La madrugada de este miércoles, la comunidad gallega se despidió de Maximino Viaño (Ames, 1927) a los 97 años. Un nombre que resonará entre las páginas de la historia agraria de Galicia. ¿Alguna vez has sentido que una persona puede ser sinónimo de una tradición, de una forma de vida? Eso es precisamente lo que Viaño representó para la agricultura y la ganadería gallega. Su vida estuvo marcada por la pasión por el campo, la creación de cooperativas, y un legado que perdurará mucho más allá de su recuerdo. Acompáñame en este recorrido por la vida de un hombre que luchó por dignificar el trabajo de campo y que dejó una huella profunda en su comunidad.
Los inicios de una trayectoria admirable
Maximino Viaño no nació con una cuchara de plata en la boca, ni mucho menos. Su infancia transcurrió en una explotación agraria familiar donde aprendió, desde muy pequeño, el significado del trabajo duro y la dedicación. Quien no ha pasado horas bajo el sol, observando cómo la tierra responde a nuestros cuidados, sabe lo que es el campo; pero muy pocos entienden la magia que se esconde en esos momentos. Recuerdo, cuando era niño, pasar el verano en la granja de mis abuelos. Mis manos siempre terminaban cubiertas de tierra y, para ser sincero, a veces deseaba no tener que ayudar en las tareas del día. Pero luego, al ver el resultado de nuestra labor, la satisfacción era inigualable. ¿Te suena familiar?
En 1966, Maximino transformó su amor por el campo en una iniciativa social, al fundar la Cooperativa de Explotación Comunitaria de Tierras y Ganados de San Cristóbal de Tapia. ¿Y qué implica eso? Muy sencillo: en lugar de que cada granjero luchara solo, unió fuerzas con su comunidad. Y así nació una nueva forma de entender el trabajo agrario, donde el progreso se construye de la mano de la colaboración.
La revolución de Ternera Gallega
Una de las mayores contribuciones de Viaño al sector ganadero fue el lanzamiento de la denominación Ternera Gallega en 1989. En una época donde la calidad se perdía en favor de la cantidad, él apostó por lo contrario. ¿Quién diría que una simple etiqueta podría elevar el estatus de un producto? Esto no solo benefició a los ganaderos, sino que también mejoró la percepción pública sobre la carne gallega.
Imagina un mundo donde, al ver una etiqueta, puedas identificar la calidad, la procedencia, y una historia detrás. Esa era la visión de Viaño, y él logró convertirla en realidad. Si alguna vez te has deleitado con un platillo preparado con Ternera Gallega, habrás probado no solo un producto, sino el resultado de años de esfuerzo y colaboración en un mundo muchas veces desregulado.
Un líder comunitario y cronista de su tierra
Además de su impacto en la ganadería, Maximino Viaño se destacó como dirigente comunitario. Fue concejal en Ames (su pueblo natal), donde trabajó incansablemente en el desarrollo social y económico. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir que estamos dispuestos a servir a nuestra comunidad de esa manera? Es un reto tan grande como gratificante.
En 2020, la corporación de Ames le otorgó la Medalla del Concello en reconocimiento a su dedicación y compromiso. Este tipo de héroes anónimos pasan inadvertidos muchas veces, pero son los que realmente construyen cimientos sólidos en nuestras comunidades. La vida de Viaño nos recuerda la importancia de contribuir al lugar donde vivimos, de dejar una huella positiva en la vida de los demás.
La pluma como herramienta
No bastándole con los logros en el ámbito agrícola, Maximino también se atrevió a plasmar su legado en papel. En 2001, publicó «Lembranzas: Unha vida no campo galego», una obra que seguramente capturó los matices de lo que es vivir y trabajar en el campo. Hay algo profundamente íntimo en escribir sobre la propia vida; de alguna manera, es una forma de inmortalizar momentos y enseñanzas. Durante la pandemia, muchos nos volvimos hacia la escritura como refugio. ¿Te has tomado un tiempo para escribir tus memorias? Te lo recomiendo.
En 2004, continuó su labor literaria con «Os muiños de Riamonte», un resonante homenaje a la cultura gallega. Su obra es un recordatorio de que las historias son tan vitales como la agricultura misma. Son narrativas que conectan generaciones, que nos enseñan sobre nuestras raíces y la importancia de conservarlas.
Luto en Ames y un legado eterno
Con su fallecimiento, el alcalde de Ames, Blas García, decretó un día de luto oficial. Las banderas ondearán a media asta, un tributo necesario para alguien que dedicó su vida a su comunidad. En un mundo donde a menudo nos olvidamos de detenernos y homenajear a nuestros líderes, esta medida es un recordatorio de que el respeto se debe dar a quienes lo han ganado.
Cuando uno pierde a un referente, la sensación de vacío puede ser abrumadora. Lo viví cuando un querido maestro falleció. Su ausencia se sintió profundamente en cada rincón de nuestra escuela. ¿A quién recurriríamos ahora para aprender sobre ética y vida? La muerte de Maximino Viaño nos deja a todos con un deseo de continuar su labor, de honrar su legado y trabajar por una sociedad mejor.
Reflexionando sobre el futuro de la Ternera Gallega
La triste pero inevitable realidad es que todos algún día dejaremos este mundo. ¿Qué quedará de nosotros cuando no estemos? Es una pregunta que todos enfrentamos eventualmente. En el caso de Viaño, su legado perdurará a través de las tradiciones que estableció y los valores que inculcó. La Ternera Gallega, como marca de calidad, y las cooperativas que fundó seguirán prosperando si se mantienen los principios de respeto y colaboración.
Como trabajadores del campo, consumidores, y miembros de la comunidad, tenemos la responsabilidad de cuidar ese legado. ¿Estamos dispuestos a luchar por la calidad en nuestros alimentos? ¿Valoramos como deber moral apoyar a los productores locales? Venir de un lugar de empatía y conexión con el campo nos puede enriquecer a todos, no solo como consumidores, sino como personas.
Conclusión: la vida como un legado de fuerza y respeto
Maximino Viaño no solo fue un granjero, un empresario o un escritor; fue un símbolo de la fuerza y resiliencia del pueblo gallego. Su vida nos enseña que, cuando trabajamos juntos en algo que amamos, podemos alcanzar logros inimaginables. A veces, las generaciones futuras se olvidan de los que han estado antes, pero es nuestro deber recordar y honrar a quienes nos antecedieron.
Así que, en cómplice silencio, abracemos la esencia de su legado y trabajemos para que sus enseñanzas sean un faro que guíe nuestras acciones. La próxima vez que veas un plato de Ternera Gallega, recuerda que no es solo carne; es una historia de vida, un esfuerzo colectivo que merece ser celebrado. Tal vez, de aquí en adelante, la próxima vez que estés en una reunión familiar y alguien mencione a Viaño, puedas contar historias sobre él y cómo su vida ha influido en lo que hoy conocemos como la maravillosa gastronomía gallega.
¿No es eso la verdadera esencia de la vida?