¿Te imaginas correr contra una figura legendaria como Usain Bolt y perder con una diferencia abismal? Bueno, según un nuevo estudio que se centra en Australopithecus afarensis, popularmente conocido como Lucy, esa sería la realidad si tuvieras que competir con ella. Los recientes hallazgos de Karl Bates y su equipo de investigadores de la Universidad de Liverpool revelan que Lucy, aunque fue una pionera en la marcha bípeda, era más lenta que un humano moderno, algo que podría sorprender a muchos. Pero, ¿cómo se llega a esta conclusión? Vamos a desglosarlo.

El descubrimiento de Lucy y su legado

Recuerdo la primera vez que leí sobre Lucy. Era casi como si estuviera con ella en aquel día de 1974 en Etiopía, cuando un grupo de paleontólogos, liderados por Johanson, descubrió sus restos. Con casi 40% de su esqueleto completo, Lucy se convirtió en un ícono de la evolución humana. Su nombre, inspirado en la canción «Lucy in the Sky with Diamonds» de los Beatles, le da un aire casi mágico.

Ahora, mientras todos admiramos su historia, ¿quién hubiera pensado que detrás de esa figura diminuta, de aproximadamente 1.10 metros y 23 kg, habría limitaciones de velocidad? Era, después de todo, el eslabón entre primates y humanos; la primera en demostrar que nuestros ancestros podían caminar erguidos.

Simulando la marcha de un antiguo homínido

El estudio más reciente, publicado en la revista Current Biology, se centra en simular la locomoción de Lucy mediante un modelo robótico digital en 3D. Esto nos lleva a esa pregunta fascinante, ¿cómo era el movimiento de un piso bípede hace 3.2 millones de años? A falta de músculos y tendones, los investigadores hicieron uso de la tecnología actual para entender cómo era realmente la movilidad de Lucy. Imagínate a un robot «bailando» según las características esqueléticas y musculares que se han podido reconstruir basándose en datos de simios modernos.

Bates y su equipo se enfrentaron al desafío de encontrar una manera «objetiva» de hacer que el modelo corriera lo más rápido posible. Su conclusión fue que, incluso si el esqueleto de Lucy hubiese tenido músculos adaptados como los nuestros, no importaría mucho. Después de mucho ensayo y error, el modelo mostró que Lucy, el antiguo homínido, era, por decirlo suavemente, una “mala corredora”.

Un cálculo sorprendente

Los investigadores hallaron que su velocidad máxima estaba en el rango de 1.7 a 4.97 m/s (es decir, entre 6.1 y 17.8 km/h). Una cifra que, para ponerlo en perspectiva, palidece ante los impresionantes 12.5 m/s que alcanzó Bolt en su mejor carrera. En ese sentido, si Lucy hubiera competido en una carrera de 100 metros, Bolty le habría sacado una ventaja de entre 50 y 80 metros. Eso sí que es una paliza.

Curiosamente, este estudio no solo se quedó en la velocidad de correr. También se exploraron las diferentes formas que los músculos de su cuerpo se activaban durante la marcha, todo en un esfuerzo por determinar qué limitaba su velocidad. Aparentemente, sus características físicas eran un gran obstáculo. Si alguna vez te has sentido torpe corriendo, imagina hacerlo con 3.2 millones de años de limitaciones evolutivas a cuestas.

La perspectiva evolutiva de la velocidad

La investigación nos ofrece una visión clara de cómo la evolución ha moldeado nuestra anatomía. No solo se trata de haber desarrollado un modo de locomoción bípeda, sino de cómo Homo sapiens ha llegado a ser un corredor eficiente. La forma de nuestro cuerpo, la estructura ósea y los músculos han evolucionado de tal manera que nos permiten correr más rápido que cualquier homínido previo.

«Es un recordatorio de que el simple hecho de caminar no implica necesariamente que puedas correr bien», dice Bates. Y así, queda claro que la evolución no solo nos brindó la capacidad de estar de pie, sino que también hemos tenido que ajustar nuestra biología para ser los corredores que somos hoy.

La vida de Lucy: ¿qué hay de su dieta y comportamiento?

Después de haber escuchado sobre su velocidad, surge otra pregunta: ¿qué tipo de vida llevaba esta pequeña homínido? Intuitivamente, sabemos que Lucy no solo pasaba su tiempo corriendo. Con una anatomía diseñada para trepar, es probable que también pasara mucho tiempo encaramada en los árboles. Imagine a Lucy disfrutando de su “brunch” a varios metros del suelo, como muchos de nosotros hacemos en un café, pero en lugar de café, una sabrosa fruta.

Los estudios también han intentado descifrar su dieta. Los osteólogos han encontrado indicios de que podría haber sido principalmente herbívora, devorando hojas, frutas y quizás incluso insectos en algunas ocasiones. ¿A qué sabe la fruta de hace 3.2 millones de años? Los paleontólogos no lo saben, y eso es parte de la magia de la investigación.

Reflexiones finales

Es fascinante mirar hacia atrás en el tiempo y ver a Lucy como un símbolo de nuestra evolución. A través de su historia, entendemos más sobre nuestros propios cuerpos y capacidades. Quizás nunca veremos a Lucy compitiendo en las olimpiadas, pero sin duda nos ha dejado una huella profunda que va más allá de los huesos que han sobrevivido al tiempo.

Si hay algo que nos enseña esta historia, es que la evolución es un viaje. A veces es un camino tortuoso y a veces hilarante; después de todo, aquí estamos, todos tratando de correr más rápido en una maratón de la vida moderna, recordando que, en algún lugar en el pasado, una pequeña homínido llamada Lucy simplemente trataba de encontrar su lugar en el mundo. ¿Seremos capaces de correr más rápido que ella, o descubriremos que, como Lucy, la verdadera carrera en esta vida es un viaje, no solo una meta?