Si eres de los que ha estado siguiendo la carrera de Iván Ferreiro, seguro que ya sabes que un concierto suyo no es simplemente un evento, es toda una experiencia. Y lo digo en serio, tanto que la última vez que me encontré con un espectáculo de su calibre, lo catalogué como «una travesía en montaña rusa de sentimientos». Y créeme, no me refiero a una montaña rusa de parque de atracciones, sino a una de esas experiencias que te hacen reír, llorar, recordar y hasta querer abrazar a un extraño. Así fue su concierto en Sevilla, donde el artista gallego ofreció una noche que quedará grabada en la memoria de todos los asistentes.
Una sala a reventar: el ambiente previo
La Custom, un mítico lugar, se llenó después de que la ciudad hubiera mostrado su faceta otoñal durante días. Amanece y el clima se siente diferente. Todo está lista para ese momento especial. Mientras esperaba, escuché las conversaciones a mi alrededor. «¿Sabías que Iván lanzará un villancico?» dijo una voz emocionada. Ahí fue cuando sentí que la noche prometía ser intensa. ¿Villancico? ¿En octubre? ¡Eso era una bomba!
Cuando pasaron las 22:00 h., la marea humana de fans se agolpó en la entrada. Cada uno con sus historias, anhelos y esperanzas de esa noche. Algunos deseaban escuchar esas baladas que te desgarran el alma; otros esperaban un show que los hiciera reír a carcajadas. Lo que iba a suceder sería un poco de todo.
¡Iván Ferreiro ha llegado!
Y luego, ¡pum!, Iván apareció. «Buenas noches», dijo con su tono inconfundible, como si estuviera hablando con amigos en el bar de la esquina. Eso rompió el hielo. Y ahí parecía que ya todo se había orquestado para crear una atmósfera mágica. Una conversación casi íntima entre el artista y el público.
Pero antes de profundizar en la noche, analicemos el primer diálogo que tuvo con un fan. «¡Años 80!» le gritaron. Y en lugar de molestarle, su respuesta fue tan natural y divertida: «¿Ya, tan rápido? ¡Teníamos otro plan!» En esos momentos, no solo lo vi como un artista en el escenario, sino como un amigo compartiendo un momento de esparcimiento.
La trinchera pop: un repertorio emocional
Lo fascinante de Iván es que tiene esta capacidad de conectar con sus fans de una manera que pocos artistas logran. «Vamos a hacer el show del tirón, sin pausas», advirtió, dejando claro que quería llevarnos en un viaje sin escalas. Y vaya si lo logró. Desde el primer tema, «Canciones para no escapar», hasta “Años 80”, el público vibraba al ritmo de su música.
La transición entre las canciones fue casi un arte. Más que un simple concierto, parecía un magnífico hilo conductor que los unía a todos en una experiencia compartida. Y es que Iván no solo canta; cuenta historias a través de su música. La letra de “Inerte”, por ejemplo, se siente como un susurro en medio del desierto, trayendo recuerdos de momentos agridulces. Sin embargo, la risa no tardó en llegar de nuevo cuando bromeó: «No pidáis el villancico, que no va a ser». ¡Ah, ese humor gallego siempre a la orden del día!
La audiencia: un mundo diverso de emociones
Era impresionante observar a la audiencia. Tenías a uno no dejando de grabar con su móvil, perdiéndose en su propio instagram, mientras que a su lado, alguien no podía evitar contemplar cada letra y cada acorde como si estuviera codificando un mensaje del universo. ¿Quién está realmente disfrutando más? ¿El que graba o el que siente?
Me hizo reflexionar sobre cómo cada uno vive la música de manera diferente. Ese momento de conectar con lo que el artista ofrece, sea grabando o sumergiéndose en la melodía, refleja el poder que tiene la música para evocar emociones profundas en cada uno de nosotros.
Una montaña rusa musical: ritmos que no cesan
El concierto continuó con el impresionante “Pinball”, donde la energía pareció estallar en un grito ancestral, resonando en toda la sala. Era como un eco de la humanidad misma, haciendo que todos se sintieran parte de algo más grande. La electricidad en el aire era palpable.
Y la música, ¡ay la música! Cada acorde, cada palabra se sentía interconectada. Recuerdo que en “El equilibrio es imposible”, mi corazón se aceleró tanto que sentí que podía escuchar a los demás latiendo al ritmo de la canción. Las letras eran como poesía que se manifestaba en el aire, mientras el aroma a palomitas mezclado con el sudor de una sala a tope me transportaba a mi adolescencia, cuando la música parecía ser el centro del universo.
Desentrañando el corazón de la noche
Entre los momentos más destacados, no puedo dejar de mencionar cómo el artista interactuó con su hermano Amaro. Estaba claro que había un amor fraternal que se sentía en cada acorde tocado. «Será una herida», cantaron juntos, y la conexión emocional fue tan intensa que uno podría perderse en ese abrazo musical.
La pausa que se tomaron en «SPNB», donde solo la voz y la guitarra reinaban, fue un alto en el camino que invitaba a la introspección. En el silencio, uno podía escuchar sus propios pensamientos, memorias y quizás una o dos lágrimas que luchaban por brotar. La música de Iván tiene esa magia; es un espejo donde uno puede ver sus propias historias.
La culminación: un final sin bises
Cuando el reloj marcaba hora y media, el final se acercaba. «El viaje de Chihiro» y «Turnedo» resonaban como un homenaje a todo lo vivido esa noche. Al escuchar “En las trincheras de la cultura pop”, entendí que estaba cerrando un ciclo. Pero en lugar de un sentimiento de despedida, había una sensación de gratitud y plenitud.
Y aunque terminó sin bises, como había prometido, no se sentía como un «adiós» típico, sino más bien como un «hasta la próxima». La conexión creada esa noche entre Iván y nosotros fue tan poderosa que uno deseaba más, pero entendía que también era importante dejar el escenario en su punto culminante.
Reflexiones finales: lo extraordinario en lo cotidiano
Al salir de la sala, observé los rostros de los asistentes. Había sonrisas, risas, ojos brillantes y hasta pequeñas conversaciones animadas. Te das cuenta de que, en ciertos momentos, la vida misma puede parecer un villancico perdido. Iván Ferreiro, con su música, nos ha recordado que es en esos instantes de conexión emocional donde reside la magnetismo de la vida.
Así que, si te topas con un anuncio de Iván Ferreiro tocando en tu ciudad, ¡no lo dudes! Ve, ríe, canta y deja que la música absorba tus preocupaciones, porque al final del día, lo que realmente importa son las experiencias que vivimos y los recuerdos que creamos. ¿No es preciosa esa idea? 🎶
En resumen, un concierto de Iván Ferreiro es más que música; es una celebración de la vida misma, donde cada acorde puede recordarte que no estás solo en este mundo, y que siempre hay espacio para la emoción, la risa y, por supuesto, esos villancicos que a veces se cuelan inesperadamente en tu corazón.