La situación en Gaza es, sin duda, un tema que ha acaparado la atención mundial, especialmente con la reciente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la continuación de la Administración Biden-Harris antes de su mandato. Si bien Trump siempre ha sido crítico de la política exterior estadounidense, hay muchas question que persisten sobre la responsabilidad de Biden y su equipo. ¿Qué están haciendo realmente? Esta es una pregunta que, lamentablemente, parece a menudo ignorada por muchos.
La historia cuenta que cuando Biden asumió la presidencia, el mundo puso muchas esperanzas en que cambiaría la dinámica de poder en relación a Israel y Palestina. Sin embargo, al mirar más de cerca, encontramos la difícil realidad: la continuidad de la complicidad estadounidense en la masacre en Gaza. Y con cada veto a resoluciones de alto el fuego, la pregunta se vuelve más angustiante: ¿es realmente posible un cambio significativo en la política estadounidense hacia el conflicto israelí-palestino?
Un repaso a la situación actual
Antes de profundizar en los detalles, aquí hay una instantánea de la situación en Gaza. En la última semana, el número de muertos ha superado las 44,000 personas, de las cuales al menos 17,000 son niños. Sin embargo, esto no parece ser un elemento disuasorio para Biden, quien ha declarado su “férreo compromiso” hacia Israel. Esta declaración vino en el mismo momento en que la violencia estaba en su punto más alto. ¿Es esto un acto de compasión política o simplemente un intento de mantener contento a un aliado clave?
La semana no fue menos intensa; Biden vetó una cuarta resolución en el Consejo Nacional de la ONU que exigía un alto el fuego y la liberación de rehenes. Con 14 países apoyando el alto el fuego y solo una voz en contra, la de los Estados Unidos, la complicidad es innegable. ¿Quién puede decir que esto es un acto democrático?
Acciones que hablan más que las palabras
Un análisis de los eventos recientes revela un patrón inquietante:
- Reunión con Isaac Herzog: Biden recibió al presidente israelí, reforzando su apoyo incondicional al país, incluso mientras las atrocidades en Gaza alcanzaban niveles escalofriantes. Situaciones como esta hacen que uno se pregunte, ¿puede uno realmente ser un “líder mundial” y al mismo tiempo mirar para otro lado cuando se cometen crímenes de guerra?
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Veto de resoluciones: A pesar de varias naciones pidiendo un alto el fuego, Biden optó por vetar resoluciones en la ONU. Esto no es solo una política; es una complicidad directa con las acciones que están ocurriendo en el terreno. Y lo que más duele es que lo que está en juego son vidas humanas.
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Iniciativas de Sanders: En un intento por cambiar esta narrativa retadora, el senador Bernie Sanders presentó una resolución para bloquear envíos de armas a Israel. Pero, ¿adivina qué? Solo 19 senadores apoyaron la propuesta. ¿Es esto lo que realmente se espera de un partido que se dice progresista?
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Reacciones ante la Corte Penal Internacional: Cuando se anunciaron órdenes de arresto contra figuras clave del gobierno israelí, la administración Biden descalificó la jurisdicción de la Corte. ¿No es esto una burla a los derechos humanos?
¿Qué más podría hacer Biden?
La frustración que siente gran parte de la población es palpable. La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué más podría hacer Biden que no está haciendo?
Algunos historiadores e investigadores sugieren que Biden podría abstenerse de vetar resoluciones que condenan los asentamientos ilegales, como hizo Barack Obama en su último día como presidente. Esto, que fue un gesto a favor del derecho internacional, parece una utopía en comparación con la actual administración. ¿No debería «el lado bueno» del espectro político mundial adoptar alguna forma de integridad?
Otra acción que podría considerarse sería un embargo de armas a Israel o, siquiera, dejar de enviar asistencia militar hasta que se respete el derecho internacional. Además, podría abrir el canal para negociaciones efectivas hacia la paz. Sin embargo, esto parece más un sueño que un objetivo considerado por la administración actual.
La trampa de la normalización
Lo más alarmante de la situación es que la normalización de la violencia, acompañada de una falta escandalosa de respuesta y acción por parte del gobierno de Biden, deja una puerta abierta para que Trump pueda subir al escenario con una narrativa de «nueva dirección» en política exterior. Pero, ¿realmente será esta nueva dirección un cambio positivo?
Uno de los problemas más apremiantes es que, a lo largo de su historia reciente, Estados Unidos ha sido visto como un líder en derechos humanos, mientras que, internamente, ha violado los mismos principios. Trump podría ser el resultado de esta dualidad, llevando la política internacional por un camino aún más oscuro.
La pregunta que nos queda en el aire es, ¿qué tipo de legado queremos dejar en el mundo? No cabe duda de que el camino que traemos hasta ahora está bien marcado, y las posiciones deben ser decididas, no simplemente adaptadas.
Un futuro incierto
Con Trump nuevamente al mando, el compromiso hacia Israel parece estar aún más reafirmado. Lo que supondría una mayor escalada en el conflicto. No es una cuestión de partido político, sino de moralidad y humanidad. Si la administración Trump decide continuar con su alineación con las acciones militares de Israel, ¿dónde queda el espacio para la diplomacia?
Reflexionando en voz alta
Como ciudadanos, a menudo nos encontramos en el dilema de cómo actuar. ¿Es suficiente compartir publicaciones en redes sociales o participar en protestas? ¿Qué más se puede hacer? Convencer a nuestros amigos y familiares de que la situación es grave, casi desesperante, necesariamente tiene que ser parte de la solución.
Las atrocidades en Gaza no son solo un problema de Palestina e Israel; son un problema que nos involucra a todos. Cuando un país que presume ser un bastión de la democracia y los derechos humanos hace caso omiso a tales violaciones, todos debemos preguntarnos: ¿qué haremos al respecto?
La complicidad estadounidense en la masacre que ocurre en Gaza no es un tema que solo le concierne a los políticos. Nos concierne a todos nosotros, como parte de una comunidad global. Es hora de exigir una responsabilidad colectiva y, al mismo tiempo, autoevaluarnos sobre qué podemos hacer desde nuestro lugar.
Conclusión: un llamado a la acción
La llegada de Trump no debería ser una excusa para disminuir la presión sobre Biden-Harris. En lugar de ello, debemos amplificar nuestra voz. La complicidad de los Estados Unidos en la masacre en Gaza ha alcanzado niveles que deberían hacer temblar a cualquier individuo con un mínimo sentido de humanidad.
La historia está siendo escrita en este momento. La manera en que actuemos como colectivo definirá el futuro no solo de Gaza, sino del mundo. La política exterior no es solo una cuestión de legisladores, sino una preocupación por los derechos humanos que debe resonar en cada uno de nosotros. Y, al final del día, la pregunta más importante sigue siendo: ¿qué tipo de legado queremos dejar?
Alcemos nuestras voces, insistamos en un cambio y no dejemos desvanecer la esperanza en un futuro en el que la justicia y los derechos humanos prevalezcan sobre el miedo y la opresión. ¿Estamos listos para ello?