La relación entre Estados Unidos y Panamá ha vivido una montaña rusa histórica. Desde la construcción del canal de Panamá, finalizada en 1914 por Estados Unidos, hasta su devolución a Panamá en 1999, este estrecho paso interoceánico ha sido motivo de tensiones y debates. Pero, ¿qué sucede cuando un expresidente de EEUU, en este caso Donald Trump, decide jugar nuevamente con esta carta? La reciente crítica de Trump sobre las tarifas del canal ha revivido la conversación sobre la soberanía y el control del mismo.
Un ingreso inesperado en la conversación
La historia de amor-odio entre ambos países tiene momentos únicos. Recuerdo una vez, durante una charla en la universidad, donde un compañero de clase, panameño, nos contó cómo era vivir en un país que había sido parte del juego geopolítico estadounidense. Se rió al decir que, a veces, no sabían si vivir en Panamá era un sueño o una pesadilla orquestada desde Washington. Y ¿quién puede culparlo? El canal de Panamá es más que solo una vía de navegación; es un símbolo de identidad nacional.
Trump lanza la primera piedra
En un post en su plataforma Truth Social, justo antes de asumir el cargo, Trump desató una serie de reacciones. Criticó las tarifas que Panamá cobra a las embarcaciones estadounidenses y dejó claro que no estaba contento con el creciente control de China en el canal. “La completa estafa a nuestro país cesará inmediatamente”, escribió. En ese momento, es fácil imaginar a sus seguidores asintiendo con la cabeza, listos para la acción. Pero ¿realmente hay algo que pueda hacer Trump al respecto?
Trump, siempre como un buen showman, sugirió que si Panamá no podía garantizar una operación «segura, eficiente y confiable», utilizaría la opción de exigir devuelta la administración del canal. Y aquí es donde empieza la risa nerviosa, pues muchos de nosotros sabemos que, aunque la retórica suene fuerte, la viabilidad de tales acciones es bastante discutible.
La otra cara de la moneda: Panamá responde
Aprovechando la inercia generada por las declaraciones de Trump, el presidente panameño, José Raúl Mulino, fijó su posición: “Cada metro cuadrado del Canal de Panamá y sus zonas adyacentes es de Panamá y lo seguirá siendo. La soberanía e independencia de nuestro país no son negociables”, afirmaba en un video enérgico que rápidamente se volvió viral en redes. Y claro, no hay nada más motivador que un presidente hablando de soberanía en tiempos de tensiones internacionales. Quién no quiere un jefe de Estado que defienda a capa y espada los intereses de su nación, ¿verdad?
¿Por qué es tan importante el canal de Panamá?
Imagina que eres un capitán de barco, navegando por las aguas del Atlántico, y tienes dos opciones: hacer un recorrido directo que te permita llegar a tu destino en tiempos mucho más cortos, o darte la vuelta y rodear todo Sudamérica. El canal de Panamá representa la primera opción, una vía esencial para evitar el largo y peligroso recorrido. Este canal es vital, no solo para EEUU, sino para la economía global, ya que un 5% del comercio marítimo mundial lo atraviesa. Cada vez que un barco atraviesa el canal, las aguas de la economía mundial se agitan.
Para darle un contexto más amplio, en el último año fiscal, la Autoridad del Canal de Panamá reportó ganancias cercanas a 5.000 millones de dólares. Un número que podría hacer que cualquier país con un canal similar se muerda las uñas de envidia.
Reflexionando sobre la soberanía
Aquí es donde entramos en un terreno pantanoso. Cuando hablemos de soberanía, debemos considerar que la llegada de un nuevo presidente en Estados Unidos puede traer cambios en la dinámica de cómo se manejan estas relaciones. Las declaraciones de Trump parecen enfocarse más en el impacto inmediato y en resonar entre su base electoral que en una estrategia a largo plazo. ¿Cuántas veces hemos visto esto en el escenario político? La respuesta es un rotundo: muchas.
El legado de Carter y el control del canal
La historia nos dice que el control del canal fue devuelto a Panamá bajo un acuerdo firmado en 1977 por el presidente Jimmy Carter, un demócrata que en su momento decidió que era hora de terminar con lo que muchos percibían como imperialismo estadounidense. La pregunta es: ¿Trump está dispuesto a desandar el camino y deshacer ese legado? Cabe recordar que en relación a la historia, un movimiento de esta magnitud podría resultar en más conflictos que soluciones.
Apuesta segura: las relaciones América-Latina
El mundo ha cambiado mucho desde que se firmó el tratado del canal. Las relaciones entre Estados Unidos y América Latina han atravesado tumultuosos mares en las últimas décadas, pero también hemos sido testigos de un fortalecimiento en ciertos lazos. Ya no se trata solo de comercio; es una conversación más amplia que incluye temas de seguridad, economía y apoyo mutuo. ¿Se atrevería Trump a poner en riesgo esas relaciones por un asomo de soberanía mal entendida?
La influencia de China en el canal
Tal como mencionó Trump, la influencia de China en Panamá y en el canal en particular es un punto candente. Pero, ¿realmente es tan aterrador como sugiere su retórica? El acercamiento de China a Latinoamérica es un fenómeno complejo; por un lado, ofrece oportunidades de desarrollo, mientras que por otro, genera ciertas desconfianzas. ¡Ah, el juego del poder!
Podemos recordar la famosa frase: “Si alguien me da una puerta, yo la abriré”, dicha por un ilustre economista. A medida que China ofrece préstamos e inversiones en infraestructura en varios países de América Latina, se vuelve crucial para los líderes de la región recordar que no todo lo que brilla es oro.
La risa en tiempos de tensión
Y ahora, hablando de un tema ligero en medio de esta vorágine, recuerdo una charla con un amigo que trabaja en el sector marítimo. Su única preocupación sobre el canal de Panamá era si algún día finalmente abrirían un Starbucks allí. Amistades y risas aside, es importante recordar que los chistes pueden ser un alivio ante tensiones, pero son las decisiones políticas las que cuentan.
El futuro del canal y su relevancia económica
El canal de Panamá no solamente representa una vía de comercio; se ha convertido en el símbolo de la lucha de Panamá por su independencia y autodeterminación. Las afirmaciones de Trump, aunque imbuidas de poder narrativo, despiertan la inquietud de que se deben tener en cuenta las decisiones de un país soberano. En este sentido, las preguntas retóricas son necesarias: ¿Estamos dispuestos a entrometernos en la propiedad ajena? ¿No es hora de reconocer a Panamá como un socio eficiente y talentoso en el comercio global?
Conclusión: ¿Hacia dónde nos dirigimos?
A medida que se desarrollan los acontecimientos, es evidente que la discusión sobre el canal de Panamá continuará. Trump ha lanzado un guante a Panamá; la pregunta es si el país tomará el reto o simplemente reirá ante la declaración. Al finalizar este artículo, no se puede evitar la reflexión sobre lo que el futuro nos podría deparar: ¿seremos testigos de una reconfiguración de relaciones comerciales, o simplemente volveremos a las viejas dinámicas de ego y poder? El tiempo lo dirá.
Lo que es seguro es que, mientras tanto, tanto Panamá como Estados Unidos deben recordar que el mundo está observando. Entre el humor, las anécdotas y las serias decisiones políticas, la realidad se despliega ante nosotros como un inmenso océano en el que es preciso navegar con cuidado y respeto. Y quién sabe, tal vez un Starbucks termine abriendo allí después de todo.