¿Alguna vez te has preguntado cuánto pesa la violencia de género en nuestro sistema laboral? La respuesta es más pesada de lo que nos gustaría admitir, especialmente en la Comunidad Valenciana. Para ponerlo en perspectiva, el Gobierno valenciano ha subvencionado la contratación de solo 11 mujeres víctimas de violencia de género en el último año, a pesar de recibir más de 1.300 solicitudes a través de sus servicios públicos de empleo. Me imagino la frustración que sentirían estas mujeres al ver que, de entre tantas solicitudes dignas de atención, aplicaciones fueron desechadas, quizás con cliché tras cliché. La cruda realidad es que estamos hablando de un número que, de ser un partido de fútbol, no llenaría ni un banco de suplentes.
La situación actual: ¿qué está ocurriendo?
Pongámonos en contexto. La Consejería de Empleo y Formación de la Comunidad Valenciana, liderada por José Antonio Rovira, ha echado el freno respecto al apoyo para mujeres víctimas de violencia de género. Si bien es cierto que el nuevo Consell ha diseñado un sistema en el que colectivos vulnerables se agrupan, es decir, hemos mezclado a estas valientes supervivientes con parados de larga duración, personas con discapacidad y otros grupos en riesgo de exclusión, la atención no es la misma. ¿Estamos tratando a todas las víctimas como si su dolor tuviese el mismo peso? ¡No lo creo!
Cambios contables y un presupuesto recortado
En este contexto, la inversión de 262.000 euros para conectar a mujeres víctimas con oportunidades laborales suena como una limosna. Anteriormente, el programa ‘Emdona’ contaba con un presupuesto de cerca de 13 millones de euros destinado a la contratación de mujeres desempleadas en un convenio con las corporaciones locales de la Comunitat Valenciana. De la abundancia a la austeridad, podríamos decir. La realidad es que, aunque el nuevo programa ha recogido el término «colectivos vulnerables», ha intentado diluir la especificidad del problema.
La voz de las representantes: un grito en el desierto
La diputada de Compromís, Mónica Àlvaro, ha sido una de las voces más críticas en este asunto. Desde mi perspectiva, no puedo evitar empatizar con ella. Es como cuando estás en una reunión familiar y tu tía empieza a hablar de ese primo que a nadie le interesa. Quiero decir, no es que lo que dice no sea válido; es solo que necesita más atención. En su reciente intervención, Àlvaro ha expuesto que en 2023 solo se contrataron 6 mujeres a través de este servicio, a pesar de que 1.697 mujeres estaban en busca de trabajo y se presentaron como víctimas.
He tenido mi propia experiencia en situaciones de escaso apoyo institucional, y conozco la impotencia que se siente al querer cambiar algo y ver las manos atadas por la burocracia.
Un programa caducado y la falta de personal
Hablando de impotencia, el convenio que garantiza la atención personalizada a mujeres víctimas de violencia de género había caducado en septiembre de 2023. Imagínate una taza de café humeante que se enfría y enfría, y cuando decides volver a servirte, te das cuenta de que de ese café ya no queda nada. Así se siente la desatención hacia estas mujeres, que se ven obligadas a esperar mientras sus vidas quedan en un limbo.
La ampliación del convenio hasta el 30 de junio de 2024 nunca se tradujo en una mejora tangible en la atención. Como consumidores de servicios públicos, es preocupante ver una ampliación de plazos sin una clara estrategia o un aumento en el número de mujeres que pueden beneficiarse. En este sentido, es una mera proyección de buenas intenciones.
Medidas transversales: ¿realmente son efectivas?
El Gobierno ha argumentado que sus programas de empleo para colectivos vulnerables incorporan medidas de acción positiva a favor de las mujeres. Hablando de esto, no puedo evitar preguntarme: ¿será suficiente simplemente «incorporar» a las mujeres en programas que no están diseñados específicamente para sus necesidades? Es como si en un partido de fútbol, le dijéramos a la delantera que se sume a la defensa en caso de que necesitemos más jugadores. No es que no necesitemos defensa en este juego social, pero lo que realmente queremos son goles y estrategias claras para apoyar a las mujeres víctimas de violencia.
Programa de inserción: una luz en la oscuridad
A pesar de todo esto, hay algo de esperanza. Así como hay un refrán que dice que nunca hay que subestimar el poder de un café compartido, se aprobó una subvención de 871.150 euros para la inserción laboral de mujeres víctimas de violencia de género a través de un convenio con la asociación Alanna. Durante su trayectoria, este programa ha seguido a 43 mujeres. La cuestión es: ¿será suficiente esta inversión para cambiar el rumbo de sus vidas?
Reflexiones finales: ¿qué podemos hacer?
En este punto, es probable que estés pensando: “Pero, ¿qué podemos hacer nosotros como individuos?” Este es un tema que debería tocarnos a todos. La violencia de género no solo debería ser un tema que abordan aquellos afectados directamente, sino que debería ser una preocupación de toda la sociedad.
Hay diversas maneras en las que podemos involucrarnos. Desde hacer donaciones a organizaciones locales que apoyan a mujeres víctimas, hasta participar en charlas comunitarias que aborden la violencia machista. Después de todo, la verdadera fuerza radica en la comunidad y en los lazos que formamos.
Un llamado a la acción
Si hay algo que puede cambiar esta narrativa, es alzar la voz. No estaré aquí solo para informar sobre estadísticas preocupantes, sino para invitarte a que te unas a la conversación. Hacer visible la realidad que enfrentan tantas mujeres es el primer paso hacia el cambio. La próxima vez que escuches a alguien referirse a la violencia de género como un “tema de mujeres”, recuerda que es un tema de todos.
Es posible que todos tengamos algo que aportar, incluso si son solo unas palabras de aliento o una acción cotidiana. La comunidad es nuestra verdadera aliada en la lucha contra la violencia de género. Al final del día, si no actuamos, ¿quién lo hará por nosotros?