La llegada de diciembre siempre trae consigo una mezcla de sensaciones. Las luces empiezan a brillar, el olor a castañas asadas inunda las calles y, lo más importante, se acerca uno de los sorteos más esperados: la Lotería de Navidad. Cada año, millones de españoles llenan sus bolsillos con sueños y esperanzas, y en 2023, un pequeño pero vibrante club de baloncesto en Madrid se convirtió en el centro de atención de esta tradición. ¡Qué aventura! No puedo evitar sonreír mientras recuerdo mis propias experiencias comprando décimos, a pesar de que rara vez he tenido suerte. ¿Quién puede olvidar esos momentos en los que sientes que podrías ganar el Gordo, solo para terminar con un décimo no premiado y un corazón roto?

El Gordo en el rincón más humilde

Este año, el Club de Baloncesto Distrito Olímpico en el barrio de San Blas-Canillejas fue el gran afortunado, con un número que pareció surgir de un cuento de hadas: el 72.480. Un número que, como un buen chiste, llegó sorpresivamente y sin aviso. La celebración se desató, no solo porque un grupo de jugadores se había llevado a casa una bolsa de dinero, sino porque, fuera de las euros, el verdadero premio era la risa y la emoción compartida entre amigos y familiares.

Gonzalo Bernardos, un economista que suele dar consejos más que acertados, lanzó un mensaje en su habitual tono grave: “¡Si os toca el Gordo, olvidaros de todo!” Y, claro, ¿es que hay algo más sabio que esto? Una vez que el dinero entra en juego, es fácil perderse en visiones de riqueza y gastos innecesarios. Sin embargo, la verdadera felicidad va más allá del dinero: se trata de esos momentos que se viven con las personas que amas.

Historias del club: Del sufrimiento a la alegría

La historia que más resonó en el club fue la de Javi, un padre cuyo corazón latía por la felicidad de su hija Amaia, quien juega en una de las categorías femeninas del equipo. A través de la confusión y el conflicto en Israel, la llamada que Javi recibió de su prima fue un remanso de paz: “¡Amaia nos ha dado la felicidad!”, escuchó entre lágrimas. En un mundo donde a menudo estamos atormentados por las noticias sombrías, momentos como este son un recordatorio de que, aun en la lucha, pueden surgir destellos de alegría.

¿No les ha pasado alguna vez? Un día te sientes gris, ahogado en problemas, y de la nada, un mensaje o una llamada te ilumina el día. Esa sensación de euforia puede transformar nuestra realidad más dura y convertirla en una celebración. La Lotería de Navidad es precisamente eso: un símbolo de esperanza en la rutina.

Un toque de suerte: Alejandro y la Lotería

El caso de Alejandro es otro gran momento que refleja qué tan impredecible puede ser la suerte. Un nuevo jugador en el primer equipo y normalmente escéptico respecto a la Lotería, decidió comprar un décimo “por si acaso”. Y, para sus sorpresa, el “por si acaso” le trajo sonrisas. “¡Si nunca toca!”, exclamó riéndose. ¿Quién puede resistirse a la emoción de jugar esos momentos únicos que pueden transformar nuestras vidas y la de los demás en un instante?

Como Alejandro, muchos se preguntarán si jugar a la Lotería es un acto de locura o de esperanza. Personalmente, una parte de mí siempre ha pensado que comprar un décimo es como comprar un boleto para un espectáculo al que nunca te han invitado. Sí, puede ser un fiasco y salirte carísimo, pero esa sensación de posibilidad es lo que lo hace emocionante, ¿no creen?

La familia del baloncesto

La alegría en el Distrito Olímpico tras el Gordo se extendió más allá del dinero, alcanzando a todos los que forman parte de esta gran familia del baloncesto. Aquellos que no solo�� ven el club como un espacio para competir, sino como una comunidad que apoya y crece junta. Ángel Francisco, vicepresidente del equipo, se animó a recordar a aquellos queridos compañeros que ya no están y que, sin duda, habrían celebrado con entusiasmo este triunfo. La vida tiene una extraña manera de recordarnos que a veces la felicidad implica compartir nuestro destino con los demás, incluso en momentos de ausencia.

Hablando de felicidad, tengo que mencionar a Diego Guijarro, el capitán del equipo, quien, mientras logra impactos en la cancha y se enfrenta a los desafíos de la universidad, repelió cualquier tentación de pensar en los gastos llamativos que podrían salir de la lotería. “El dinero ya se verá para qué se usa”, dijo con su típica solidaridad. Para él, la alegría del triunfo radica en el espíritu de comunidad y en ver las sonrisas de los niños.

¿Y ahora qué?

La vida sigue, y la realidad no se detiene, para muchos la llegada de un premio no significa la realización del sueño de vivir sin preocupaciones. “No te retira de trabajar, pero es bonito que se reparta tanto”, reflexionó Ángel. En efecto, en un mundo donde la incertidumbre es la norma, es reconfortante ver cómo una porción del premio se destina al desarrollo del club, en vez de desaparecer en lujos efímeros que se desvanecen tan rápido como llegaron.

De hecho, el equipo está pensando en hacer algunas mejoras en sus instalaciones y, tal vez, promover nuevos fichajes. Pero, ¿saben qué sería realmente emocionante? Invertir en una gran fiesta para la comunidad, con música, baile y, por supuesto, ¡algún que otro brindis!

Así son las pequeñas alegrías y su impacto. Queremos gritar y compartir las buenas noticias con los que nos rodean. Esa convivencia, esa unión, recuerda que el dinero no es el fin, sino un medio, y que la verdadera riqueza está en los lazos que formamos.

Celebrando la vida

Mientras el equipo celebra su triunfo, me imagino un campus de baloncesto en el que la felicidad resuena entre risas y adrenalina. Las ilusiones se entrelazan con el dulce aroma del champán que, sin dudas, recorrerá la fiesta de celebración (aunque, conociendo la multitud, es posible que esa fiesta se prorrogue un día más).

En medio de todo, me gustaría recordar una lección importante sobre la lotería que me enseñaron mis abuelos: nunca se debe comprar un décimo sin pensar en el significado detrás de cada número. Cada boleto representa una oportunidad, una historia, posiblemente un giro inesperado de la vida. Así que la próxima vez que se sienta tentado por comprar un décimo, pregúntese si está buscando algo más profundo que el oro y los billetes. Muchas veces, el verdadero premio es la comunidad y el amor con el que rodeamos nuestras vidas.

Y así, los ecos de celebraciones y risas aún resuenan en el Distrito Olímpico. La vida sigue fluyendo, y es importante recordar que, más allá del tira y afloja de los números, las historias que tejemos juntos son lo que realmente quedará. Al final del día, ¿qué es más valioso que eso?

Ríe, comparte, ama y, si tienes suerte, ¡quizás te llegue el Gordo! ¡Hasta la próxima!