Recientemente, los institutos de Albal, Benetússer y Alfafar se encontraron en medio de un torbellino político y educativo en la comunidad Valenciana. La DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha dejado estragos en muchos ámbitos, y la educación no ha sido la excepción. La conselleria de Educación, dirigida por José Antonio Rovira, busca dar un mensaje de vuelta a la normalidad, mientras que los equipos directivos de estos centros han decidido no iniciar las clases por razones de seguridad. ¿Quién tiene la razón? Vamos a desmenuzar este asunto.

El panorama actual: ¿realmente listos para abrir?

Según la conselleria de Educación, los institutos están listos para retomar clases el lunes. Sin embargo, la dirección de los centros tiene una visión completamente diferente. ¿Te suena esta historia? Algo así como cuando tu pareja te dice que está «lista» para salir, pero tú sabes que todavía está en la cama, buscando desesperadamente que se le aparezca un atuendo ideal. La dirección escolar asegura que necesita documentos de seguridad que no les han sido proporcionados, mientras que el Consell sostiene que todo está en orden para regresar a las aulas.

La voz del conseller: ¿una comunicación adecuada?

El conseller dijo en un comunicado que estos tres centros tienen “intención” de retomar las clases, aunque los directores afirmaron lo contrario. Es como si estuvieras discutiendo con un amigo sobre la hora de la cena y él te insistiera que a las 8:00 suena bien, aunque tú ya te has leído todo el menú de tu restaurante favorito y sabes que no estarás listo por esa hora.

El Sindicat de Treballadores i Treballadores de l’Ensenyament del País Valencià (STEPV) ha criticado la actitud de Rovira, llamándola «impresentable». ¿Cuántas veces hemos visto que un secretario o incluso un ministro de cualquier país se escuda detrás de otros para evitar asumir la responsabilidad? La comunidad educativa está pidiendo algo básico: transparencia y seguridad en el entorno de aprendizaje.

Un cierre sin precedentes: el impacto de la DANA

La DANA, que azotó la región hace unas semanas, dejó caminos y ríos inundados, junto con un comportamiento electoral reservado por parte de quienes deben tomar decisiones. Sin embargo, la crisis va más allá de la construcción física de los edificios; se trata del bienestar y la seguridad del alumnado y del profesorado.

Me acuerdo de la primera vez que vi un edificio dañado por una tormenta. Era un viejo cine en mi ciudad natal. Tantas memorias atesoradas allí: risas, palomitas, primeras citas. Verlo convertido en escombros fue un golpe emocional. Lo mismo ocurre aquí. Este no es solo un edificio; es un espacio donde se construyen futuros. ¿Qué pasaría si un alumno sufriera un accidente por condiciones de infraestructura inadecuadas? Los funcionarios deben poner la seguridad por delante de la imagen pública.

Expectativas versus realidad

Es fácil señalar con el dedo y exigir resultados. «¡Vamos, abran las escuelas!», dicen los funcionarios. Pero ¿qué pasa cuando esos mismos funcionarios no han estado en la línea de frente, hablando con docentes y padres, escuchando sus preocupaciones? Personalmente, en mi experiencia, he encontrado que los cambios más efectivos en cualquier entorno administrativo se producen cuando alguien escucha activamente lo que otros están diciendo.

Esta situación podría haberse manejado de forma diferente. Imaginen si el conseller se hubiera reunido con los equipos directivos, no solo para expresar expectativas, sino para escuchar activamente sus preocupaciones. ¿No habría sido más constructivo?

La presión de las autoridades: un juego peligroso

Los directores de los centros educativos han mencionado que están siendo objeto de presiones para abrir las puertas. Esta dinámica no es nueva. En mi vida, he experimentado situaciones en las que los líderes se sintieron obligados a actuar sin las garantías necesarias, y, como resultado, sólo generaron más caos. ¿Alguna vez has jugado al «teléfono roto»? Una persona susurra un mensaje a otra y, al final, el mensaje original se transforma en algo totalmente diferente. Esto es exactamente lo que temen los directores escolares: que intentar «normalizar» las cosas produzca una experiencia educativa fragmentada y sin sentido.

La dichosa política educativa

El hecho de que un conseller de Educación acuse a los directores de «no querer abrir» es un pasaje clásico de un juego político sucio. Al final del día, la educación no debe ser un campo de batalla político; debe ser un espacio seguro y productivo para los estudiantes. Pero aquí estamos, en un ciclo de culpas y excusas, donde la comunidad educativa queda atrapada en medio. Como si estuviéramos todos tratando de bailar en la misma fiesta, pero cada uno moviendo sus pies al ritmo de una canción completamente diferente.

La importancia del diálogo y la empatía

Las palabras empujan y dividen, pero el diálogo une. Sería oportuno que las autoridades educativas aborden esta crisis no solo con informes y fechas de reapertura, sino con un enfoque basado en la empatía. Al final del día, se trata de vidas, sueños y la juventud de la comunidad. No podemos permitir que estas realidades se vean ensombrecidas por encuentros faltos de sinceridad.

Como docente, recuerdo una vez en que un colega traía una queja, y en lugar de simplemente reaccionar, decidí escuchar y comprender su punto de vista. Ese simple acto creó un ambiente más colaborativo y quizás evitó lo que podría haber sido un conflicto serio. ¿Por qué no aprendemos de eso en esta situación?

Los padres y estudiantes en el centro del debate

Finalmente, no podemos olvidar a los padres y estudiantes, quienes son el núcleo de todo esto. Imagina ser un padre recibiendo la noticia de que tu hijo no podrá regresar a la escuela por la falta de condiciones adecuadas. La preocupación por el bienestar y la educación de los niños no tiene precio. Todos queremos lo mejor para la próxima generación.

Como lección de vida, recuerdo que mientras crecía, mis padres nunca dudaron en defender mis necesidades educativas. Es un derecho fundamental que cada niño tenga acceso a un aprendizaje seguro y enriquecedor. No deberíamos dejar que burocracias y juegos políticos interfieran entre los estudiantes y sus oportunidades.

Conclusión: busquemos soluciones

A medida que este drama se desarrolla, tanto para los directores, el conseller y la comunidad educativa, la solución no solo se encuentra en la decisión de abrir las puertas. Se trata de sentarse, dialogar y llegar a una solución que beneficie a todos. No se trata de imagen pública ni de salir en los titulares; se trata de la seguridad y futuro de nuestros niños.

¿Cómo podemos cambiar esta narrativa? Imagina si todos en la comunidad se unieran, padres, docentes, autoridades, para crear un espacio donde la educación sea prioritaria. ¿No sería maravilloso? Lo que está claro es que, si no se da una respuesta adecuada, esta situación podría convertirse en un modelo de lo que no se debe hacer en la administración de la educación pública.

Es hora de que todos tomen responsabilidades, mantengan abiertas las líneas de comunicación y trabajen juntos para garantizar que la educación siga siendo un faro de esperanza y oportunidades en la comunidad Valenciana. ¿Estás listo para un cambio positivo?