Recientemente, un asunto que podría parecer de “no tanta importancia” ha estallado en el ámbito judicial y social de Argentina, y ha trascendido incluso al territorio cultural de la lengua española. Un juez argentino ha ordenado a la Real Academia Española (RAE) que revise la definición de la palabra “judío” en su diccionario, eliminando la acepción que lo relaciona con características como “avaricioso o usurero”. Sin embargo, este caso no solo es un simple debate semántico. Aquí se están jugando cuestiones de discriminación, cultura y la forma en la que las palabras reflejan realidades.
Antecedentes históricos: palabras que ofenden
Imagina que estás en una conversación amistosa y, de repente, alguien lanza un insulto que te deja frío. Eso es lo que ha sucedido, de alguna manera, con la definición de “judío” en la RAE. La Fundación Congreso Judío Mundial y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) decidieron actuar cuando sintieron que la acepción en cuestión constituía un discurso de odio. Habría que preguntarse, ¿qué narrativa estamos perpetuando al aceptar el uso de este tipo de definiciones en nuestros diccionarios?
Esta acepción de “judío” no solo huele mal, sino que se remonta a siglos de estereotipos negativos. Podemos hablar de un contexto más amplio: la discriminación sistemática que las comunidades judías han enfrentado a lo largo de la historia. Por lo tanto, no se trata de un simple capricho, sino de una lucha por la dignidad humana y el respeto.
Aporte cultural o peligro latente: ¿qué hace la RAE?
Cuando la RAE indicó que no podía eliminar esa acepción —avalada por el uso—, muchos se sorprendieron. ¿De verdad es una defensa válida para mantener en un diccionario algo tan ofensivo? Algunos miembros de la Academia se han manifestado sobre el tema, como el escritor Arturo Pérez-Reverte, quien, aunque su opinión es clara, añade un toque de ironía al recordar la función del diccionario. “No es la policía normativa del lenguaje, sino el notario que levanta acta de cómo se utilizó y como se usa”. Pero, ¿y si ese uso perpetúa la opresión?
Surge la pregunta: ¿debe la RAE ser solo un espejo del lenguaje, o debería también reflejar las constantes evoluciones sociales en las que vivimos? Desde luego, la noción de un diccionario como un documento que debe ser un fiel reflejo de la sociedad es valiosa, pero ¿a qué costo? Imagina que hay palabras en la lengua que simplemente no deberíamos permitir, ¿verdad?
La sentencia del juez: un acto de responsabilidad
El juez Ariel Lijo fue el encargado de evaluar este delicado tema y sus conclusiones han causado revuelo. En su dictamen, menciona que la definición “contiene en la base de su significado un discurso de odio”, equiparando esta acepción con un obstáculo que incita a la violencia y prejuicio. En palabras del juez, “la mera existencia de esta acepción… tiene capacidad para condicionar la conducta” de quienes comparten la lengua.
Ahora, aquí es interesante; el hecho de que un juez tome este asunto, menciona que la responsabilidad de proteger los derechos humanos debería estar por encima de cualquier consideración de índole lingüística. Es un paso hacia la corrección social que no se había visto antes en el ámbito de la lengua, y me deja preguntando si habremos encontrado la manera correcta de abordar el lenguaje en el contexto contemporáneo.
¿El fin de un estereotipo o el inicio de un caos?
Poca gente puede negar que el lenguaje moldea nuestra percepción de la realidad. Si seguimos permitiendo que ciertas definiciones cargadas de connotaciones negativas existan en nuestros diccionarios, ¿podríamos estar inconscientemente nutriendo un ambiente donde la discriminación y el odio prosperen? Cada vez que leemos y utilizamos una palabra, ¿no estamos también dándole vida a sus contextos?
Claro, la eliminación de esta acepción podría abrir la puerta a una revisión más amplia de otras definiciones controvertidas que cubren temas de raza, género y sexualidad. A veces me pregunto, ¿será que estamos listos para afrontar esta clase de reflexiones? ¿Estamos dispuestos a buscar hacer del lenguaje algo realmente inclusivo y empoderador?
La respuesta de la RAE: ¿realmente están escuchando?
La respuesta de la RAE, según lo que indican sus representantes, es que “no es posible eliminar una acepción cuando está avalada por el uso”. Sin embargo, sí se agregó una nota que indica que su uso puede resultar ofensivo. ¿Es suficiente eso? Las palabras tienen poder, y su significado puede ser un arma de doble filo.
El cuidado que la RAE tiene sobre el uso del español es indudablemente admirable. No obstante, en el mundo actual donde la ofensa y el dolor pueden ser tan inmediatos gracias a las redes sociales, debemos cuestionar si este tipo de defensas tienen realmente un lugar. Las palabras pueden inspirar, pero también pueden destruir.
Conclusiones: un futuro esperanzador
Hoy, más que nunca, es tiempo de revisar y desafiar esas definiciones que perpetúan el odio y el discurso discriminatorio. La controversia sobre la acepción de “judío” en el diccionario de la RAE no es solo un caso aislado, sino un reflejo de las luchas sociales que enfrentamos en el día a día.
Es fundamental que la conversación no se detenga aquí, que sigamos cuestionando y desafiando no solo lo que contienen nuestros diccionarios, sino también las estructuras sociales que dan vida a esos significados. La experiencia humana está enriquecida por nuestra diversidad, y cada palabra debe resonar con el respeto y la dignidad que todos merecemos.
Así que, ¿qué opinas tú? ¿Deberíamos dar un paso más allá y eliminar no solo esta acepción, sino aquellos términos que no sirven más que para dividirnos? Lo cierto es que cada uno de nosotros, cuando usa el lenguaje, tiene el poder de cambiar la percepción que se tiene. Y, en este caso, una acepción puede ser el inicio de una conversación mucho más grande. ¿Te atreverías a ser parte de ese cambio?