La fiscalidad verde es un concepto que numerosas veces parece más fácil de decir que de implementar. En ocasiones, es como esa dieta que todos intentamos seguir; sabemos que es lo correcto, pero siempre encontramos una excusa para no hacerlo. Cuando se habla del Pacto Verde Europeo, que fue presentado con bombos y platillos, es fácil perderse entre términos como «neutralidad climática» y «emisiones» sin entender por qué parece haber un estancamiento tan evidente.
En este artículo, exploraremos lo que está sucediendo en la Unión Europea (UE) respecto a la fiscalidad verde, la presión que enfrenta, y por qué algunos países, como España, están tan reacios a aceptar cambios drásticos en las políticas sobre el transporte aéreo y marítimo. ¡Prepárense, porque esto se va a poner interesante!
¿Qué es el Pacto Verde Europeo y la fiscalidad verde?
Déjame llevarte al 2021, cuando la Comisión Europea lanzó el paquete conocido como «Objetivo 55». Este plan tenía como ambición fundamental prepararnos para la neutralidad climática para 2050, y un objetivo intermedio de reducir las emisiones en un 55% para 2030. ¿Parece fácil? ¡Claro! ¡Nada como un buen objetivo para ponerle sabor al café! Pero, como suelen decir, «el diablo está en los detalles».
Uno de esos detalles fue la propuesta de revisar la directiva sobre fiscalidad de la energía, que tenía como finalidad introducir unos tipos mínimos aplicables a los combustibles de aviación y marítimos, que actualmente gozan de una exención tributaria. Esto es como decir: «Vamos a hacer que los que más contaminan, paguen un poco más». Así de simple.
Pero, ah, aquí viene el matiz: a medida que se suceden las reuniones y debates, parece que la división entre los países miembros está más presente que nunca. España, junto a otros, ha levantado la voz en contra de esta propuesta.
¿Por qué algunos países se oponen?
Como buen viajero empedernido, nunca he dudado en subirme a un avión para una escapada de fin de semana. Pero imagina que, al final de tu viaje, la compañía aérea te dice que tienes que pagar un impuesto extra por el combustible. ¿Te parece razonable? Muchos aquí dirían que no, y eso es precisamente lo que está pasando en las grandes mesas de negociación en Bruselas.
Los ministros de Finanzas de varios países han argumentado que, si se gravan estos combustibles, esto afectaría su competitividad. Por ejemplo, el ministro de Finanzas italiano comentó que los precios de la energía tienen un gran impacto en la competitividad europea, sobre todo en la industria. Aquí está la cuestión: ¿deberíamos sacrificar la economía por el medio ambiente?
El dilema del transporte aéreo y marítimo
El debate aquí es fascinante, porque no se trata simplemente de pagar un poco más o menos en el pasaje de avión. También se entrelazan cuestiones de turismo y su impacto económico. El turismo, amigos, es un pilar esencial para países como Grecia, donde representa alrededor del 20% del PIB. ¡Eso es mucho dinero en helados y bronceadores!
El homólogo griego de finanzas defendió el mantenimiento de la exención de impuestos en nombre del turismo, lo que llevó a pensar que cada país tiene sus propias prioridades. Quiero decir, aquí tenemos a los turistas disfrutando de las playas mientras otros están preocupados por la calidad del aire; eso me suena a un clásico juego de equilibrismo.
Testimonios desde el terreno
Durante mis viajes a diferentes partes de Europa, he encontrado que la gente suele estar más preocupada por el costo del billete que por la huella de carbono que está dejando. Y claro, yo no soy diferente; el otro día, mientras comía un delicioso gelato en Italia, me reí cuando un amigo me dijo que el único clima que le importaba era el que hacía en la playa.
Sin embargo, esto es un asunto serio. ¿Cómo se puede lograr un balance entre un desarrollo económico sostenible y la necesidad de actuar contra el cambio climático? Tal vez es como ir al gimnasio: debes esforzarte más si quieres resultados, pero, ¡a veces un donut sabe mejor que una rutina de cardio!
¿La exención es una solución a largo plazo?
El argumento de mantener la exención de impuestos es uno que se ha escuchado en debates recientes en la UE, y no solo desde los países del sur. La presidencia húngara, que está a cargo de los debates, también ha sugerido revisar la decisión en 2035. ¿Una cláusula de “verifíquemos más tarde”? Suena más a una estrategia de procrastinación que a una solución firme. ¿Cuántas veces hemos decidido posponer una tarea solo para darnos cuenta de que se acumuló más trabajo?
Algunos funcionarios, como la secretaria general del Tesoro, Paula Conthe, han argumentado que mantener la exención con una cláusula de revisión es un «compromiso razonable». Algo así como cuando decides beber un poco de vino tinto al final del día, pero te prometes que será solo una copa. La verdad es que muchas veces nos queremos convencer de que las excusas son razonables.
Una mirada crítica a la postura de la UE
No todo el mundo está de acuerdo con esta política de postergar decisiones. Personalidades como el comisario de Acción Climática Wopke Hoekstra se han expresado con desilusión sobre cómo se está desarrollando esta iniciativa. «Si un sector hace menos, otro tiene que hacer más», ha dicho. Es como en mi grupo de amigos, donde siempre hay uno que se niega a contribuir a la cuenta del bar y todos terminamos pagando un poco más.
Francia, Bélgica y los Países Bajos han sido de los países que han rechazado fuertemente la suavización de la propuesta, y sostienen que esto podría hacer que los objetivos climáticos sean inviables. Y es aquí donde el dilema se vuelve aún más complicado. ¿Realmente queremos que la fiscalidad verde sea una prioridad, o solo un tema de conversación en reuniones de café?
¿Un camino hacia la descarbonización?
La realidad es que las metas climáticas son importantes, y todos estamos en este barco llamado Tierra. Así que, ¿qué podemos esperar? ¿Serán capaces los países de encontrar un equilibrio entre la competitividad económica y la necesidad de descarbonizar? Es como tratar de encontrar el punto perfecto de cocción en un soufflé. Si lo sacas demasiado pronto, el soufflé se cae; si lo dejas demasiado tiempo, se quema.
Siempre es difícil encontrar la respuesta correcta, y estoy seguro de que, en muchos casos, las soluciones no serán perfectas. Pero lo que realmente necesitamos es un compromiso serio y colaborativo. Mientras tanto, podríamos recrear esa famosa frase de Margaret Mead: «Nunca dudes de que un grupo pequeño de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo; de hecho, es la única forma en que ha ocurrido».
Conclusiones finales: ¿hacia dónde vamos?
En resumen, la fiscalidad verde debería ser una prioridad y una responsabilidad colectiva. Por lo que vemos, la UE está en medio de un verdadero tira y afloja. Los países están divididos entre la necesidad de proteger sus economías mientras intentan cumplir con objetivos climáticos.
Y tú, estimado lector, ¿te preocupas más por lo que pasa en el cielo o en el fondo de tu bolsillo? Al final, la pregunta que todos debemos hacernos es: ¿Estamos dispuestos a sacrificar algo por el bien común? Puede que el camino hacia una fiscalidad más justa y sostenible esté lleno de baches, pero es necesario para enfrentar el desafío más grande al que nos enfrentamos hoy: el cambio climático.
Si algo nos enseñan estos debates interminables es que cada pequeño paso cuenta. Así que, ¡abramos la conversación! Hablemos sobre nosotros, nuestros derechos y obligaciones, y procuremos crear un futuro donde la naturaleza y la economía puedan coexistir en armonía. Eso sí, ¡sin olvidar un buen gelato de vez en cuando! 🍦