitud de individuos realizando hazañas inhumanas.

¿Alguna vez has intentado hacer una voltereta? Solo de pensarlo, me duele el cuerpo. Pero ellos, esos valientes, lo hacen parecer un paseo por el parque. Eso me trae a la siguiente parte: los cuchillos de fuego, que aterrizaron directamente desde un imaginario tribal. Ver a los performers lanzar cuchillos mientras bailaban es un recordatorio de que, en el circo, existe una línea delgada entre la risa y la adrenalina. Si alguna vez pensaste que tu vida estaba llena de riesgo, te desafío a intentar lanzar cuchillos… ¡en un espectáculo de circo!

Más que acrobacia: una historia que contar

Rachel Lancaster, la directora artística de esta renovada versión de «Alegría», comparte que la escenografía es más simple que en representaciones anteriores, pero está cargada de significado. No se trata solo de malabares y giros, sino de una profunda alegoría sobre la sociedad y la lucha por el poder. Creo que todos hemos estado allí en algún momento, ya sea al enfrentarnos a un jefe autoritario o al pelear por el último trozo de pizza en una reunión familiar.

El protagonista, el Sr. Fleur, se encuentra en medio de un viaje hacia la iluminación personal y un entendimiento profundo de lo que realmente importa. ¿No es esa la esencia de la vida misma? A menudo, nos olvidamos de lo fundamental en nuestra búsqueda de la excelencia. El espectáculo te invita, por un breve momento, a reflexionar sobre lo que realmente valoramos.

Con su narrativa sutil, el espectáculo se convierte en un espejo que refleja nuestras propias luchas por el poder y el sentido. En mi infancia, siempre creí que ir al circo era solo para reírme de los payasos y asombrarme con los tamer de leones. Hoy sé que es un espacio donde el alma se encuentra en cada giro de un malabarista, en cada susurro de un acróbata en el aire. Una experiencia que va más allá de la risa y se adentra en lo espiritual.

El yin y el yang en la acción circense

Al reconocer la dicotomía entre el grupo de los Bronx, donde se manifiestan los elementos de tierra y fuego, y el grupo de los Ángeles, que evocan la pureza y las alturas, uno no puede evitar maravillarse por la producción pensada por Lancaster. Mientras los Bronx se dejan llevar por la tribalidad, los Ángeles desafían la gravedad, flotando en telas aéreas y trapecios.

Es un juego de opuestos que resuena con nuestras propias experiencias. Cuántas veces hemos sentido que estamos atrapados en el suelo mientras solo deseamos volar alto. ¿Te ha pasado alguna vez? Esa sensación de querer escapar de lo mundano y ser un «ángel» de tus propios sueños. La escenografía, iluminada suavemente, contribuye al aura mágica del espectáculo, resaltando los momentos más delicados y ofreciendo un refugio para que los espectadores se pierdan.

Un toque de humor a lo largo de la noche

Y luego están ellos, Los Pablos, dos payasos que roban el show. Si piensas que los payasos de Cirque du Soleil son todos risitas y caras de payaso, piénsalo otra vez. Bermejo y Gomis son la pareja cómica perfecta, combinando su talento actoral y una química escénica excepcional. Su habilidad para utilizar un lenguaje inventado, una mezcla de sonidos y gestos, me hizo recordar aquella vez que intenté hablar francés en un viaje a París y terminé pidiendo un “croissant” con gestos tan exagerados que todos los locales se reían a carcajadas. A veces, el lenguaje universal del humor es el más efectivo.

La dulce mezcla de comedia y emoción simplemente lo hace todo más agradable. ¿Quién no podría enamorarse de la idea de un duelo a pistola que termina en carcajadas? Es ese tipo de ligereza que permite a uno dejarse llevar, olvidar el mundo exterior y simplemente disfrutar.

El momento culminante: el trapecio y el asombro

Finalmente, el espectáculo alcanza su clímax con la representación emblemática del trapecio, donde los artistas, vestidos de blanco como ángeles, desafían a la gravedad y a la lógica. Si alguna vez has sentido que deseabas volar, este es el momento en que cada espectador, sin excepción, se queda sin aliento. Suspensiones en el aire, giros gráciles y una sincronización impecable dejan a todos mirando hacia arriba con incredulidad. Justo cuando crees que has visto todo lo que hay que ver, te sorprenden una vez más.

Te invito a cerrar los ojos por un momento y recordar cómo te sentiste la última vez que te maravillaste ante algo. El espectáculo logra capturar ese sentimiento y enviarlo al cielo de tu imaginación. Mis amigos y yo miramos atónitos, sin palabras, simplemente disfrutando la belleza pura de la acrobacia y el arte.

No olvidemos que cada uno de estos acróbatas ha dedicado su vida a perfeccionar su arte. ¡Y aquí estoy yo, luchando por hacer una flexión sin parecer un pez fuera del agua! A veces, te hace pensar en los sacrificios y la dedicación detrás de cada espectáculo que da vida y magia a nuestras experiencias.

Una conclusión llena de alegría

Así que, si estás buscando un plan para la próxima vez que te encuentres en Madrid, no dudes en asistir a un espectáculo de Cirque du Soleil. La fórmula mágica que convierte cada momento en algo trascendental no se encuentra en la rutina del día a día. Pero al menos, esa noche, puedes dejar atrás las responsabilidades y abrazar la inocencia de tu niño interior.

Ya sea a través de la libertad del vuelo en el trapecio, el asombro de la acrobacia, o el humor de los payasos, «Alegría – Bajo una nueva luz» te recuerda que la vida es un circo, y todos jugamos nuestro papel. Después de todo, ¿quién no desea, a veces, ser un acróbata, volar alto y dejar que nuestros sueños nos lleven a volar?

La próxima vez que veas un espectáculo así, pregúntate: ¿qué nuevos colores puede añadir a tu vida? ¿Qué magia hay en tu vida cotidiana que espera ser revelada? Quizás, solo quizás, hay un artista de Cirque du Soleil que se esconde en tu interior.