La historia del arte está llena de cuentos fascinantes, misterios aún por resolver y, a menudo, de personajes cuyo legado ha sido nublado por la confusión e incluso por el olvido. Uno de esos personajes es Sebastián Gómez, un pintor andaluz que, como un fantasma en la niebla, se ha encontrado atrapado en el vaivén de las atribuciones y las opiniones contradictorias de historiadores y expertos. Así que, si alguna vez te has preguntado quien podría mezclarse entre los grandes maestros, o simplemente te entretenías con un dato curioso para iluminar esas cenas con amigos, ¡estás en el lugar correcto!
Recientemente, el investigador Pablo Hereza lanzó una nueva luz sobre este dilema en un artículo para Ars Magazine. De pronto, dos Sebastián Gómez —uno conocido como el Mulato y otro como el Granadino— están atrapados en un chiste cósmico del destino, donde los historiadores no han podido evitar confundir a los dos, ya que ambos compartían nombre y temporalidad. ¿No es casi cómico cómo los nombres pueden provocar confusiones que viajan a través del tiempo?
El trasfondo de la confusión: dos pintores, un solo nombre
Aquí estamos, en pleno siglo XVII, en la vibrante Sevilla. Un lugar lleno de arte, cultura y, evidentemente, mucha confusión. Ambos Sebastián Gómez coexistieron en el mundo del arte y, a pesar de sus contribuciones, se han convertido en una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde del arte barroco español. Pero, ¿cómo comenzó esta confusión?
La raíz de esta historia se remonta a las confusiones hechas desde finales del siglo XVIII, cuando historiadores empezaron a relacionar erróneamente a ambos artistas con el renombrado Bartolomé Esteban Murillo. ¡Un verdadero lío! Aquí es donde me gustaría contarles una anécdota personal: una vez fui a una exposición de arte y escuché a un grupo de estudiantes confundiendo a Murillo con Goya. Solo puedo decir que me deslicé lentamente hacia atrás y me marché antes de que decidieran incluir a Velázquez. ¡Hay que tener mucho cuidado con los nombres en el arte!
El expolio napoleónico y sus consecuencias
La confusión se intensificó en 1810, cuando las tropas napoleónicas comenzaron a saquear Sevilla. La historia cuenta que los capuchinos, junto con el cabildo catedralicio, tomaron medidas drásticas para salvar las obras de arte. ¿Se imaginan el caos? Pinturas y lienzos abarrotando los barcos rumbo a Cádiz, mientras los franceses entraban como si estuvieran en un festival.
En medio de todo esto, donaron dos pinturas, incluyendo ‘El ángel de la guarda’ de Murillo. Y aquí es donde las aguas se enturbian aún más: la confusión entre las obras y los autores comenzó a tomar forma. Las menciones seculares de estos dos Sebastián Gómez comenzaron a entrelazarse con la figura del gran Murillo, y ¡boom! Nació un dilema que persiste hasta nuestros días.
Historias de historiadores: el debate sobre la autoría
El viaje alrededor de la autoría de las obras de Sebastián Gómez es como una montaña rusa. Historiadores de renombre, como Stirling-Maxwell y Curtis, hicieron su parte al incluir la obra en sus catálogos sobre Murillo. ¡Es como si fueran los influencers de su tiempo! Pero a medida que avanzaba la historia, los historiadores se dividieron, y lo que era una simple exposición de arte, se convirtió en un enigma por resolver.
José Gestoso, otro historiador que quería las cosas claras, propuso una doble atribución y generó aún más confusión al considerar que el lienzo podría pertenecer tanto a Alonso Cano como a una «escuela sevillana del siglo XVII». Si esto me parece confuso, imagínate a los estudiantes de arte en ese momento intentado comprender de quién es cada obra.
Más tarde, se incluyó la atribución en el campo de los discípulos e imitadores de Cano, mientras que algunos argumentaban que el lienzo era de un seguidor de Murillo. Aquí fue donde la cosa se tornó un poco más personal para mí: cada vez que intento recordar cómo se separan las corrientes de arte, siento que me estoy sumergiendo en un océano de apellidos y estilos enredados.
