¿Alguna vez has estado en un lugar donde el arte palpita en cada rincón? Esa sensación de estar cercado por ideas vibrantes que también parecen susurrar sus secretos del pasado. En una reciente visita al Museo de Historia de Girona, me encontré atrapado en un debate brillante entre dos excepcionales damas de la pintura: Roser Oliveras y Montserrat Costa. Ellas, con una trayectoria que desafía las convenciones y un entusiasmo contagioso, me hicieron reflexionar sobre lo que significa ser artista en un mundo que a menudo olvida a los que se atreven a soñar.
La charla, titulada “Sobrevivir al contexto: dos miradas artísticas sobre los noventa”, me sacó una sonrisa al recordar mis propias luchas como aspirante a escritor. También las conversaciones sobre cómo abrirse camino en un entorno que, a veces, se siente como un “no puedes entrar aquí, esto es solo para los grandes”, resonaron profundamente en mí. ¿Te suena familiar?
¿Qué permanece del caos creativo en Girona?
Girona, durante una década de transformación y efervescencia, fue el hogar de una comunidad artística rebelde que se rehusaba a ser encasillada en etiquetas convencionales. Infralocus: Los 90 en Girona, la exposición que da vida a estas memorias, no solo es una rica colección de obras, sino un testimonio del espíritu indomable de una era en la que la creatividad fluyó como un torrente.
Oversaturation, como diría un amigo mío que se especializa en comunicación visual, podría haber sido la descripción adecuada para lo que pasaba en aquellos años. Tal vez fue el caos, o tal vez solo la vida que se desplegó de maneras inesperadas. Diferentes espacios de la ciudad albergaron, en diferentes momentos, un festín de creatividad que escapaba a los límites de lo establecido. La pregunta que flota sobre todo esto es: ¿Qué nos queda hoy de esa “moguda” gironina?
Un viaje cultural en el tiempo
Al recorrer los distintos espacios donde se exhiben las obras, una serie de recuerdos me asaltan. Las calles de Girona, llenas de color e impulsos creativos, fueron testigos de una comunidad disidente que luchaba por expresarse sin filtros. En esos años, la distinción entre alta cultura y cultura popular se desdibujó, dando paso a un escenario donde todos podían crear y participar.
Por ejemplo, La Penyora, un colectivo de artistas que se estableció en la ciudad, fue solo uno de los muchos grupos sociales que unieron fuerzas para crear un cosmos cultural vibrante. Me pregunto si alguna vez se detuvieron a pensar en el impacto que tendrían, o si simplemente estaban demasiado ocupados con el arte para preocuparse.
Reflexiones y homenajes en ‘Infralocus’
La exposición Infralocus es un intento notable de capturar esa pluralidad artística. Comisariada por Eudald Camps y Jordi Mitjà, se nos ofrece un viaje a través de distintas miradas que, en vez de encerrarse en narrativas tradicionales, buscan una conexión más profunda con el espectador. Un recorrido que no quiere simplemente contar una historia, sino multiplicar las narrativas, como si cada obra fuera un universo en sí misma.
¿No es curioso cómo el arte tiene esa capacidad de transportarnos y hacer que nos cuestionemos nuestras propias experiencias? Me acordé de mi época en la universidad, donde el arte se debatía en cada café, en cada pasillo. Aquellos eran tiempos en los que el arte se percibía no como un hobby, sino como una necesidad visceral.
Un viaje interdisciplinario hacia la libertad
Los comisarios subrayan lo que ellos llaman un cambio de paradigma: de “contracultura” a “cultura expandida”. Esto no es solo un juego de palabras; es un reconocimiento de que el arte y la cultura se encuentran en cada rincón. Ya sea a través de performances en vivo, exposiciones, o simplemente en conversaciones de café entre amigos, cada interacción cuenta.
Recordando mis propios inicios, a menudo me encontraba en espacios donde la categoría de artista era tan elusiva. La idea de que cualquier actividad creativa podía ser arte era liberadora y aterradora a la vez. ¿Quién decide qué es arte? A veces, me sentía como un periodista tratando de hacer un reportaje sin cobertura, pero esas mismas inseguridades también dieron forma a mi voz y mi estilo.
Conexiones efímeras y la lucha social
Otra de las áreas que se toca en la exposición es cómo estos artistas no solo estaban trabajando en torno al concepto del arte, sino que también estaban interconectados con múltiples movimientos sociales. Esta fusión entre arte y activismo se da de forma espontánea y se alimenta de la incertidumbre del contexto socio-político. El “hacer cultura libre, sin programa ni subvenciones” llevó a muchos a explorar caminos que, de otra manera, nunca habrían sido concebidos.
Me parece fascinante cómo a menudo escuchamos que el arte debe ser separado de la política, pero ¿acaso no es la política una de nuestras formas más genuinas de expresión artística? Cada tipo de arte, desde el muralismo hasta la performance, aboga por algo, nos empuja a reflexionar y, a veces, simplemente a sentir.
Recuerdos perdurables y su legado
A medida que me adentraba en las diversas exhibiciones en Bòlit_PouRodó, Bòlit_LaRambla y el Museo de Historia, me encontraba rodeado de obras que sin duda llevaban la carga de la historia en sus trazos y colores. Este tipo de conexión con el pasado resuena dentro de mí. En la era actual, donde lo digital tiende a opacar lo físico, es vital poder ver y experimentar el arte en su forma más cruda y genuina.
Carteles, fotografías y fanzines de aquellos tiempos evidencian un deseo de comunicar y conectar. Todo parece un recordatorio de que, incluso en el caos, hay una belleza asombrosa. ¿Cómo se traducen esas emociones en las formas de hoy? ¿Acaso el “hacer arte a la luz del día” sigue siendo tan vital como antes?
Conclusión: hacia un futuro de arte vivencial
Al concluir mi visita y salir a las calles de Girona, sentí que parte de mí había quedado atrapado en esos años. Una sensación de pertenencia y de responsabilidad hacia mis propias aspiraciones artísticas. El legado de los noventa y el vibrante mundo del arte gironino nos recuerda que no importa cuán complicado se vuelva el contexto, siempre habrá espacio para la creatividad y la autenticidad.
El alma de Infralocus y las charlas en el Museo de Historia son solo breves vislumbres de un pasado que se niega a ser olvidado. Cada artista, cada conversación y cada exposición aporta un hilo nuevo a la rica tapestria de la cultura contemporánea.
Así que, la próxima vez que te encuentres en un evento cultural o en una conversación sobre arte, recuerda: las historias que se cuentan y se comparten son parte de lo que nos convierte en humanos. Y, quién sabe, quizás la chispa que encienda tu propia creatividad también esté esperando ser desatada en la combinación de lo efímero y lo eterno. ¿Te atreves a sumergirte en el caos creativo?