El otoño toca la puerta, y con él llega una de las tradiciones más arraigadas del teatro español: la representación de Don Juan Tenorio. Este drama ha sido como ese viejo amigo del que nunca podemos escapar. En la víspera de Todos los Santos y durante el Día de los Muertos, muchos municipios resucitan a este personaje en llamas, mientras que algunos teatros luchan por mantener viva la llama del gran José Zorrilla, su autor. ¡Y cómo no hacerlo! Si hubiera un premio al “Drama Más Representado en la Historia”, sin duda, Don Juan se lo llevaría a casa con un gran aplauso. Yo mismo he tenido la oportunidad de asistir a una representación un par de veces y, sinceramente, me dejó pensando más de lo que esperaba.

Un ícono cultural: ¿Por qué perdura don Juan?

La fascinación que suscita Don Juan Tenorio es indiscutible. Desde Alcalá de Henares, donde se escenifica al aire libre desde 1984, hasta el Tenorio Mendocino en Guadalajara, este drama ha encontrado su lugar en el corazón del pueblo español. Pero, me pregunto, ¿qué es lo que hace que una obra, creada en el siglo XIX, siga siendo relevante hoy en día? ¿Es el romanticismo que envuelve la historia, o quizás la rebeldía de don Juan mismo?

Zorrilla escribió esta obra a sus 27 años, y aunque se convirtió en su mayor éxito, desde entonces la relación del autor con su creación se tornó más complicada que un enredo de telenovela. Era como si de alguna manera, cada vez que alguien aplaudía a don Juan, Zorrilla lamentara no poder disfrutar de ese mismo reconocimiento. ¡Qué ironía!

Zorrilla y su Don Juan: una relación de amor y odio

Desde sus inicios, Zorrilla tuvo una relación tortuosa con su creación. Alardeaba de ser el “mayor poeta dramático del romanticismo español”, pero no podía evitar criticar su propia obra. Como si se tratara de un juego psicológico, he aquí un hombre atrapado entre su éxito y su conciencia: “Mi don Juan es el mayor disparate que he escrito…», declaró en un momento de frustración. Una especie de síndrome del impostor literario en toda regla.

Al escribir sobre su famosa creación, no pudo resistir la tentación de dejar que sus dudas florecieran. A menudo, hacía referencia a su personaje en su obra Recuerdos del tiempo viejo. Preguntas como: “¿Es justo que el que mantiene a tantos muera en el hospital o en el manicomio?” parecen resonar en su alma. Me imagino a un joven Zorrilla, tal vez a la sombra de un árbol, reflexionando sobre la fama que le había traído su querido don Juan, pero preguntándose también qué precio había tenido que pagar por ello.

La culpa y el éxito: ¿un ciclo vicioso?

La historia de Zorrilla es también la historia de un escritor que desata sus demonios internos en su obra. La culpa que siente por no poder disfrutar del éxito se torna palpable en cada palabra que escribe. Después de todo, ¿quién puede vivir a la sombra de un personaje que nunca envejecerá mientras él mismo se desgasta? El mismo poeta confesó en una de sus obras «Feliz malogrado afán…» y se lanzó a explorar esta paradoja en el contexto de sus memorias.

Esto me recuerda a muchas de las historias que escuchamos hoy en día sobre artistas que luchan con su propia fama. ¿El precio del éxito es siempre la renuncia al disfrute de lo logrado? Es un dilema que sigue vigente, incluso con las celebridades contemporáneas que a menudo se sienten solas a pesar de sus millones de seguidores en las redes sociales. Hablando de esto, el caso de Britney Spears me viene a la mente. Al igual que Zorrilla, ella también ha luchado contra las cadenas que la fama le ha impuesto.

Zorrilla: entre el romanticismo y el realismo

La narrativa de Zorrilla se inserta en un contexto cambiante. En su juventud, se siente cómodo en el marco del romanticismo, pero a medida que crece como autor, se encuentra en un campo de batalla entre las viejas ideas y emergentes en el realismo y el naturalismo. Zorrilla siente que debe ajustarse, no solo a las exigencias de su tiempo, sino también a las de su propia moralidad. Se convierte en su propio crítico, donde don Juan deja de ser un héroe romántico y pasa a ser una figura de crítica que cuestiona su existencia.

“Al escribir esta cuarteta, más era yo quien la decía que mi personaje don Juan”, confiesa. Reflexionando sobre esto, me parece que todos llevamos un poco de don Juan en nuestro interior, esa parte atrevida que nos impulsa a buscar el disfrute, a vivir intensamente. Pero también enfrentamos la crítica interior que Zorrilla experimentó, esa voz que nos dice que debemos tener cuidado y actuar con responsabilidad.

La búsqueda de la redención

El viaje de Zorrilla en torno a su personaje es introspectivo y autorreflexivo, convirtiéndolo en un ejemplo perfecto de cómo los escritores pueden enfrentar sus demonios a través de su trabajo. La figura de doña Inés representa una luz de esperanza y redención en medio del caos de don Juan. Zorrilla llega a concluir que su carácter aporta más a la obra que el propio protagonista. Tal vez aquí se reencuentra con su propio deseo de buscar algo más allá del libertinaje de su creación.

Cuando lo pienso, es como si en el fondo Zorrilla buscara un equilibrio, una manera de reconciliar sus impulsos y su moralidad. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? Imagina una persona que sueña con aventuras, pero también se siente arrastrada por la expectativa de ser un ciudadano «ejemplar». En este sentido, Zorrilla desata toda una batalla interna en el escenario literario.

Una auto-crítica necesaria

La obra que escribió Zorrilla no es solo una representación de su tiempo; parece un espejo que refleja los miedos y aspiraciones del autor. “Se comprende fácilmente que no podía salir buena una obra tan mal pensada”, alega. Su autocrítica parece venir de un lugar de profunda reflexión, llevando a cabo una revisión de su propia vida y decisiones.

Esto me hace recordar a varios autores contemporáneos que también se ven obligados a hacer esa misma revisión con cada nuevo libro que lanzan. ¿Es posible que la meta de un escritor sea, en última instancia, enfrentar sus propios demonios y exorcizarlos a través de su arte?

Un legado inmortal

Finalmente, el hecho de que Don Juan Tenorio perdure en el tiempo es un testimonio de su complejidad como obra literaria. Aunque Zorrilla mismo no se sentía del todo satisfecho, el dramático viaje de don Juan y su eventual caída sigue resonando. Después de todo, al igual que el personaje de don Juan, muchos de nosotros seguimos buscando amor, emoción y, sí, hasta un poco de redención.

Entonces, ¿cuál es el legado de Zorrilla? Quizás no se trata simplemente de la obra en sí, sino de la búsqueda que representa. ¿Quién entre nosotros no anhela dar vida a sus propias pasiones, incluso si eso significa enfrentar sus propios fracasos? En un mundo donde todo cambia, este eterno dilema de amor y desamor, éxito y fracaso, sigue siendo relevante.

La historia de Don Juan Tenorio es un recordatorio de que, aunque los tiempos cambien, las emociones humanas siempre seguirán siendo las mismas. Quizás, al igual que Zorrilla, deberíamos dejar que nuestros personajes vibren en el escenario, no solo como meras sombras de nuestros temores, sino como reflejos de nuestras aspiraciones. Al final del día, todos tenemos nuestras propias historias que contar… así que ¿por qué no hacerlo con un toque de humor y honestidad?


Epílogo: Si alguna vez te encuentras en un teatro vestido como don Juan con una flor en la mano, recuerda que tal vez, solo tal vez, la historia de cada uno de nosotros está esperando ser contada.