El verdadero autor detrás del lienzo
Con el paso del tiempo, aquí llega el investigador contemporáneo, Pablo Hereza, quien se atreve a aportar algo de claridad. Según Hereza, el lienzo en cuestión podría, de hecho, ser una obra de Sebastián Gómez ‘el Mulato’ bajo los influjos de Murillo. Aquí es donde el crítico del arte se convierte —para mí— en el héroe de esta narrativa. Al enfrentarse a la pesada carga de la historia, hace un llamado a la razón, sugiriendo que el lienzo no se puede atribuir a Murillo debido a varias razones técnicas y estilísticas, que están bien documentadas en su artículo.
Como un ávido amante del arte, estoy aquí para decir que, después de leer su análisis, empecé a ver con otros ojos, como si una cortina se hubiera levantado. Este debate sobre la calidad de la obra y su comparación con las de Murillo es un clásico en el camino del arte.
Uno de los primeros en señalar la confusión
Una figura notable en este debate ha sido fray Ángel de León, quien ya en 1805 había marcado su territorio al definir el cuadro como obra de el Mulato, lo que ya era una forma de proteger su legado en tiempos difíciles. A veces pienso si él también se sintió como un detective de la historia, buscando resolver un enigma que muchos desconocían.
En 1805, escribió en un denso «historial» que el autor del cuadro era un discípulo de Murillo. ¡Vaya, qué presunción! Aquí hay un detalle particularmente tierno: fue casi un desafío al resto de la comunidad artística de su época, que empezaba a sentir lo pesada que es la historia. ¿Te imaginas cargar ese yugo cada vez que intentas contar a tus amigos sobre quién pintó qué?
La influencia de Murillo y el legado de Gómez
A medida que se avanza en este laberinto de nombres y fechas, es claro que la figura de Murillo, un maestro por derecho propio, ha tirado de las cuerdas en una especie de marionetismo artísticamente intrigante. En el análisis de Hereza, se enfatiza que el «influjo» de Murillo está presente, pero con adiciones que no encajan perfectamente.
¿Has notado que a veces es más fácil colocar a alguien en el pedestal de otro? Como cuando alguien dice que juega al fútbol «como Messi», pero en realidad lo único que han logrado es hacer una chilena accidental. Eso pasa también en el arte. La figura de San Pedro, por ejemplo, aunque tiene sus guiños a Murillo, «no alcanza la jugosidad de su pincelada».
El impacto de las atribuciones erróneas
El hecho de que un cuadro sea catalogado erróneamente puede llevar a años de confusión y de discusión, como si fueran las viejas disputas sobre quién abre primero una botella de vino o quién es el mejor en los juegos de mesa. La obra fue una vez «devaluada» y olvidada del gran maestro, trasladada a la larga sombra de Murillo.
Sin embargo, ahora que hemos desempolvado un poco la historia con la ayuda de Hereza, hay que decir que la figura de Sebastián Gómez se reivindica en el marco del arte barroco. ¿No es un alivio saber que hay historia detrás de los nombres y que a veces lo que parece oscuro en un inicio acaba siendo claro al final?
Reflexión final: la importancia de la historia del arte
Fin de la historia, ¿verdad? Pero no tan rápido. Esta era la vida de unos artistas talentosos en tiempos convulsos. Nos recuerda que, aunque nuestras identidades son importantes, a menudo nuestros nombres nos caracterizan de tal manera que nos relegan a un segundo plano en el más amplio escenario de la historia. La historia del arte no se trata solo de uno o dos artistas; se trata de un mosaico único que se interconecta a lo largo del tiempo y el espacio.
Como amar el arte no solo se trata de mirar pinturas. Es una invitación a indagar, questionar y, a veces, a reírse de uno mismo. La próxima vez que te enfrentes a la obra de un artista confundido, recuerda que detrás de cada pincelada hay una historia esperando ser contada. ¿Y quién sabe? Quizás tú seas el próximo a contarla.
Al final del día, esperamos que la historia de Sebastián Gómez nos sirva como recordatorio de que cada nombre en el arte conlleva una complejidad que merece ser explorada. Cada pincelada, cada obra tiene su lugar, y es tarea nuestra reconocerlo y celebrarlo. ¿Amigos? ¡Un brindis por Sebastián Gómez, un pintor que ha sobrevivido a las confusiones del tiempo!