En la era del capitalismo digital, donde las pantallas parecen guiarnos más que nunca, resulta alarmante descubrir que la capacidad de contar historias y reflexionar sobre nuestras propias vidas se está desvaneciendo. Este fenómeno es precisamente el que aborda Lola López Mondéjar en su más reciente ensayo, Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad, que ha cosechado el Premio Anagrama en su categoría. Hoy, te invito a reflexionar sobre los efectos de esta crisis de la narrativa y cómo estamos cada vez más inmersos en un mundo hacia la deshumanización.
Un testimonio personal que resuena con la sociedad actual
¿Alguna vez te has sentido abrumado tras un largo día de trabajo, incapaz de articular lo que has vivido? Recuerdo una noche particularmente agotadora en la que estaba tan abrumado por las tareas cotidianas y la cantidad de información absorbida, que no pude contarle a un amigo sobre mi día. Fue como si estuviera intentando recordar un sueño fugaz que nunca logré asir por completo. Esa sensación de vacío, de no poder narrar lo que realmente importa, es el eco del análisis que propone López Mondéjar.
Comenzar a leer Sin relato es como abrir una puerta a un espejo que refleja no solo nuestras vidas, sino la crisis de la narrativa que nos envuelve. ¿Por qué nos cuesta explicar lo que nos sucede? Como psicoanalista con una larga trayectoria clínica, la autora observa que sus pacientes, cada vez más, no logran conectar sus síntomas con su historia personal. La ansiedad o los ataques de pánico se presentan sin un relato claro: un ruido lejano en una película muda donde los actores no tienen voz.
La amenaza del capitalismo de la vigilancia digital
El ensayo de López Mondéjar no solo es un grito de alerta sobre una crisis personal, sino un reflejo de una preocupación mayor: el capitalismo de la vigilancia digital. Según ella, este sistema ha erradicado los ideales de la Ilustración que colocaban al ser humano en el centro del debate político. En lugar de ser narradores de nuestras propias vidas, ahora somos meras extensiones de dispositivos tecnológicos.
Pero, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar esta realidad? ¿Nos hemos convertido en «ciborgs psíquicos», como dice la autora, gobernados por algoritmos que saben más sobre nosotros que nosotros mismos? Las plataformas digitales, lejos de ser neutrales, están diseñadas para explotar nuestra atención, lo que puede llevarnos a un estado de atrofia cognitiva y emocional.
El papel de las plataformas digitales
López Mondéjar menciona explícitamente a Facebook y X como actores que juegan un papel en este proceso de vaciamiento de la capacidad de pensamiento. Su influencia es directa en la juventud, que pasa horas delante de las pantallas consumiendo contenido que, en muchos casos, no está contrastado. Esto no es solo un fenómeno contemporáneo; T.S. Eliot ya hablaba sobre los «hombres huecos» en 1925. Así que, en realidad, este problema ha evolucionado, pero sus raíces son antiguas.
La incapacidad de narrar y su relación con la salud mental
Al observar a sus pacientes, la autora conclude que la incapacidad de contar su propia historia se traduce en un sufrimiento emocional. La capacidad narrativa es fundamental: nos permite contextualizar nuestro sufrimiento, conocer nuestras raíces y, en última instancia, nos ayuda a sanar. Pero, ¿qué sucede cuando nuestra narración se convierte en un simple eco de voces externas? Es aquí donde entran en juego los problemas de salud mental que vemos hoy en día.
Identidades adhesivas y crisis de la empatía
En el ensayo, se habla de «identidades adhesivas», un término que describe la tendencia de las personas a adoptar pensamientos o ideales de manera acrítica. Este fenómeno no es nuevo, pero las redes sociales han amplificado este deseo de mimetismo. En un mundo donde cada «me gusta» o retuiteo puede provocar una avalancha de emociones, ¿cómo no caer en la trampa? Se nos hace muy fácil seguir la corriente.
La autora también menciona el fenómeno de la ecoansiedad, que es cada vez más común entre los jóvenes. ¿Quién no se ha sentido angustiado por el cambio climático? En un mundo donde parece que la acción individual no tiene efecto, la desesperanza reina y, como resultado, los jóvenes sienten la presión de vivir en un presente incierto.
Las consecuencias de la deshumanización
Uno de los puntos más inquietantes que toca López Mondéjar es la deshumanización. Al vivir en un mundo dominado por las pantallas, la empatía empieza a desvanecerse. El bombardeo constante de información nos lleva a un estado de «no pensamiento», donde criticar o reflexionar sobre la realidad se convierte en un acto doloroso.
¿Es esta la dirección que queremos tomar? Parece que la respuesta no es sencilla. La trama de nuestra vida se entrelaza con nuestros miedos, deseos y la historia que narramos. Pero cuando nos convertimos en figuras pasivas en una historia contada por otros, ¿qué queda de nuestra humanidad?
La precariedad y su impacto en la narrativa personal
El sociólogo Guy Standing acuñó el término «precariado», que describe la situación de aquellos que, debido a la falta de estabilidad laboral y económica, se ven incapaces de construir un futuro. ¿Cómo narrar una historia de esperanza cuando el presente es tan incierto? López Mondéjar muestra cómo esta falta de perspectiva afecta radicalmente la capacidad de los jóvenes para establecer narrativas vitales.
En mi experiencia, esta precariedad puede llevar a un ciclo de inacción y ansiedad. Recuerdo a un grupo de amigos que pasaron tanto tiempo sin empleo que comenzaron a desarrollar una identidad que giraba en torno a su desempleo. ¡Había más risas sobre la «velocidad» con que no encontraban trabajo que reflexiones sobre sus sueños!
La cultura actual y el desafío de reenfocar nuestra narrativa
Hoy, parece que estamos condenados a vivir en un ciclo de terror informativo y consumo de contenido. Desde el conflicto en Gaza hasta la elección de Donald Trump, los acontecimientos nos golpean como si fueran parte de una telenovela a la que no sabemos cómo reaccionar. Todo se siente fuera de control, y con ello, también nuestra capacidad de relato.
La desafección política, sumada a la incapacidad de entender nuestro lugar en el mundo, ha llevado a una generación a buscar refugio en soluciones simplistas o ideologías extremistas. ¿Es esta la herencia que queremos dejar?
Regresar al núcleo humano
Es vital que comencemos un diálogo crítico sobre la narrativa de nuestras vidas y la importancia de recobrar el control sobre nuestras historias. Como bien sugiere López Mondéjar, es necesario volver a poner al ser humano en el centro de la política y de nuestra existencia.
Este análisis profundo no solo apunta a una crítica de la realidad, sino a la necesidad de construir narrativas que nos permitan reconectar con nosotros mismos y entre nosotros. La empatía debe ser la brújula que nos guíe a través de este laberinto informativo.
El futuro depende de nosotros
Así que, ante una crisis tan profunda, la pregunta que nos queda es ¿qué vamos a hacer al respecto? Cada uno de nosotros tiene la capacidad de romper el ciclo de deshumanización y vaciamiento narrativo. Con cada historia contada, cada palabra escrita, estamos desafiando el sistema que nos ha hecho creer que no tenemos nada que decir.
Recuerda: mientras haya vida, hay historias que contar. La próxima vez que te sientas perdido en una conversación o no sepas cómo expresar lo que sientes, recuerda que la narrativa es poder. Tú tienes el control de tu historia. Así que, ¡adelante! Comencemos a llenar ese vacío con nuestra propia voz.