En un mundo donde las tradiciones a menudo se desvanecen, hay personajes que se levantan, dispuestos a mantener el fuego encendido. Uno de estos personajes es Alberto Sandoval, un joven picador de 31 años de Salamanca que ha dejado una huella indeleble en la tauromaquia. Este artículo te llevará a través de su fascinante historia, sus triunfos, y su visión sobre su difícil pero hermoso oficio.
¿Quién es Alberto Sandoval?
Alberto, oriundo de Pelarrodríguez —una pequeña localidad de menos de 60 habitantes en invierno—, se ha convertido en una figura prominente dentro del mundo de los toros. Con 108 festejos en su haber en 2024, Sandoval ha superado las marcas establecidas por grandes figuras, consolidándose como uno de los picadores más destacados de su generación. Y sí, hace falta espacio en su casa para guardar todos los trofeos acumulados. “He perdido la cuenta”, confiesa con una sonrisa algo ruborizada. Es como si de repente tuvieras que inventar una habitación solo para tus premios de Fortnite, ¿no?
La historia de Alberto es un relato que podría ser contado en la gran pantalla. Desde sus humildes comienzos en una finca de ganado hasta debutar en las arenas más prestigiosas, su recorrido es inspirador. A los 16 años, bajo la tutela de su tío Tito Sandoval, quien también es un picador, comenzó su carrera taurina. Resulta curioso pensar que, años atrás, él no se imaginaba dedicándose a esto. “Siempre estuve vinculado al campo y montando a caballo. Lo de los toros lo veía muy difícil”, nos cuenta.
La tauromaquia: un arte en peligro
Para muchos, la tauromaquia es simplemente un espectáculo de riesgo, pero para aquellos que llevan el arte en la sangre, es mucho más que eso. La figura del picador, en particular, es esencial para garantizar el bienestar tanto del toro como del torero. “Un picador debe ser un buen caballista y conocer las condiciones del toro”, explica Alberto. Y no se trata solo de montar a caballo y tener un poco de destreza. El arte de picar está lleno de matices que requieren un profundo entendimiento de la conducta del toro y del momento del matador.
He de confesar que, como espectador ocasional de corridas, solía pensar que el picador estaba ahí únicamente para “meterse con el toro” y salir corriendo. Pero al hablar con Alberto, empiezo a comprender que se necesita una destreza y un control más allá de lo superficial. Es más como un baile entre el picador, el toro y el torero. Me pregunto, ¿cuántas veces he atacado una danza sin saber los pasos correctos?
108 festejos: el récord de Sandoval
Este año, Alberto ha demostrado ser un verdadero gladiador del ruedo. 108 festejos en un solo año son una hazaña que muy pocos logran alcanzar. Pero ahí está él, con la modestia que lo caracteriza, afirmando que “solo quiere hacer su trabajo lo mejor posible”. Al igual que en la vida diaria, en la tauromaquia también se enfrenta a presiones. Al final del día, la satisfacción no viene de la cantidad de trofeos, sino de lograr lo que se ha propuesto cada vez que entra al ruedo.
Me imagino cuánto debe vibrar su teléfono con todas las invitaciones y propuestas. Es como si de repente, un grupo de amigos te invita a todas las fiestas de la ciudad, y tú solo querías quedarte en casa a ver una serie. Pero Alberto, con su espíritu lleno de pasión por el campo y el toro, no se resiste a la oportunidad de mostrar su arte.
La relación con su tío: el pilar fundamental
No hay duda de que la figura de su tío ha sido crucial en su carrera. “Soy picador gracias a él”, expresa Alberto con agradecimiento. La relación entre ambos es una mezcla de mentor y aprendiz, pero también de familiaridad y camaradería. ¿No es hermoso cuando las pasiones familiares se entrelazan con las personales? ¿Alguna vez te has permitido seguir el destino de alguien cercano coqueteando con la misma pasión?
Alberto y Tito han compartido la plaza en numerosas ocasiones, y aunque necesariamente se separarán para que cada uno siga su camino, el impacto que Tito ha tenido en la vida de Alberto es innegable. Ah, aquellas palabras en las que nos repetían que nuestros ancestros son quienes moldean nuestro presente, a veces literalmente, como en este caso.
Desmitificando el rol del picador
Alberto comparte su visión sobre lo que realmente significa ser un picador. “Creo que el público no comprende a fondo lo que hacemos. Muchos piensan que somos los ‘villanos’ del espectáculo, los que nos metemos con el toro”, reflexiona. Se nota que esta falta de comprensión le pesa, pero también lo toma con humor. “Es gracioso porque, a veces, a pesar de lo que pueda parecer, estamos ahí para cuidar a los toros también”.
