La política española ha recorrido un camino fascinante y, a menudo, tumultuoso a lo largo de su historia. Si echamos la vista atrás, vemos una escena que podría haber salido de una comedia: una joven con un jersey fucsia subiendo lentamente los escalones del hemiciclo para jurar su cargo, mientras un procurador se escandaliza por su atuendo colorido en un ambiente generalmente gris. Esta imagen, descompasada y un poco absurda, nos da una idea de cómo la política ha sido tradicionalmente un dominio masculino, donde apenas unas pocas mujeres, como Belén Landáburu, se han atrevido a romper con los moldes establecidos. Pero, ¿realmente ha cambiado algo desde aquel entonces? ¡Vamos a averiguarlo!
Un vistazo al pasado: la lucha por la representación
Cuando en 1977, tras la muerte de Franco, se celebraron las primeras elecciones democráticas en España, suena casi increíble pensar que solo 27 mujeres se presentaron como candidatas. ¿Te imaginas un club exclusivo donde solo unas pocas elegidas pueden acceder? Pues eso era el Congreso entonces, y no porque las mujeres no tuvieran ganas de entrar, sino porque el ambiente era lo suficientemente hostil como para hacerlas dudar.
Recuerdo la primera vez que escuché sobre Dolores Ibárruri, conocida cariñosamente como «La Pasionaria». Me quedé maravillado al aprender que, a pesar de haber sido símbolo de resistencia y lucha, su papel también fue eclipsado por el machismo en el seno de la política. En esos días, la política no era un espacio donde renacieran las esperanzas de igualdad, sino más bien un campo de batalla donde las mujeres usaban su coraje como única arma.
El impacto de las primeras diputadas
Hoy, echo la vista atrás y no puedo evitar sonreír irónicamente. ¡Solo 21 diputadas y 6 senadoras! Aunque más bien parece el inicio de un chiste que de una realidad política. Y mientras, aquí estaba Pilar Bravo, apareciendo en el hemiciclo en baqueros y sin sujetador. ¿A quién se le ocurre desafiar la norma de la vestimenta en un momento tan emblemático? A Pilar, por supuesto, y lo hizo en nombre de todas las mujeres que también lucharon en silencio.
Cada una de esas pioneras fue como un pequeño destello de color en un lienzo hecho casi exclusivamente en blanco y negro. Las palabras de Dolores Ibárruri resonaban en aquellos salones, no solo porque eran potentes, sino porque eran un recordatorio constante de que la lucha todavía estaba lejos de terminar.
Las cuotas y el feminismo institucional
A medida que avanzaban los años, el panorama comenzó a cambiar. ¡Oh, las cuotas! Ese término que provoca una mezcla de admiración y, en ocasiones, rechazo. No obstante, fue Galadriel de los tiempos modernos: introdujo la diversidad en un espacio que solía abarrotarse de voces masculinas. El XXXI Congreso del PSOE dio un pequeño paso en esta dirección al estipular un 25% de candidatas en sus listas. Claro, no fue fácil, pero empezamos a ver un crecimiento.
En mi propia experiencia, he visto cómo muchas mujeres se adentra en el ámbito profesional con una tenacidad admirable. Simplemente imaginad a Carlota Bustelo rechazando participar en unos comicios porque no contaban con suficientes mujeres en las listas. Es la clase de valentía que merece una película, y no solo un lugar en los libros de historia. Esa lucha fue un eco de los cambios inminentes que vendrían.
La política se feminiza: un nuevo capítulo
A principios de los años 90, me acuerdo de leer la noticia de que las mujeres empezaban a ganar terreno en la política. Aunque puede que suene un poco melodramático, no pude evitar sentirme emocionado. Se percibía en el aire que estábamos al borde de una revolución. Las políticas del PP, aunque a veces en desacuerdo con sus decisiones, no se quedaban atrás en abrir espacios a las mujeres, marcando el inicio de una nueva era.
Para muchas de nosotras, la política empezó a parecer más accesible, menos intimidante. Poder ver en la pantalla del televisor a mujeres en posiciones de poder se sintió casi como un milagro: ¡El arte de la representación se estaba cumpliendo!
La llegada de la paridad
Finalmente, en 2019, después de que la Ley de Igualdad de 2007 comenzara a hacer su trabajo, el Parlamento español alcanzó la paridad de género. ¡Aplausos, por favor! Un hemiciclo donde tanto hombres como mujeres podían compartir ideas y debatir en igualdad de condiciones. Me encanta pensar que las generaciones futuras no tendrán ni idea de la lucha que hubo que dar para llegar allí. En definitiva, se trataba de un puente hacia una política más representativa.
El contraste entre el hemiciclo actual y el de hace unas décadas se siente casi como un Cuento de Navidad. Hoy, las mujeres en el Parlamento no son solo una decoración; han pasado a ser una parte integral del tejido de la toma de decisiones en nuestro país. La presencia femenina aporta una frescura que estaba ausente durante demasiado tiempo.
La huella de la historia reciente
Tal vez no todos los cambios se vean reflejados de inmediato en otros ámbitos de la sociedad española, pero no se puede negar que la política ha sido un catalizador de transformación. Mirando hacia atrás, es digno de destacar que cada 6 de diciembre, celebramos la Constitución, recordando que, a pesar de los obstáculos, las mujeres han jugado un papel crucial en la misión de construir una democracia robusta. Ahí, al lado de un hombre que nos enseña cómo hacer un gesto serio, estaba la sonrisa de esas diputadas que lucharon no solo por sus derechos, sino por los nuestros.
Conclusión: el camino por recorrer
Claro, no todo es un cuento de hadas. La desigualdad sigue existiendo, especialmente en los espacios de decisión dentro del ámbito empresarial. La Ley de 2024 dio otro paso en este sentido al exigir la inclusión de mujeres en todos los lugares de decisión. Pero, como siempre, la lucha continúa.
Aun así, si he aprendido algo de esta travesía, es que no debemos subestimar el poder de la representación. Cada vez que veo un parlamento lleno de colores, desde el fucsia hasta el violeta, todo eso me recuerda que el cambio es imparable. Así que, ya sabes, al ver a una mujer en una posición de poder, piensa en la historia. Y sonría. Porque en el fondo, cada uno de esos colores refleja la esperanza y la diversidad del futuro que se construye, al menos en el papel. Y eso, amigos míos, es algo para celebrar.