Revisando mi propio conocimiento sobre la tauromaquia, me doy cuenta de que quizás el picador efectivamente tiene un papel crítico, aunque no siempre valorado. En mi primer y único día en una plaza de toros, recuerdo claramente cómo todos estaban tan absortos en el torero, que el picador quedó como un mero acompañante. ¡Hasta podría haber hecho malabares y nadie se habría dado cuenta!
La importancia del tercio de varas
Alberto también nos lleva por el sendero de lo que muchos consideran un “tercio olvidado”: el tercio de varas. Con este término se refieren a la etapa crucial de la lidia donde entra en juego el picador. Le pregunto si los toreros le conceden a este tercio la importancia que merece y él responde: “Depende mucho de las ganaderías. A veces, el público no sabe cómo evaluar un buen tercio de varas”. Un tema interesante sobre la percepción pública, y me atrevería a decir que puede ser verdad también en nuestras propias vidas, donde tendemos a juzgar lo que no entendemos completamente.
El hecho es que, a pesar de sus esfuerzos, a menudo el picador se convierte en un chivo expiatorio de las frustraciones del público. “Cuando se realiza bien, a todo el mundo le gusta”, comenta con una pizca de resignación en su voz. ¿No te suena familiar? A veces, en el trabajo o en nuestras vidas, somos los que realizamos funciones fundamentales, y por alguna razón, todos nos fijamos en aquellos que no lo hacen.
La vida fuera del ruedo
Al llegar el invierno, muchos esperan descansar después de una temporada activa. Pero para Alberto, eso significa seguir trabajando. “En mi caso, monto cada día —tengo cinco caballos y tres potros—, salgo al campo y acudo a tentaderos”, comparte. Para él, la rutina nunca termina. Si lo pensamos bien, es un poco como esas situaciones en las que no puedes evitar seguir trabajando desde casa, incluso cuando deberías estar en modo vacaciones.
Alberto también ha tenido que renunciar a la doma, algo que le apasionaba. Pero el tiempo y la dedicación requeridos en su profesión no le permiten esa opción. Aquí es donde la vida decide presentarte una elección: compromiso o diversión, y, aunque a veces puede parecer injusto, este sacrificio está alineado con su amor por el arte de la tauromaquia.
Temas relevantes en el mundo taurino
El camino de Alberto no está exento de desafíos, y más aún en un mundo donde la tauromaquia busca adaptarse y evolucionar. Las controversias en torno a la ética y la sensibilidad hacia los animales han llevado a un debate continuo sobre el futuro de este arte. Alberto es consciente de estas preocupaciones y expresa que “siempre trata de hacer lo mejor”. Después de todo, como el mismo dice, “el toro también se merece ser tratado con respeto”.
Olvidémonos un momento de las estadísticas; el mundo taurino está en constante evolución y, aunque algunas personas cuestionan su lugar en la sociedad moderna, hay quienes creen que estas tradiciones deben adaptarse, no desaparecer. ¿Podrá la tauromaquia encontrar un equilibrio que la mantenga vigente en un mundo que clama más por la empatía?
La humildad de un triunfador
A pesar de todo lo alcanzado, Alberto se mantiene cálido y humilde. “No pienso en el reconocimiento”, comenta mientras se rinde ante la majestuosidad de su vida actual. “Solo quiero trabajar y disfrutar de lo que hago”. Esa frase me hace recordar la importancia de la humildad; a veces, olvidamos lo fundamental en nuestra búsqueda del éxito. A medida que el mundo avanza y las apreciaciones cambian, el verdadero trabajo se encuentra en cómo nos acercamos a nuestra pasión y la forma en que influimos a quienes nos rodean.
Así es Alberto Sandoval: un hombre de campo, un picador excepcional, y un ejemplo a seguir. A través de sus logros, nos enseña que, aunque la vida pueda parecer un espectáculo, lo que realmente importa es el esfuerzo que ponemos en ser los mejores en lo que hacemos.
Conclusión: un futuro en el aire
Mientras reflexiono sobre la historia de Alberto Sandoval, no puedo evitar sentirme conmovido por su dedicación y compromiso. En un mundo donde lo efímero a menudo se lleva la gloria, su pasión por la tradición taurina y su carrera me hacen creer que hay espacio para un futuro en el que la tauromaquia siga siendo apreciada, valorada y, sobre todo, comprendida.
Al final del día, esa es la esencia de la vida: encontrar lo que realmente amas y seguirlo con todo tu corazón. ¿Qué te detiene a ti? ¿Serás el próximo en desafiar las expectativas y seguir tus pasiones? ¿Qué tal si un día decides subir al ruedo de tus propios sueños?
Así la vida, al igual que las corridas de toros, es un espectáculo fascinante. Ahora, la pregunta es, ¿quién será el próximo que se atreva a lidiar con su propio toro?